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Dos Bocas

Rubén Aguilar Valenzuela
La única manera de entender la construcción de la refinería de Dos Bocas es como un gran proyecto político-comunicacional. Es muy arriesgado y costoso, también irresponsable, pero en la lógica del presidente es una acción que en la relación costo-beneficio le ofrece grandes rendimientos.

En la comparecencia mañanera del 10 de mayo el presidente situó la construcción de la refinería al mismo nivel que la expropiación petrolera del presidente Cárdenas (1934-1940). Nada más lejano, pero así lo dijo y es el discurso se propone posicionar. De inmediato entre los suyos va a tener éxito.

Con los elementos que tengo, me puedo equivocar, afirmó que se trata de una puesta en escena, que el presidente tenía muy bien pensada. El primer acto es la invitación que se hace a las cuatro empresas más importantes a nivel mundial en construcción de este tipo de obras, para participar en una licitación restringida.

Es parte del primer acto el imponer a los participantes una serie de condiciones que se sabe no pueden cumplir: un costo de no más de 8 mil millones de dólares y un tiempo de entrega de tres años.

El segundo acto es que las empresas digan, eso se esperaba, que no pueden cumplir con las condiciones. Con el primer y segundo acto dan las bases, para la escenificación del tercer acto. El presidente anuncia que la obra la hará Pemex y la secretaría de Energía. Y asegura que los mexicanos podemos. Y remata con el "me canso ganso".

En las comparecencias mañaneras del 9 y 10 de mayo tiene lugar el cuarto acto, es el más importante. Se plantea la construcción de la refinería de Dos Bocas como una gesta heroica e histórica del pueblo de México. La sitúa, como ya se dijo, de la misma dimensión de la gesta del general Cárdenas en 1936.

En adelante van a seguir muchos actos, pero ya todos derivados del cuarto. Sus simpatizantes, desde ya, no solo le compran la idea de la gesta heroica, sino que ya se sienten parte de la misma.

Las líneas del discurso y de la comunicación son muy claras: Los mexicanos podemos; el general Cárdenas lo hizo cuando todo el mundo lo dejó solo y sacó adelante la expropiación petrolera; este gobierno también lo va a poder hacer con el apoyo de todos; el futuro de México depende de Pemex y la construcción de Dos Bocas.

Esta obra de teatro, construida con cuidado por el presidente, tiene como antecedente inmediato la que diseñó en el caso del desabasto de la gasolina, que se da por error del gobierno, que convierte en la gesta histórica de la lucha contra el huachicol.

La gesta de la construcción de Dos Bocas tiene muchas ventajas y posibilidades políticas y de comunicación. Da para exacerbar el nacionalismo primitivo al que es tan propenso una buena parte de la sociedad; está la posibilidad de la comparación con el general Cárdenas y está el que la obra se puede ver a cada metro que avance la construcción.

El presidente todos los meses se hará presente en Dos Bocas, que se convierte en la obra emblemática de su gobierno, y desde ahí lanzará discursos incendiarios y motivacionales. Los mexicanos podemos; este es el mejor gobierno de la historia de México; el país se transforma.

Lo más importante de todo, eso es lo que quiere, es contar con un sólido pretexto político-comunicacional, para cubrir o esconder todos los fracasos de su gobierno. No importa que no se haga esto o aquello y tampoco que no se cumplan los compromisos contraídos. Los mexicanos estamos construyendo Dos Bocas. Aquí se juega el futuro de la patria.

@RubenAguilar

En la guerra la vida sigue

Rubén Aguilar Valenzuela

Arrancad las semillas, fusilad a los niños (Editorial Anagrama, 2017) es la primera novela de Kensaburo Ōe (1935). Se publica en 1958 en Tokyo.

En ese entones tiene solo 23 años. En 1976, Ōe fue profesor visitante en el Colegio de México y en 1994 gana el Premio Nobel de Literatura.

La acción se sitúa en la II Guerra Mundial y en una región que recuerda a la de Shikoku en la que Ōe pasó u infancia. Ahí las autoridades llevan a refugiarse a 15 adolescentes que están recluidos en un reformatorio.

La historia la cuenta uno de los muchachos que son evacuados hacia una lejana aldea en las montañas. Ahí van a estar mientras termine la guerra. Deben hacer el trabajo que les asigne la comunidad.

Al llegar a la aldea encuentran que ésta sufre afectada por la peste. Hay montones de animales muertos en estado de putrefacción.

A solo días de la llegada de los jóvenes, que no son bien recibidos, sus habitantes huyen de la peste y se trasladan a un pueblo vecino.

Antes de partir bloquean la salida de la aldea, para evitar que los muchachos huyan. Ahí los dejan abandonados a su suerte. Pueden morir con la peste.

Al grupo se añade un joven coreano de nombre I, un desertor del Ejército al que se busca, y una niña que fue abandonada en la aldea tras la muerte de su madre.

Ante la situación, los muchachos organizan su vida y tratan de sacar el mejor provecho de los que les toca vivir. I les enseña a cazar aves y realizan un concurso.

