En su primer discurso, ya como virtual ganador de la contienda presidencial, Andrés Manuel López Obrador mostró un tono y forma más de estadista que de candidato, como debe ser después de terminada la contienda electoral. El candidato debería quedar atrás, para dar paso al Presidente. Dejó en claro lo que sería y no sería su gobierno, intentando destruir los mitos que en la calentura de las campañas se intentaron construir en su contra.
López Obrador, en primer lugar, llamó a todos los mexicanos a la reconciliación y a poner por encima de los intereses personales, por legítimos que sean, el interés general. Y citó a nuestro héroe Vicente Guerrero: "La patria es primero".
Sin embargo, a mitad del camino, en algunos sectores de la población se sigue viendo su actuar con tonos de candidato en eterna campaña y haciendo de la confrontación permanente una manera personal de gobernar. Si su estrategia es correcta o no, el tiempo despejará esa incógnita.
En tanto, deseo aquí hacer unas consideraciones a mitad del camino. Apuntes que tienen que ver más con el ejercicio de la administración que con las formas políticas de mantener y conservar el poder. Mi premisa es que el aparato burocrático y su trabajo deben servir para modificar, para bien, el nivel de vida y bienestar de la población.