El teórico político David Easton, en su libro “Esquema para el análisis político”, ha señalado que la característica peculiar de los sistemas políticos, compartida con otros sistema sociales y aún con algunos mecánicos y biológicos, es que no están necesariamente indefensos frente a las perturbaciones que los pueden afectar. Sus procesos y estructuras no reciben impunemente los caprichosos embates de azar.
Debido a los rasgos particulares del sistema político, sus miembros gozan de la oportunidad -que no siempre aprovechan- de responder a las tensiones de modo de asegurar la persistencia de algún tipo de sistema, a fin de tomar y ejecutar decisiones obligatorias.
Señala, además, que desde las sociedades tradicionales más pequeñas y simples hasta las más modernas y complicadas, hubo siempre al menos algunos individuos dispuestos a correr los riesgos más serios -y aún ansiosos por hacerlo- con el objeto de tener voz en la fijación de los arreglos, políticos básicos o de los objetivos y fines particulares dentro de una estructura ya existente.
No obstante, son asombrosamente pocas la sociedades que sucumbieron ante las tiranteces que provocan las pasiones, así desencadenadas, por incapacidad de proveer estructuras y procesos aptos para designación autoritaria de valores. Cabía esperar que con mucha frecuencia los sistemas políticos expuestos a una tensión tan constante entre sus miembros, resultaran destruidos.
La capacidad de ciertos tipos de sistemas políticos para perdurar nos provocaría admiración si no estuviéramos tan acostumbrados a considerarlo como el curso normal de los hechos.
El ambiente político que se vive actualmente en México no debe llamarnos al temor, sino a la reflexión. Es normal en cualquier sistema político las tensiones entre sus miembros, pero debemos saber procesarlas democráticamente.
Como una forma de comprender la actual situación, vale la pena analizar lo que piensa uno de los actores principales en el debate de las ideas, el presidente Andrés Manuel López Obrador.
López Obrador señala en su más reciente libro: “ A veces, los objetivos de la revoluciones no se obtienen o no perduran, porque no se hacen acompañar de cambios de mentalidad en la población que permitan, con su participación, activa y consciente, contrarrestar las desviaciones que se originan cuando los dirigentes de los procesos de transformación, no actúan de manera congruente o se corrompen. En otras palabras, no se trata de llegar al poder, y que la gente siga pensando igual, sino que la transformación sea asimilada, producida aplicada y defendida por el pueblo.”
“Esta concepción es el principal sustento político de nuestro movimiento. Creemos en la necesidad de despertar la conciencia cívica, no solo de un grupo o minoría, sino de amplios sectores de la población, de una mayoría lo suficientemente poderosa como para establecer un nuevo orden social y político.”