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CAPITALES: ¿En verdad fue un logro del gobierno federal que el petróleo haya pasado de $0 a $40 dólares?

Francisco Treviño Aguirre

En el marco del Segundo informe de Gobierno del presidente López Obrador, se menciono como un logro del Gobierno que el petróleo haya recuperado valor después de haber llegado a mínimos históricos el pasado lunes 20 de abril de este año. Nada mas lejano de la verdad, así como tampoco es culpa del gobierno que el hidrocarburo hay perdido todo su valor económico ese día. Vamos por partes: durante la pandemia del COVID 19, las empresas y la sociedad hemos estado en cuarentena, confinamiento o como usted le quiera llamar. Esto ha ocasionado que el consumo de todos los bienes se vea drásticamente disminuido por la falta de actividad. En el caso del petróleo este opera con precios de referencia para entrega a futuro, es decir, el petróleo que se comercializaba en abril sería entregado en mayo dentro del mercado que así se rige a nivel internacional. Ahora bien, debido a la alta producción de petróleo en el mundo, las localidades destinadas a su almacenamiento se encontraban al tope, por lo que quienes están a cargo de su comercialización no querían quedarse con petróleo donde simplemente no había donde almacenarlo. Para entender un poco mas este tema, es necesario especificar que el precio del crudo se rige a través de la oferta y demanda, cuando hay mayor requerimiento del producto, se supera la oferta de este y hace que su valor se incremente.

Adicionalmente en el mercado del petróleo, se llevan a cabo contratos a futuro, por lo que el precio se incrementa debido a la necesidad de satisfacer este mercado a futuro o bien, optimizar la cartera de inversión. Algo que se debe considerar también es la situación geopolítica de los países productores, ya que, si existen conflictos armados o crisis políticas, el efecto de estas situaciones golpea de manera directa el precio del petróleo como ocurrió en 1991 durante la guerra del Golfo, en este caso el precio sufre una fuerte caída debido al incremento en la producción y la poca demanda existente debido a la situación que imperaba en la región durante ese momento. En el caso de México, aún y cuando el precio del barril de petróleo ronde los 40 dólares, este no llega aún a su punto de equilibrio. Para que sea rentable extraer y vender petróleo en México, el precio del barril deberá ser superior a los 45 dólares, de lo contrario se está perdiendo dinero. Según datos de PEMEX, en 2019 el costo de extracción de un barril de petróleo fue de 14.2 dólares.

Si a este monto solo le sumamos solo los impuestos que tiene que pagar (30%, es más, pero cerrémoslo en eso) y los intereses sobre la deuda que asciende a 106 mil millones de dólares (considerando una tasa de interés del 5% anual, sin incluir pagos a capital) solamente en estos conceptos se pagan por barril de petróleo 33.6 dólares, tomando como referencia una producción de 1 millón 850 barriles diarios (según datos de PEMEX a Julio 2020). A este monto se tendrá que incluir los costos administrativos, lo que se paga de pensiones a extrabajadores, las cuotas del sindicato, prestaciones y por último el pago de capital de la deuda (por ahí se escapan otros conceptos, pero con estos considerados ya tenemos un número aproximado). Por tanto, repetimos, no es un logro del gobierno llegar de 0 a 40. Lo que si vale la pena es considerar seguirle invirtiendo dinero del gobierno a una empresa que solo genera pérdidas y que financieramente está muerta, el tratamiento debería de ser diferente.

