Our Changing Tastes, 1938
En el Palacio de Cultura Banamex - Palacio de Iturbide, Centro Histórico, Ciudad de México, se presenta la exposición "Miguel Covarrubias: Una mirada sin fronteras", con curaduría de Sergio Raúl Arroyo y Anahí Luna Velasco.
Exposición
Se exhiben 453 piezas que provienen de 38 colecciones nacionales y 13 colecciones internacionales. Es la exposición más importante, a nivel mundial, que se haya organizado para mostrar la obra de Miguel Covarrubias (Ciudad de México, 1904-1957) se organiza en 14 núcleos temáticos que recorren distintas etapas de su historia personal y profesional.
Se presentan, por primera vez, 20 dibujos inéditos que el artista realizó para ilustrar el libro Historia del pueblo mexicano, de Luis Chávez Orozco, donde aparecen personajes de las distintas etapas de la historia de México, que nunca se publicó.
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A continuación, por su valor e importancia, transcribo los textos que se encuentran en paneles de la exposición, que dan una ida acabada de la vida y la obra del artista:
A cerca de
Miguel Covarrubias (Ciudad de México, 1904-1957) fue el artista mexicano más polifacético del siglo XX. Su enorme talento plástico, el interés por entender el lugar que ocupa el arte en el mundo moderno, el empleo sistemático de medios y materiales industriales en su excepcional obra editorial, su participación central en proyectos antropológicos, arqueológicos, museológicos y de teatro y danza, así como su indeclinable sentido del humor, son los signos de una inteligencia que lo acompañó en cada uno de los capítulos de su vida. En la época posrevolucionaria, en la que un nacionalismo envolvente dominaba la cultura y la educación en México, Covarrubias supo mirar en profundidad a su país, pero también intentó comprender en forma abierta un mundo que se desplegaba más allá de los límites físicos y culturales de su territorio.
Después de un periodo formativo en la prensa nacional —desapegado de todo academicismo—, en 1923 llegó a Nueva York, la metrópoli en la que renovó la morfología de la caricatura-dibujo, por medio del empleo de líneas estilizadas, ondulaciones audaces y combinaciones geométricas, con una gran economía de trazos, y en la que concentró los rasgos de una vasta tipología de personajes que conformaban la sociedad estadounidense de la época. Sus retratos contribuyeron al reconocimiento de la imagen del movimiento New Negro, en el llamado Renacimiento de Harlem (Harlem Renaissance). A partir de 1930, se internó en la geografía del Pacífico y en la isla de Bali y realizó una de las labores etnográficas más luminosas de la época. Es allí donde estudió con afán el sentido ritual de las manifestaciones artísticas y religiosas de las comunidades locales, como testimonios de la condición humana.
A su regreso a México a finales de la década de 1930, convertido en uno de los ilustradores editoriales más notables del mundo, orientó su vitalidad creativa hacia la investigación del arte indígena y la arqueología, así como a la docencia, la museología y las artes escénicas. La agudeza intelectual que lo caracterizó, lo llevó a contribuir al conocimiento del arte prehispánico, con especial énfasis en la cultura olmeca, e hizo aportaciones sobre su origen e influencias en el orbe mesoamericano que han sido el cimiento de numerosas investigaciones. Esta exposición ofrece un panorama general de las diversas facetas creativas en que incursionó, con el propósito de reconocer el lugar central que debe ocupar en la historia del arte mexicano y más allá. Miguel Covarrubias fue un artista cosmopolita que no quiso ver en las fronteras el límite de lo humano.
