Se dice que Francisco de Asís pasó de ser hijo de un rico comerciante a vivir en la más estricta pobreza y observancia de los Evangelios. Su vida religiosa fue austera y simple, por lo que animaba a sus seguidores a hacerlo de igual manera.
El recién fallecido Papa Francisco, como bien dice el filósofo Esteban Ierardo, encarnó un humanismo del desprendimiento y la austeridad, inspirado en quien le dio su nombre papal: Francisco de Asís, el monje medieval de la espiritualidad inmensa, de la humildad, de la renuncia a los bienes mundanos y el amor a todos los seres vivos.
El humano rebosa una dignitas infinita, noción humanista cristiana que Francisco acompañó en la Declaración Dignitas infinita sobre la dignidad humana. La dignidad existe en todo momento de una persona, más allá de sus circunstancias.
La dignidad de la persona es inalienable, y merecedora de respeto y amor. Francisco también rescató las palabras de San Pablo VI al cierre del Concilio Vaticano II en 1965, cuando habló de “un nuevo humanismo”. Esta postura defiende lo humano como valor permanente, aun en lo fluido contemporáneo como “era de lo líquido o de lo gaseoso”.
Francisco bregó por una iglesia de la Misericordia y de una aproximación a los pobres, y un ideal de justicia no contaminado por la violencia. (clarin.com)
Entre los preceptos o columnas fundamentales de su pontificado están, entre otros, el tema de la pobreza y la migración.
En su mensaje para la VIII Jornada Mundial de los pobres, el Papa Francisco señaló: “La oración del pobre sube hasta Dios (cf. Si 21,5). En el año dedicado a la oración, con vistas al Jubileo Ordinario 2025, esta expresión de la sabiduría bíblica es muy apropiada para prepararnos a la VIII Jornada Mundial de los Pobres, que se celebrará el próximo 17 de noviembre. La esperanza cristiana abraza también la certeza de que nuestra oración llega hasta la presencia de Dios; pero no cualquier oración: ¡la oración del pobre! Reflexionemos sobre esta Palabra y ‘leámosla’ en los rostros y en las historias de los pobres que encontramos en nuestras jornadas, de modo que la oración sea camino para entrar en comunión con ellos y compartir su sufrimiento.”
Para el Papa, “La peor discriminación que sufren los pobres es la falta de atención espiritual. La inmensa mayoría de los pobres tiene una especial apertura a la fe; necesitan a Dios y no podemos dejar de ofrecerles su amistad, su bendición, su Palabra, la celebración de los Sacramentos y la propuesta de un camino de crecimiento y de maduración en la fe. La opción preferencial por los pobres debe traducirse principalmente en una atención religiosa privilegiada y prioritaria.”