El narrador, que tiene un hermano menor que él, se enamora de la niña y vive por primera vez la experiencia del amor. Ella está enferma y él la cuida.

La niña se pone cada vez más mal y el soldado, que tiene conocimientos de medicina, la atiende. Al final muere. El hermano del narrador tiene un altercado y huye hacia el bosque.

En los días que los aldeanos dejan el pueblo los muchachos lo han hecho suyo, Se meten a las casas, para sacar comida. Duermen en ellas. Ellos son ahora sus dueños. La aldea es suya.

Los aldeanos regresan cuando piensan que ha pasado el peligro. Al ver que los muchachos han entrado a sus casas se molestan. Se portan muy agresivos con ellos.

Ahora los aldeanos tienen miedo que cuando vengan las autoridades del reclusorio los muchachos les digan que fueron abandonados en la aldea.

Los aldeanos asesinan al desertor y presionan a los jóvenes, para que no vayan a decir nada. Ellos están hambrientos. Les ofrecen comida a cambio de no decir nada.

Uno a uno de los muchachos va cediendo. Solo uno se resiste y es el narrador. El jefe de la aldea le dice que lo van a sacar del pueblo, para que se vaya.

En una pequeña camioneta lo sacan, la intención es asesinarlo. Él se escapa. Sabemos que está vivo porque pudo contar esta historia.

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Arrancad las semillas, fusilad  los niños
Editorial Anagrama
Barcelona, 2017
pp. 183

Versión originalMemushiri kouchi, Kosansha Internacional, Tokio, 1958. La traducción del japonés al español es de Miguel Wandenberg. La primera edición en español es de 1999. 

La otra estafa maestra

Rubén Aguilar Valenzuela


La gran apuesta (Estados Unidos, 2015) es una película del director estadounidense Adam McKay que, junto con Chales Randolph, construyen el guión a partir del libro escrito por el periodista económico Michael Lewis, La gran apuesta: Dentro de la máquina del Juicio Final.

El texto narra como a principios de 2008 cuatro financieros, que no se mueven en las alturas de Wall Street predicen, cada uno por su cuenta, antes que nadie, que el sistema financiero norteamericano va a reventar a partir del problema que se crea con las hipotecas.

Los cuatro financieros son Michael Burry (Christian Bale), que es el único que en la película conserva su nombre real; Mark Baum, que se basa en la historia de Steve Eisman (Steve Carell); Jared Vennett, que en la vida real es Greg Lippmann (Ryan Gosling) y  Ben Rickert, que se llama Ben Hockett (Brad Pitt).

La película reconstruye cómo y porqué se produjo la caída del mercado hipotecario estadounidense. Los bancos propiciaron la crisis. Al inicio de la película hay una cita de Mark Twain: "Lo que nos crea problemas no es lo que no sabemos, es lo que sabemos con certeza y no es así". Que sintetiza la tesis del argumento. El exceso de confianza y la arrogancia, de todos los que piensan que saben lo que hacen, es lo que conduce al colapso hipotecario y financiero.

Los cuatro financieros marginales al gran sistema financiero tienen motivaciones diferentes. Unos quieren golpear al sistema y otros aprovecharse de él. Los cuatro, aunque en un momento están a punto de perderlo todo, terminan por enriquecerse producto de la situación que habían predicho. Para uno de ellos hacerse del dinero es contradictorio con su visión del sistema, pero termina por ceder.

La película aborda un tema complejo de gran importancia y lo hace muy bien. Es una aguda crítica al sistema financiero de Estados Unidos y al gobierno que permitió las cosas sucedieran. A pesar de la agilidad de la película y del esfuerzo de simplificar la problemática financiera hay momentos que no terminé de entender todas las explicaciones.

Las actuaciones son buenas y el juego de imágenes la hace muy atractiva. La cámara juega con libertad y se mueve de un lado a otro. El inserto en pantalla de frases y textos funciona muy bien. En 2016, la película fue nominada a cinco premios Oscar, por mejor película, mejor director, mejor actor de reparto, mejor guion adaptado y mejor montaje.
 
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La gran apuesta
Título original: The big short
Producción: Estados Unidos, 2015

Dirección: Adam McKay
Guión: Adam McKay y Charles Randolph, sobre un libro de Michael Lewis.
Fotografía: Barry Ackroyd
Música: Nicholas Britell
Con: Christian Bale, Steve Carell, Ryan Gosling, John Magaro, Finn Wittrock, Brad Pitt.

Las marchas

Rubén Aguilar Valenzuela
El pasado domingo cinco de mayo hubo marchas en contra del presidente López Obrador y su gobierno en la Ciudad de México, Monterrey, Guadalajara, Puebla, Veracruz, Aguascalientes, Toluca, Tampico, Querétaro, Hermosillo, Saltillo, León y Guanajuato.

La más concurrida fue la de la capital del país donde participaron 15,000 ciudadanos. Los reportes de prensa hablan de que en las otras doce ciudades se reunieron solo cientos de personas. Todas los que asistieron fueron convocados a través de las redes sociales.