Orígenes
Miguel Covarrubias Duclaud (Ciudad de México, 1904-1957) nació hacia el final del Porfiriato, en una familia de clase media alta. Su padre, José Covarrubias Acosta, era un ingeniero civil muy respetado entre científicos e intelectuales de la época. Durante el gobierno de Madero, fue director de Correos y, en 1920, Venustiano Carranza lo nombró director de la Lotería Nacional. Su afición por la pintura lo llevó a enseñarle a dibujar a su hijo Miguel, quien desde temprana edad dio cuenta de una gran destreza. Covarrubias era un alumno rebelde. A los catorce años dio por terminada su educación formal y comenzó a trabajar como delineante de mapas en la Secretaría de Comunicaciones y luego en redacciones periodísticas; de ahí surgió el mote de "Chamaco". Su inclinación por la bohemia en las calles del Centro de la ciudad, lo llevó a vincularse con artistas como Ernesto García Cabral, el Dr. Atl (Gerardo Murillo), José Clemente Orozco y Diego Rivera. Algunas de sus primeras colaboraciones gráficas en la prensa son un ejemplo formidable de la soltura de trazo y de una incisiva agudeza visual. De esa época, destaca su colaboración con Adolfo Best Maugard para ilustrar el Método de dibujo (1923), un libro dedicado a la enseñanza elemental del dibujo a partir del uso de motivos tomados del arte antiguo.
Tipos populares
La denominación tipos populares proviene especialmente de los cronistas y de los viajeros dela última etapa del virreinato, y mantuvo plena vigencia a lo largo del siglo XIX. El contenido de esta sección está determinado por dibujos de personajes—anónimos en su mayor parte— con los que se quiso caracterizar, de manera pintoresca, a los pobladores de distintos lugares del país. De este grupo de obras, sobresale la pintura El hueso, protagonizada por un personaje rural, de cuyo abrigo resalta un broche tricolor que exhibe su adhesión al partido oficial, fundado en 1929, un comentario mordaz relativo a la cultura política mexicana. Covarrubias pintó un hueso sobre el suelo para hacer alusión a un sistema que favorecía las filiaciones políticas por encima de las capacidades individuales.
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Harlem Renaissance
Instalado en Nueva York en 1923 y apoyado por José Juan Tablada y Adolfo Best Maugard, Miguel Covarrubias desplegó sus capacidades de dibujante y de ensayista plástico. En 1925 conoció a la bailarina Rosemonde Cowan Ruelas, a la que llamará más tarde Rosa Rolando. En plena ebullición del jazz, el mundo de la cultura afroamericana se convirtió en un laboratorio, donde el joven artista experimentó con materiales como el gouache y el óleo, y logró estilizaciones y retratos que lo vincularon con otros artistas de la época, como Archibald Motley, Palmer Haydeny Hale Woodruff. No es audaz decir que sus primeras incursiones etnográficas ocurrieron en Harlem, donde capturó el ambiente de los bares y los teatros. Negro Drawings (1927), su segundo libro publicado por la editorial Alfred A. Knopf, conforma un bello y singular universo que reúne obras con absoluta unidad estilística y conceptual. En esa atmósfera, cargada de naturalismo y humor, el joven Covarrubias realizó varias de sus obras maestras tempranas.
Destellos metropolitanos
Ya en pleno dominio de sus capacidades dibujísticas y de la aplicación del color en el diseño periodístico, Miguel Covarrubias se convirtió en una figura excepcional de la ilustración de revistas de gran tiraje que apuntalaban la modernidad neoyorquina (Vanity Fair, Vogue, The New Yorker, entre otras). En los albores de la era de la reproductibilidad técnica, su obra se asoció con los materiales que definían la industria editorial más avanzada. La materialidad de los recursos empleados —de manera clave, el gouache sintético y distintos elementos relacionados con la impresión gráfica de revistas— imprimió un fuerte peso a la contemporaneidad de su trabajo, ligada a métodos y vías de difusión de sus obras. Los dibujos-caricaturas-manifiestos que circulaban por el territorio estadounidense alcanzaron una enorme popularidad. Las "Entrevistas imposibles" (realizadas entre 1932 y 1936) muestran a un artista inserto por completo en la metrópoli ya un experimentador que interconectaba temas y caracterizaciones múltiples, que apuntaban hacia distintas latitudes y a un desarrollo intenso del proceso de comprensión de la diversidad cultural como valor fundamental de toda vertiente humanista, en que el humor fue un factor decisivo.