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CAPITALES: Las mega tendencias y su impacto posterior a la pandemia

Francisco Treviño Aguirre

Hace algunos años cuando nos referíamos al termino Mega tendencias, se visualizaba como el futuro iba a remodelar estas actividades de manera paulatina y enfocada a situaciones que sufrirían una transformación poco a poco. Las ciudades inteligentes, la educación a distancia, la economía circular, y la revolución digital eran conceptos que, si bien se encontraban llevando a cabo un desarrollo importante, estos se estaban implementando conforme la sociedad y el sector productivo lo iban demandando. Pero el mundo cambio a partir de marzo del 2020. La pandemia de COVID-19 ha llevado a los sistemas de atención médica a un punto de ruptura, ha puesto a gran parte de la economía mundial en una pausa indefinida y ha reformado radicalmente las normas e interacciones sociales. De repente llegaron tendencias que parecían lejanas, socavando los supuestos establecidos y dejando a los gobiernos luchando por formular modelos y enfoques comerciales que aborden un entorno económico, social y político muy diferente. Entonces, ¿cómo le da sentido a esta realidad emergente? Durante mucho tiempo hemos advertido que la disrupción no proviene únicamente de las tecnologías y los modelos comerciales; también puede desencadenarse por situaciones políticas, alteraciones climáticas o, en este caso, una pandemia. Por tanto, en este año este enfoque es más importante que nunca. Comprender dónde estamos hoy requiere comprender dónde hemos estado. Desde la Segunda Guerra Mundial, la economía mundial ha estado, en términos generales, en una curva de crecimiento basada en una ola de globalización, adopción de tecnologías de la información y extracción de recursos naturales durante décadas. El desarrollo significó crear valor basado en un alcance, escala y eficiencia cada vez mayores, buscando alcanzar el liderazgo del mercado global. Esto estableció ventajas competitivas defendibles a largo plazo. Pero a medida que el sistema maduraba y el crecimiento decaía, una economía global construida sobre una producción sin restricciones de “tomar-hacer-desperdiciar” produjo resultados sociales, ambientales y comerciales cada vez más insostenibles. La pandemia aceleró abruptamente la transición a una nueva curva. Nos ha movido, casi de la noche a la mañana, hacia un nuevo reinicio global, haciendo posible lo que antes era impensable. El trabajo remoto se ha generalizado con empleados igual o más productivos, y las empresas ahora están considerando eliminar las sedes corporativas. El futuro de la educación en las escuelas está emigrando después de un cambio abrupto hacia el aprendizaje virtual. Los cambios que habían sido esporádicos o resistidos se han implementado por necesidad, demostrando de repente ser más efectivos y sostenibles. Muchos probablemente aguantarán, pero algunos otros no. En este sentido, los “guiones originales” tenderán a adecuarse a una realidad que utiliza el estado actual como punto de partida. La pandemia de COVID-19 aceleró las mega tendencias globales, empujando al mundo hacia una nueva curva de crecimiento. Este reinicio global creó una apertura para el cambio que parecía impensable hace unos meses, incluida la oportunidad de mejorar el mundo posterior a la pandemia.

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CAPITALES: La inteligencia artificial y la inclusión laboral

