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Un llamado a la prudencia

IMG_0767.jpegZedryk Raziel y Elia Castillo, en su reporte para el diario El País, apuntaron: Una bronca más propia de las calles vino a poner en duda los méritos de la política, la preeminencia de la palabra para resolver los conflictos. Al calor de la pelea del miércoles entre los senadores Alejandro Moreno, del PRI y Gerardo Fernández Noroña, de Morena, los analistas se apresuraron a estipular que el pleito desprestigiaba a partes iguales a ambos personajes y sus respectivos partidos.

Los videos que hay del momento permiten ver que Alito Moreno inició los contactos físicos —primero los toqueteos, luego los empujones y más tarde los golpes— y que persiguió al morenista intentando continuar la bronca.

El Congreso muchas veces se ha convertido en una arena donde los legisladores han llegado a las manos. El discurso no siempre basta. Pero nunca un senador con la investidura de Noroña había sido agredido por otro legislador dentro del recinto, directamente en el presídium, a la vista de todos. El episodio ha dado armas al oficialismo para reagruparse. La oposición, en contraste, no ha salido en tropel a cobijar a Alito. (elpais.com)

Tales acontecimientos, nos obligan a llamar a la prudencia a nuestros políticos y a reflexionar de lo que al respecto nos han dicho los clásicos. Acompáñenme por favor.

Todo Estado es, evidentemente, una asociación, y toda asociación no se forma sino en vista de algún bien, puesto que las personas, cualesquiera que sean, nunca hacen nada sino en vista de lo que les parece ser bueno, decía Aristóteles al explicar el origen del Estado y de la sociedad civil.   

Por su parte Plutarco, en lo que puede ser un compendio de consejos a los políticos para gobernar bien, reflexiona: ¿Cómo no hubiera sido más fácil a cada uno de aquellos grandes hombres decir: "odio a tal o cual, y deseo hacerle daño, pero amo más a mi patria”?

Pues no querer reconciliarse con un enemigo porque por esto debo abandonar a un amigo, es algo terriblemente salvaje y propio de bestias.   

Sin embargo, los Foción y Catón actuaron mejor, pues ellos no se permitían enemistad personal a causa de diferencias políticas, sino que eran severos e inexorables únicamente en los procesos públicos, a fin de no sacrificar el bien común; pero en los asuntos privados trataban sin ira y con actitud amistosa a sus oponentes políticos.   

El político, en efecto, no debe considerar a ninguno de sus conciudadanos como enemigo, a no ser que aparezcan en la ciudad, como una enfermedad o un tumor, hombres como Aristión, Nabis o Catilina.

Pero a aquellos que, por otra parte, no están en armonía con el bien de la ciudad debe, como el músico, tensarlos y aflojarlos, conduciéndolos dulcemente al tono apropiado sin reprochar con ira y violencia a los que yerran, sino de forma que les produzca una impresión moral, como hace Homero: "¡Ay¡, amigo, yo sabía que en prudencia tú superas a los otros, y tú sabes idear otro discurso mejor que ése".     

La política no puede reducirse a golpes y ofensas. El reto es recuperar la altura de miras, la serenidad y la ética pública, pensando en un valor superior: El Pueblo, el gran componente humano del Estado.

José Vega Bautista 

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@Pepevegasicilia

Habitus: una defensa contra el cambio

IMG_0529.jpegLa presidenta Claudia Sheinbaum ha recordado los principios fundacionales de Morena basados en el pensamiento del expresidente Benito Juárez y ha replicado el mensaje. “En el momento en el que estamos desempeñando un cargo público, todos debemos comportarnos adecuadamente. El poder siempre debe ejercerse con humildad, esa es mi posición y siempre va a ser. Cada quien debe ser reconocido por su historia, por su comportamiento”.

Ante esta encrucijada que vive el Gobierno emanado del partido Morena y el comportamiento de algunos de sus cuadros principales, deseo invitarlos a revisar el concepto de Habitus del sociólogo francés Pierre Félix Bourdieu, uno de los más destacados representantes de la época contemporánea.

Lo haremos de la mano de Enrique Martín Criado, profesor de sociología en la Universidad Pablo de Olavide y doctor en sociología por la Universidad Complutense de Madrid. Acompáñenme por favor.

El concepto de habitus es una de las contribuciones fundamentales de Pierre Bourdieu a la sociología y uno de los términos clave de su construcción teórica.