Nace un etnógrafo: Bali
En los primeros años de la década de 1930, Miguel Covarrubias y su esposa, la bailarina Rosa Rolando, viajaron en dos ocasiones a Bali, una pequeña isla volcánica del sureste asiático, en ese entonces bajo dominio colonial holandés. En su primera estancia, de nueve meses, para la celebración de su luna de miel, Covarrubias descubrió en Bali un mundo colorido y sensual habitado por poderosos dioses hinduistas y formas de vida tradicionales, muy distantes del mundo urbano del que provenía. Además delos intelectuales europeos que habitaban la isla, Gusti Alit Oka, un príncipe carpintero, y otros amigos balineses los introdujeron en la vida ritual y en las tradiciones artísticas. En 1933, regresaron a la isla, donde permanecieron doce meses, durante los cuales realizaron un intenso trabajo al documentar actividades en el ámbito del teatro y de la danza, así como las suntuosas ceremonias de cremación. La experiencia de estudiar de cerca una cultura ajena transformó al joven dibujante en etnógrafo. Su libro La isla de Bali (1937) marcó el inicio de una nueva etapa para Covarrubias como estudioso de las artes indígenas al desplegar su enorme capacidad para comunicar, por medio de imágenes y textos, los valores fundacionales de una cultura.
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El Pacífico en el centro
En 1939, Covarrubias produjo una serie de seis mapas murales para el pabellón principal de la Golden Gate International Exposition, de San Francisco, California, una feria cultural que celebraba la construcción del emblemático puente y consolidaba a la ciudad costera como puerta de expansión de Estados Unidos hacia el Pacífico. Un aspecto notable de esos mapas fue la ubicación del océano Pacífico en el centro de la composición, lo que permitió situar a la cuenca como un espacio dinámico e históricamente interconectado. En los mapas del Pacífico, Covarrubias concibió una geopolítica alternativa, también asociada afines educativos, que acompañó sus trabajos cartográficos subsecuentes. El proyecto también se relacionó con su participación en la icónica exposición sobre las artes de los Mares del Sur en el Museo de Arte Moderno de Nueva York(1946) y con el intercambio que realizó con el Field Museum de Chicago, entre 1948 y 1952, gestión que permitió a México adquirir la primera colección etnográfica de culturas del Pacífico y de América del Norte.
El rojo y la seda
Miguel Covarrubias visitó China en dos ocasiones, ambas como escala hacia su destino final: Bali. La primera ocasión, en 1930, fue breve pero significativa y le permitió reunir material para ilustrar el libro de Marc Chadourne, Chine (1931). Durante su segunda visita, en 1933, estableció amistad con artistas e intelectuales chinos, que conocían su trabajo gracias alas obras presentadas en Vanity Fair, las cuales gozaban de gran popularidad, hasta el punto de ser frecuentemente imitadas. Su interés por China persistió, lo que se manifestó en su compromiso político con la nueva China de Mao Zedong, así como en su filiación a la Sociedad Mexicana de Amistad con la China Popular, en 1953. De esa época, destaca su excepcional uso de la caligrafía de pincel para ilustrar la gran novela de la dinastía Ming, Shuihu zhuan, publicada bajo el título All Men Are Brothers, en 1948.
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El mapa como herramienta
La cartografía pedagógica de Covarrubias concebía los mapas como un instrumento visual para comprender las dinámicas culturales de distintos territorios. La exitosa fórmula que desarrolló para los mapas del Pacífico fue aplicada posteriormente en las representaciones geográficas de México y Estados Unidos. En las décadas de 1940 y 1950, Covarrubias atendió varias comisiones para hacer mapas murales sobre su país, los cuales abordaban distintas temáticas. De esa época, destaca la obra Geografía del arte popular en México, de 1951, un mapa-mural desmontable, creado para el recién inaugurado Museo Nacional de Artes e Industrias Populares y destinado a ofrecer una perspectiva relativa a la riqueza y la diversidad de las artes indígenas de la época, de la mano de sus creadores.
Tierra del sol
Entre 1926 y 1942, Covarrubias realizó más de una decena de viajes al istmo de Tehuantepec, con el interés de profundizar en la etnología, arqueología e historia de la región, y llegó a considerarla como el origen de las culturas mesoamericanas. Con enorme acuciosidad etnográfica, hizo acopio de información sobre los pueblos huaves, zapotecos y mixe-zoques. El resultado de esa larga investigación fue Mexico South: The Isthmus of Tehuantepec (1946), un libro profusamente ilustrado, con dibujos, mapas, y pinturas, que fue complementado con fotografías de Rosa Rolando. En el texto sobre la cultura zapoteca, Covarrubias esbozó una sociedad igualitaria, en cuyo orden social las mujeres mantenían un papel predominante. La suntuosidad y el cromatismo de los vestidos de las tehuanas son presentados como un componente fundamental de una cultura que continúa siendo fuente de afirmación identitaria.
