En la elección para elegir al Poder judicial, realizada a nivel nacional el pasado primero de junio, vivimos una baja participación por parte de los votantes; un proceso complejo y poco atractivo para el electorado, podría ser una explicación. Sin embargo, en las elecciones de Durango y Veracruz, celebradas el mismo domingo, la participación electoral fue la más baja de los últimos veinte años, en una elección que debería ser muy atractiva ya que se eligieron a quienes encabezarán los ayuntamientos, o sea a las autoridades más cercanas al ciudadano.
Pero ¿qué es lo que aleja a un ciudadano de las urnas?. De eso es lo que les platico en seguida, acompáñenme, por favor.
En su artículo “Buenos ciudadanos que no votan. Mecanismos entre desencanto y abstención”, el Maestro Héctor Gutiérrez Sánchez, de la Universidad Autónoma de Querétaro, nos comparte algunas de las conclusiones de su puntual investigación.
Parte el investigador señalando que: “Muchos estudios sugieren que el desencanto político puede causar abstencionismo electoral en México, pero no presentan pruebas empíricas. A través de entrevistas y una encuesta estadísticamente analizada, se encontró que el desencanto y la participación sí están vinculados, pero de modo complejo; cuando las personas confían en los políticos votan mucho, pero cuando no, asumen una de dos posturas: o son abstencionistas para no ser copartícipes del mal que los candidatos traerán, o votan para cumplir su deber cívico y culpan luego a los políticos por no hacer su parte para el bien de México.”
Su artículo partió de mostrar la necesidad de nuevas teorías explicativas que den cuenta del abstencionismo electoral en México. Con esto en mente se exploró al desencanto como posible causa, pero no se hallaron estudios que confirmaran dicha relación con evidencia empírica ni mecanismos causales claros.
El trabajo de campo mostró que sí hay una relación entre el desencanto y el abstencionismo, pero al contrario de lo sugerido por la teoría posmoderna, no existe un alejamiento generalizado de la política. En lugar de eso, se encontró que las personas asumen su responsabilidad al apoyar a un candidato y se consideran en parte culpables por el mal que el político haga desde su cargo.
Entonces, si los individuos no confían en los políticos no votan cómodamente, lo que los conduce a una dicotomía: pueden no votar para así no apoyar el mal que traerá el candidato (derrotistas), o pueden votar y escudarse en la satisfacción de haber cumplido con su parte y dejar que los demás hagan lo propio (atomistas). Esta hipótesis se probó al encontrarse una relación estadísticamente significativa entre la postura derrotista-atomista y la participación electoral; además, dicha relación sólo se observó entre quienes menos confían en los políticos.
Este trabajo representa un gran avance en el entendimiento del abstencionismo en México. En primer lugar, no se recurre en ningún momento a la inestable teoría de la modernización, y, en segundo lugar, se presenta evidencia empírica sólida que comprueba la ya sospechada relación entre desencanto y abstencionismo. Asimismo, se propone un mecanismo claro que vincula tal desencanto con la conducta electoral.
El autor espera también que su trabajo sirva para pensar y debatir varios asuntos importantes para la democracia mexicana. Las posturas derrotista y atomista merecen un debate ético que está más allá de los objetivos de su artículo, pero que es muy necesario.
Señala además que no es sencillo condenar ni apoyar ninguna postura, pues ambas parten de una buena voluntad hacia el país; se tienen aquí dos soluciones insatisfactorias a una situación desafortunada.