Por habitus Bourdieu entiende el conjunto de esquemas generativos a partir de los cuales los sujetos perciben el mundo y actúan en él. Estos esquemas generativos están socialmente estructurados: han sido conformados a lo largo de la historia de cada sujeto y suponen la interiorización de la estructura social, del campo concreto de relaciones sociales en el que el agente social se ha conformado como tal. Pero al mismo tiempo son estructurantes: son las estructuras a partir de las cuales se producen los pensamientos, percepciones y acciones del agente:

«El habitus se define como un sistema de disposiciones durables y transferibles -estructuras estructuradas predispuestas a funcionar como estructuras estructurantes- que integran todas las experiencias pasadas y funciona en cada momento como matriz estructurante de las percepciones, las apreciaciones y las acciones de los agentes cara a una coyuntura o acontecimiento y que él contribuye a producir» (Bourdieu, 1972: 178)

«Los condicionamientos asociados a una clase particular de condiciones de existencia producen habitus, sistemas de disposiciones duraderas y transponibles, estructuras estructuradas predispuestas a funcionar como estructuras estructurantes, es decir, en tanto que principios generadores y organizadores de prácticas y representaciones que pueden estar objetivamente adaptadas a su fin sin suponer la búsqueda consciente de fines y el dominio expreso de las operaciones necesarias para conseguirlos, objetivamente ‘reguladas’ y ‘regulares’ sin ser para nada el producto de la obediencia a reglas, y siendo todo esto, objetivamente orquestadas sin ser el producto de la acción organizadora de un jefe de orquesta.» (Bourdieu, 1980: 88-9)

Será a partir del habitus que los sujetos producirán sus prácticas. El habitus, interiorización de las estructuras a partir de las cuales el grupo social en el que se ha sido educado produce sus pensamientos y sus prácticas, formará un conjunto de esquemas prácticos de percepción -división del mundo en categorías-, apreciación -distinción entre lo bello y lo feo, lo adecuado y lo inadecuado, lo que vale la pena y lo que no vale la pena- y evaluación -distinción entre lo bueno y lo malo- a partir de los cuales se generarán las prácticas -las «elecciones»- de los agentes sociales. De esta manera, ni los sujetos son libres en sus elecciones -el habitus es el principio no elegido de todas las elecciones-, ni están simplemente determinados -el habitus es una disposición, que se puede reactivar en conjuntos de relaciones distintos y dar lugar a un abánico de prácticas distintas-.

El habitus es lo que nos va a explicar que las prácticas de los sujetos no puedan comprenderse únicamente en referencia a su posición actual en la estructura social. Porque el habitus, como principio generador de las prácticas, ha sido adquirido fundamentalmente en la «socialización primaria», mediante la familiarización con unas prácticas y unos espacios que son producidos siguiendo los mismos esquemas generativos y en los que se hayan inscritas las divisiones del mundo social:

«Es todo el grupo el que se interpone entre el niño y el mundo, no sólo por sus llamadas de atención (warnings) destinadas a inculcar el miedo de los miedos sobrenaturales, sino por todo el universo de prácticas rituales y de discursos, que lo pueblan de significaciones estructuradas conforme a los principios del habitus conforme. El espacio habitado -y en primer lugar la casa- es el lugar privilegiado de la objetivación de los esquemas generadores y, por medio de las divisiones y de las jerarquías que establece entre las cosas, entre las personas y entre las prácticas, este sistema de clasificación hecho cosa inculca y refuerza continuamente los principios de la clasificación constitutiva del arbitrario cultural. (..) El mundo de los objetos, esta especie de libro donde toda cosa habla metafóricamente de todas las otras y en el que los niños aprenden a leer el mundo, se lee con todo el cuerpo, en y por los movimientos y los desplazamientos que hacen el espacio de los objetos tanto como son hechos por él. Las estructuras que contribuyen a la construcción del mundo de los objetos se construyen en la práctica de un mundo de objetos construidos según las mismas estructuras.» (Bourdieu, 1980: 129-30)

Si las primeras experiencias tienen este peso fundamental, es debido al hecho de que el habitus tiende a asegurar su propia constancia, es un mecanismo de defensa contra el cambio. Al incorporarse como esquema de percepción y apreciación de prácticas, operará una selección sistemática de las informaciones nuevas: rechazando aquellas que los cuestionen -o reinterpretándolas a través de sus esquemas- y limitando la exposición del agente a aquellas experiencias sociales, a aquellos grupos sociales, en los cuales su habitus no sea adecuado:

«El peso particular de las experiencias primitivas resulta en efecto en lo esencial del hecho que el habitus tiende a asegurar su propia constancia y su propia defensa contra el cambio a través de la selección que opera entre las informaciones nuevas, rechazando, en caso de exposición fortuita o forzada, las informaciones capaces de poner en cuestión la información acumulada y sobre todo desfavoreciendo la exposición a tales informaciones. (..) Por la ‘elección’ sistemática que opera entre lugares, acontecimientos, personas susceptibles de ser frecuentados, el habitus tiende a ponerse al abrigo de las crisis y de las puestas en cuestión críticas asegurándose un medio al que está tan preadaptado como es posible, es decir, un universo relativamente constante de situaciones propias a reforzar sus disposiciones ofreciendo el mercado más favorable a sus productos. Y es una vez más en la propiedad más paradójica del habitus, principio no elegido de todas las ‘elecciones’, que reside la solución de la paradoja de la información necesaria para evitar la información» (Bourdieu, 1980: 102)

Leer más: Habitus: una defensa contra el cambio

Digamos adiós a las armas

Una vez concluida la reunión, en Alaska, entre el presidente ruso, Vladimir Putin, y Donald Trump de Estados Unidos, la noticia es que no se llegó a un acuerdo final; y que, en atención a lo dicho por Trump, ahora dependede su homólogo ucraniano, Volodimir Zelenski, avanzar para lograr un acuerdo que ponga fin a la guerra en Ucrania.

Ahora depende realmente del presidente Zelenski lograrlo. Y también diría que las naciones europeas tienen que involucrarse un poco, pero depende del presidente Zelenski, dijo Trump.

Sin embargo, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, aseguró que la reunión con su homólogo ruso, Vladimir Putin, fue muy productiva, mientras que el líder ruso calificó la cumbre como productiva”.

Una reunión sumamente productiva: se acordaron muchos puntos, y sólo quedan unos pocos. Aún no lo hemos logrado, pero es muy probable que lo hagamos, dijo el estadounidense sobre el alto al fuego.

Por su parte, en declaraciones a la prensa, Putin señaló que las negociaciones se desarrollaron en un ambiente de respeto mutuo, describiéndolas como exhaustivas y útiles para ambos países.

Nuestras negociaciones se desarrollaron en un ambiente constructivo y mutuamente respetuoso. Fueron muy exhaustivas y útiles”, declaró Putin

De acuerdo a lo señalado en la conferencia final, el diálogo sigue abierto y vigente la posibilidad de un nuevo encuentro, probablemente en Rusia.

Gracias, Vladimir, probablemente te volveré a ver muy pronto, dijo Trump, a lo que Putin respondió: “¿La próxima vez en Moscú?. El presidente estadounidense contestó: Podría verlo suceder

Finalmente, el presidente Volodymyr Zelensky, quien no participó en la reunión, enfatizó previamente que Ucrania cuenta con Estados Unidos. Zelensky recibió con agrado la sugerencia de Trump de una reunión de seguimiento con la participación de los tres países, pero insistió en que un alto el fuego es la única base para unas conversaciones de paz significativas.

Para ayudar a la reflexión de un tema tan importante, en seguida les comparto unos párrafos del texto del Discurso de Fidel Castro ante la ONU en 1979.

"El ruido de las armas, del lenguaje amenazante, de la prepotencia en la escena internacional debe cesar. Basta ya de la ilusión de que los problemas del mundo se pueden resolver con armas nucleares.

Las bombas podrán matar a los hambrientos, a los enfermos, a los ignorantes, pero no pueden matar el hambre, las enfermedades, la ignorancia. No pueden tampoco matar la justa rebeldía de los pueblos. Y, en el holocausto, morirán también los ricos, que son los que más tienen que perder en este mundo.

Digamos adiós a las armas y consagrémonos civilizadamente a los problemas más agobiantes de nuestra era, esa es la responsabilidad y el deber más sagrado de todos los estadistas del mundo. Esa es, además. la premisa indispensable de la supervivencia humana."

 

José Vega Bautista

@Pepevegasicilia

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