Francisco Treviño Aguirre

Hay experiencias en la historia de México y ciertamente en las de otros países, que sirven como recordatorios de que construir una economía altamente dependiente de los hidrocarburos no es, a largo plazo, la más inteligente de las decisiones. El auge del petróleo en la década de los años 70´s y principios de los 80´s y la crisis social y económica resultante dejaron a los responsables políticos con valiosas lecciones que, considerando la situación actual en torno al papel de la industria petrolera en México, no deben pasarse por alto. En aquel entonces, los recursos de hidrocarburos alentaron al gobierno a apostar por el desarrollo y la expansión de la industria petrolera. Hacerlo parecía un paso lógico, ya que muchos creían que el crecimiento basado en recursos petroleros era el camino hacia la prosperidad. La tasa de crecimiento económico de México, que promedió 8.4 por ciento entre 1978 y 1981, ayudó a sostener este argumento. Derivado de una inadecuada gestión, una creciente deuda externa y condiciones internacionales desfavorables (tasas de interés más altas y precios más bajos del petróleo) así como una visión a corto plazo, envió a la economía a colapsar en 1982. Para entonces, la economía del país se sostenía en gran medida del petróleo. Las exportaciones del hidrocarburo representaban el 77.6 por ciento del total nacional, frente al 15.4 por ciento en 1976, mientras que el crecimiento económico cayó al -0.6 por ciento.  

En consecuencia, quedó claro que la riqueza proveniente del hidrocarburo no podía detener la caída económica y no era suficiente para impulsar el crecimiento durante el resto de la década. Actualmente, es difícil no ver cierto parecido entre la política actual de México y el enfoque de hidrocarburos que prevaleció a finales de los años 70´s y principios de los 80´s, a diferencia que ahora las reservas de petróleo probadas están diezmadas y Pemex se ha convertido en una máquina de perder dinero en vez de generarlo. Tan solo en el primero semestre de este año, Pemex ha perdido 606 mil millones de pesos, y su deuda se agravó en un 24.1 por ciento respecto al cierre de 2019, superando los 2 mil millones de pesos, o 107 mil millones de dólares. Han pasado casi 2 años desde que López Obrador tomó protesta como presidente de México, y su intención de hacer de Pemex la columna vertebral para la generación de ingresos en el tema de hidrocarburos, simplemente no ha sido efectiva. Adicionalmente existe un gran descontento hacía las políticas económicas del gobierno federal al marginar la inversión privada en este sector y en algunos otros como lo fue el caso de Constellation Brands en Mexicali. Tal parece que las experiencias pasadas no han dejado ninguna lección a la actual administración federal que espera lograr sus metas económicas basadas en una estrategia de explotación del petróleo sustentada en Pemex. El ejecutivo federal está convencido de que su programa de energía puede ayudar a México a navegar hacia un futuro próspero muy necesario, pero parece subestimar que el entorno económico actual es mucho más complejo y Pemex, el instrumento para superarlo, está más débil que nunca.    

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