Francisco Treviño Aguirre

 Una nueva visión en el ámbito laboral se vislumbra con las aplicaciones de inteligencia artificial. Según el Foro Económico Mundial, para el año 2050 el 52 por ciento de las horas laborales que se llevan a cabo actualmente, serán ejecutadas por máquinas. Para el año 2030, predicen que las tecnologías que implican inteligencia artificial reemplazarán 800 millones de puestos de trabajo en todo el mundo. Pero lejos de visualizar esta proyección como una amenaza, se espera que la tecnología genere nuevos empleos durante la próxima década, pero un hecho igualmente importante (y a menudo pasado por alto) es que la inteligencia artificial presenta una oportunidad para comenzar una carrera más inclusiva desde el punto de vista socioeconómico. Si la inteligencia artificial se convierte en una gran fuente de experiencia y análisis de investigación, las personas deberán adaptarse y cambiar sus habilidades para seguir siendo empleables. Un informe reciente publicado por IBM calificó la adaptabilidad como la habilidad más importante que consideran los ejecutivos para contratar a alguien. Además, a medida que la tecnología continúa avanzando, es importante considerar que nuestras habilidades técnicas continúan depreciándose en aproximadamente un 50 por ciento cada cinco años. Como resultado de todos estos cambios, tendremos que mejorar las habilidades y tener la capacidad de aprender y desaprender durante la mayor parte de nuestra vida laboral. Esto cambia la fórmula de la educación inicial de una edad temprana a una vida de aprendizaje continuo. También coloca a la adaptabilidad como eje central en un ámbito laboral. En ocasiones no es tan importante contar con algún titulo universitario en un sector específico, pero si tener la capacidad de poder desarrollar una actividad de manera eficiente, y esto se logra con una capacitación y experiencia que se puede adquirir con el tiempo. Hay muchos profesionistas en un área específica que se desarrollan en otros sectores de manera eficiente. Es un hecho que los títulos universitarios seguirán teniendo un peso específico importante, pero esta realidad llevará a reajustar la infraestructura de evaluación en la adecuación de los puestos laborales. Sin embargo, las rutas que no incluyen un título universitario de cuatro años también se incluirán en la evaluación de adecuación al trabajo a medida que las habilidades se vuelvan centrales. Esto puede dar lugar a oportunidades más inclusivas para el desarrollo profesional. La adopción de tecnologías avanzadas en la población económicamente activa revolucionará el trabajo. De hecho, nuestra propia definición de lo que significa trabajar puede cambiar. La forma en que los gobiernos y los empleadores respondan a estos cambios tendrá un gran impacto en si esto se traduce en beneficios positivos para más personas. Tenemos el potencial para construir un futuro que funcione para más personas de lo que se hace actualmente, y depende de nosotros hacerlo realidad. Sin embargo, tener una infraestructura de evaluación más inclusiva y adecuada para el trabajo no sucederá automáticamente. Hay muchos desafíos que los gobiernos y los empleadores tendrán que superar, así como importantes acciones que deberán tomar.

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CAPITALES: Tras la pandemia: cuando lo único constante es el cambio.

Francisco Treviño Aguirre

 Después de vivir varios meses esta pandemia mundial, las organizaciones están redefiniendo sus expectativas a corto y mediano plazo. De la noche a la mañana, muchos sectores sufrieron cambios más por necesidad que por alguna planeación. Se incremento el trabajo desde casa haciendo uso más eficiente de su tiempo y adaptándose a la tecnología que si bien mucho tiempo estuvo disponible, pocas veces se utilizaba.  las escuelas tuvieron que adaptarse a medios de comunicación que en gran parte no estaban preparadas para hacerlo. Los comercios tuvieron que hacer uso de servicios de entregas diseñando estrategias sobre la marcha. El impacto en el sector productivo será brutal en los próximos meses, cuando de manera paulatina se incorporen a incrementar la operatividad, ya que tomará mucho tiempo llegar a los índices operativos que se tenían antes de la pandemia. Estos escenarios ofrecen una visión de una nueva era de aceleración que está tomando forma, en la que las empresas más adaptables corren hacia adelante para rediseñar estrategias y operaciones en semanas en lugar de años. Muchas de estas estrategias se encontraban dentro de la planeación al mediano plazo, figurando en las listas de tareas pendientes de los ejecutivos; ahora, están siendo rápidos. Una característica definitoria de la tan discutida nueva normalidad en los negocios es la velocidad: las decisiones se están haciendo a un ritmo que antes se creía imposible. El tremendo impacto económico y de la salud pública de la pandemia del coronavirus ha elevado el estándar mundial para la eficiencia y la innovación. El mundo no puede volver mágicamente a cómo eran las cosas antes. Las empresas resilientes que encuentran el éxito en el futuro serán aquellas que pueden seguir girando sus recursos económicos tan ágilmente como lo han hecho durante los primeros meses de la pandemia. Este cambio está generando una nueva generación de empresas, más capaz de prosperar en la incertidumbre con un sentido de propósito más claro y amplio. Los ejecutivos podrán seguir motivando a su personal en torno a un objetivo común incluso después de la crisis de salud y a través de dificultades económicas. Se recalibrarán rápidamente en respuesta a mega tendencias, se expandirán más allá de las áreas de negocio tradicionales a través de asociaciones y mejorarán su desempeño a lo largo de métricas ambientales, sociales y de gobernanza más amplias. Moverse rápido requerirá adaptarse a los nuevos estándares con mayor velocidad que los competidores, y las empresas a la vanguardia están ajustando sus expectativas de rentabilidad. Las empresas que ya han reevaluado sus operaciones para obtener puntuaciones sólidas de sostenibilidad ahora tienen una ventaja competitiva. La pandemia del coronavirus ha desencadenado el tipo de cálculo económico que ocurre tal vez una vez en un siglo. Se necesitarán enormes innovaciones y avances para reactivar la economía mundial. Junto con ella, los supuestos previos de cómo se deben llevar a cabo los negocios tendrán que ser analizados y examinados para lograr una adaptación a las tendencias de la llamada nueva normalidad.