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Juchitecas bailando el son, 1942
El águila, el jaguar y la serpiente
Este núcleo refiere uno de los más ambiciosos proyectos intelectuales de Covarrubias: una historia alternativa del arte americano en tres volúmenes, que presentaría un panorama general del arte indígena en el continente. Covarrubias empleó una división de tres grandes áreas: América del Norte (el águila), México y Centroamérica (el jaguar) y América del Sur (la serpiente). Su muerte prematura en 1957 sólo le permitió completar los primeros dos tomos, ilustrados con rigurosas y detalladas pinturas, numerosos dibujos a tinta, diagramas y mapas, que nos permiten vislumbrar, en una dimensión continental, la perspectiva histórica y la riqueza plástica del mundo indígena americano. En sus páginas abordó la posibilidad de contactos transpacíficos, un tema por el que nunca perdió el interés. El análisis de la forma y sus dibujos arqueológicos, creados con precisión milimétrica, nos permiten acercarnos a estas obras con la mirada de un polímata, alguien capaz de atender las preguntas que nos plantea el estudio de las culturas del pasado.
Otras formas, otros mundos
Hacia la década de 1940, las prioridades de Covarrubias se volcaron en el estudio de las artes indígenas de las Américas. La arqueología y el coleccionismo fueron los medios para aproximarse a la morfología y al pasado de las culturas indígenas. Covarrubias reunió una refinada colección de arte prehispánico, que utilizó principalmente como material de estudio. Su pasión se centró en el arte del periodo Preclásico, cuyos valores plásticos —de acuerdo con él— se caracterizaban por la "simplicidad y realismo sensual en las formas" (1946). Su tratado, una obra pionera sobre la estilización del arte olmeca, en el que observó "una enorme fuerza plástica", contribuyó a determinar la antigüedad de esta cultura en Mesoamérica muchos años antes del empleo del radiocarbono. Su colección, en la que destacan piezas de las culturas del Mezcala y de Tlatilco, a su muerte, fue donada por su familia al Museo Nacional de Antropología.
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La letra y la línea
El trabajo de Covarrubias como ilustrador de libros no debe verse de ningún modo como una labor de orden secundario. Se trata de una actividad peculiar, en la que sus imágenes no representan un complemento visual, sino una rigurosa labor que agrega valor interpretativo y conceptual a cada obra; entre otras cosas, a su potencial educativo. La imaginación de Covarrubias encontró en estas ediciones uno de los sitios más luminosos de su profesión. El horizonte narrativo y geográfico en el que se desplazaba el "Chamaco" resume un extenso panorama cultural donde se entrecruzan distintas regiones del planeta. Deja ver su idea de la unidad humana, así como las múltiples manifestaciones que enriquecen la existencia y la historia de los pueblos. Las ilustraciones son una prueba más de un cosmopolitismo ilimitado.
El relato y el cuerpo: teatro y danza
Miguel Covarrubias estuvo ligado de manera permanente al teatro y a la danza. Desde su participación en el espectáculo Noche mexicana (1921), planeado por Adolfo Best Maugard, y durante su larga estancia en Nueva York, mantuvo una vertiginosa actividad teatral y dancística —a la que le siguió su sistemático interés por documentar las celebraciones rituales balinesas—, que continuó en los proyectos de la última etapa de su vida como funcionario gubernamental. En 1953 fue nombrado coordinador de Danza del Instituto Nacional de Bellas Artes. Covarrubias trazó un largo arco de búsqueda en estas disciplinas, en las que también cobraron presencia Rosa Rolando y Rocío Sagaón (su primera y segunda esposa, bailarinas de profesión), con quienes participó en diversos proyectos. Fue diseñador de varias escenografías, entre las que destacan Antígona, Los cuatro soles y Tonantzintla, con coreografías de José Limón, y el ballet Zapata, encabezado por Guillermo Arriaga.