En la comparecencia del lunes seis de mayo el presidente no descalificó a las marchas, como se esperaba, y dijo que su gobierno respetaba el derecho a la libre manifestación y que él mismo en muchas ocasiones, en la oposición, había marchado en protesta.

Es la reacción que se espera de un presidente de una sociedad democrática, pero no ha sido la tónica en estos primeros cinco meses de su gobierno en los que siempre ha descalificado a los opositores a quienes califica de conservadores, neoliberales o fifís.

Las marchas del domingo resultan algo nuevo desde que el presidente y su partido llegaron al poder. Es una primera reacción de un sector de la sociedad que no está de acuerdo con la manera de gobernar del presidente. Rechaza sus formas y también el contenido de sus propuestas.

Semanas atrás una acción de este carácter parecía imposible ante los altos niveles de popularidad del presidente. La gente que asistió a las marchas lo hizo porque quiso. Nadie fue acarreado. Y esto en independencia de quien pudo estar atrás de la invitación en las redes sociales.

Hay un importante sector de la sociedad mexicana, que va en ascenso, que se siente maltratada por lo que dice el presidente y no está de acuerdo con su manera de gobernar. Piensan que hay un retroceso en la vida institucional y democrática del país. Ese grupo ha perdido el miedo a manifestarse.

Lo que anima a ese grupo a salir a la calle y decir lo que piensan es que ven que las cosas van mal en el país. Me he entrevistado con algunos de los que asistieron y plantean que ante el actual estado de cosas y la debilidad de los partidos de la oposición, para enfrentarse al gobierno, lo que queda es que la ciudadanía se organice y haga valer.

Las manifestaciones en las 13 ciudades donde tuvieron lugar fueron pacíficas y en ningún caso hubo conflictos. Habla de un tipo de manifestantes. Es temprano para decir si las marchas del pasado domingo son un quiebre y el inicio de nuevas protestas ante un gobierno que al paso de los días se ve incapaz de ofrecer resultados.

En la medida que el presidente siga pensando que se puede gobernar a través de confrontarse con los que no piensan como él y que basta prometer que pronto todo será mejor, sólo porque él gobierna, es muy probable que siga creciendo el número de los inconformes y con ellos el de los manifestantes.

@RubenAguilar

AMLO: Opinión publicada y opinión pública

Rubén Aguilar Valenzuela

Hasta ahora las comparecencias mañaneras garantizan que el presidente esté presente en los medios y se hable de él. No hay duda de que su estrategia de comunicación le permite ser parte, de lunes a viernes, de la opinión publicada.

Ahora no hay evidencia sólida de que sus comparecencias le estén permitiendo generar opinión pública. Después de cinco meses de estar todos los días en los medios, hay elementos que indican no lo está logrando.

Estar presentes todos los días en los medios puede ser algo positivo, pero también negativo. En estos meses todos los días lo dicho por presidente abre frentes, para la crítica del círculo rojo, pero también de grupos que se arrepienten de haber votado por él.

Para una mitad del electorado las comparecencias del presidente ofrecen un material muy rico, para la crítica que se hace presente en las redes sociales. Si el presidente no tuviese esa actividad tendrían menos elementos, para ser cuestionado.

En la medida que pasan los días se hace evidente que el presidente ofrece cada vez menos información de interés, para los medios nacionales e internacionales. A esto se añade que los grupos afines al presidente ven cada vez menos sus comparecencias mañaneras.

Los medios saben que el presidente, cada mañana, dice por lo menos siete mentiras, aunque nos las denuncien, y que en las últimas cinco semanas, cada día, ha hecho 34 afirmaciones que no es posible constatar si son verdad o mentira. Las comparecencias no son fuente creíble de información. El propio presidente ha desacreditado ese espacio.

Los simpatizantes del presidente están ganados a su causa sin las comparecencias. Se alimentan de otras fuentes: el rechazo a los gobiernos anteriores, el sentirse partícipes de un proyecto, la esperanza de que ahora todo va a ser mejor y la idea de que por fin un gobierno les hará justicia.

La comparecencia, que genera opinión publicada, pero no necesariamente opinión pública, parece responder más a una necesidad del presidente. Él quiere oírse hablando de su misión y de lo extraordinario y distinto que es frente a cualquier otro político. Le gusta escucharse.

Para el presidente la comparecencia también es el espacio, semejante al púlpito del sacerdote o el pastor, desde donde predica, en una posición de ventaja, él tiene el micrófono, en contra del pecado, pero sobre todo de los pecadores que considera son los enemigos de su misión.

En la medida que pasan los meses, pienso las comparecencias mañaneras tienen una rentabilidad política y comunicacional decreciente para el presidente, incluso le hacen daño, pero son indispensables para él y su psicología. Necesita oírse así mismo.

Requiere de un púlpito y una audiencia, no importa su número, para fustigar, en su afán de pasar a la historia como el mejor presidente que haya tenido México, al pecado, del cuál él es inmune, y a los pecadores. Él siempre los sabe reconocer.

@RubenAguilar 

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