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CAPITALES: La economía de México más allá del petróleo

Francisco Treviño Aguirre

Hay experiencias en la historia de México y ciertamente en las de otros países, que sirven como recordatorios de que construir una economía altamente dependiente de los hidrocarburos no es, a largo plazo, la más inteligente de las decisiones. El auge del petróleo en la década de los años 70´s y principios de los 80´s y la crisis social y económica resultante dejaron a los responsables políticos con valiosas lecciones que, considerando la situación actual en torno al papel de la industria petrolera en México, no deben pasarse por alto. En aquel entonces, los recursos de hidrocarburos alentaron al gobierno a apostar por el desarrollo y la expansión de la industria petrolera. Hacerlo parecía un paso lógico, ya que muchos creían que el crecimiento basado en recursos petroleros era el camino hacia la prosperidad. La tasa de crecimiento económico de México, que promedió 8.4 por ciento entre 1978 y 1981, ayudó a sostener este argumento. Derivado de una inadecuada gestión, una creciente deuda externa y condiciones internacionales desfavorables (tasas de interés más altas y precios más bajos del petróleo) así como una visión a corto plazo, envió a la economía a colapsar en 1982. Para entonces, la economía del país se sostenía en gran medida del petróleo. Las exportaciones del hidrocarburo representaban el 77.6 por ciento del total nacional, frente al 15.4 por ciento en 1976, mientras que el crecimiento económico cayó al -0.6 por ciento.  

En consecuencia, quedó claro que la riqueza proveniente del hidrocarburo no podía detener la caída económica y no era suficiente para impulsar el crecimiento durante el resto de la década. Actualmente, es difícil no ver cierto parecido entre la política actual de México y el enfoque de hidrocarburos que prevaleció a finales de los años 70´s y principios de los 80´s, a diferencia que ahora las reservas de petróleo probadas están diezmadas y Pemex se ha convertido en una máquina de perder dinero en vez de generarlo. Tan solo en el primero semestre de este año, Pemex ha perdido 606 mil millones de pesos, y su deuda se agravó en un 24.1 por ciento respecto al cierre de 2019, superando los 2 mil millones de pesos, o 107 mil millones de dólares. Han pasado casi 2 años desde que López Obrador tomó protesta como presidente de México, y su intención de hacer de Pemex la columna vertebral para la generación de ingresos en el tema de hidrocarburos, simplemente no ha sido efectiva. Adicionalmente existe un gran descontento hacía las políticas económicas del gobierno federal al marginar la inversión privada en este sector y en algunos otros como lo fue el caso de Constellation Brands en Mexicali. Tal parece que las experiencias pasadas no han dejado ninguna lección a la actual administración federal que espera lograr sus metas económicas basadas en una estrategia de explotación del petróleo sustentada en Pemex. El ejecutivo federal está convencido de que su programa de energía puede ayudar a México a navegar hacia un futuro próspero muy necesario, pero parece subestimar que el entorno económico actual es mucho más complejo y Pemex, el instrumento para superarlo, está más débil que nunca.    

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