Retratos y humor: revelaciones
Uno de los géneros más frecuentados por Covarrubias fue el retrato, una línea que lo conecta con las tradiciones clásicas de la representación. Las aportaciones en este extenso segmento de su obra son de enorme importancia, ya que forman parte de una franja de artistas cuyo trabajo diluye las fronteras existentes entre el dibujo-caricatura, concebido por algunos como un arte menor, frente al arte consagrado. En este territorio creativo pone en juego un humor que adquiere diferentes matices y que se expande en la estilización de los dibujos al subrayar el carácter de los representados, pero sin recurrir a la degradación o a la burla descarnada, y al apelar siempre a recursos asociativos ligados al carácter y a la identidad social de los retratados. Mediante una amplia tipología de personajes, Covarrubias desarrolló un inquietante inventario de imágenes, en el que despliega una imaginación visual a toda prueba, así como un virtuosismo plástico que da cuenta de la voluntad de profundizar en el sentido de su trabajo como detonador de la comprensión del presente.
Comentario
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La exposición es extraordinaria y los son también la cantidad y la calidad de las obras. Es un gran trabajo la curaduría de Sergio Raúl Arroyo y Anahí Luna, que han podido reunir obras de 51 colecciones públicas y privadas de México y Estados Unidos. Para hacer posible esta muestra se une a Fomento Cultural Banamex A.C., la Fundación Diez Morodo.
Esta exposición, la más importante a nivel mundial que se ha montado de Covarrubias, es, se puede decir, total. Están todas sus épocas y los temas sobre los que trabajó. Podemos ver su obra como caricaturista, ilustrador, pintor, antropólogo, etnólogo, arqueólogo, historiador y diseñador de escenarios teatrales.
La muestra deja constancia del lugar central que ocupa en la historia del arte mexicano y más allá. Covarrubias fue un artista cosmopolita que quiso ver el mundo sin los límites de las fronteras.
El título de la exposición "Miguel Covarrubias. Una mirada sin fronteras", subraya esa vocación del artista, al tiempo que explora la vida y obra de este creador mexicano que rompió moldes y cruzó fronteras entre disciplinas: del arte a la antropología, del teatro al diseño editorial, de la ilustración a la arqueología.
La exposición, con una muy buena museografía, permite asomarse a la mente inquieta y brillante de Covarrubias, un artista que supo observar el mundo con agudeza y empatía. El y la curadora proponen una mirada fresca y multidisciplinar que invita a descubrir a Covarrubias no solo como un gran artista, sino como un puente entre distintos mundos.
Sergio Raúl Arroyo, curador de la muestra, dice de Covarrubias que "un personaje excepcional que se movió con una gran independencia en un mundo en el que dominaban las presiones del nacionalismo", por lo que consiguió "nunca insertarse en la Escuela Mexicana de Pintura".
Y agrega que "hay una palabra que (define a Covarrubias) no sé si la usó Adriana Williams o Silvia Navarrete: es un artista chocarrero que es justamente la idea de alguien que no va a aceptarlo dado, alguien que, a pesar de que las cosas están puestas en la mesa para que se despliegue un cierto tipo de arte, las rechaza".
Gocé mucho la exposición y también aprendí mucho sobre la vida y la obra de Covarrubias. Los textos de los paneles son muy buenos y dan mucha idea, y son una muy buena guía para recorre la exposición. Esta es una de las grandes muestras que ha montado Fomento Cultural Banamex, en este su palacio del arte.
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Uno de los seis mapas murales de Covarrubias, titulado Mural de las Artes, se perdió desde 1940 y hasta la fecha se desconoce su paradero. Anahí Luna dice que: "Fue robado en algún momento de 1940, cuando cerró su exposición en el Museo Nacional de Historia Natural (...) en el trayecto de Nueva York a San Francisco".
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Dos colecciones, por razones diversas, no prestaron sus obras para esta muestra: Harry Ransom Center, Universidad de Texas, Austin, y la Universidad de las Américas Puebla (UDLAP).
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