De acuerdo con la ley, el proceso de revocación de mandato es el instrumento de participación solicitado por la ciudadanía para determinar la conclusión anticipada en el desempeño del cargo de la persona titular de la Presidencia de la República, a partir de la pérdida de la confianza.

El inicio del proceso de revocación de mandato solamente procederá a petición de las personas ciudadanas en un número equivalente, al menos, al tres por ciento de las inscritas en la lista nominal de electores, siempre y cuando la solicitud corresponda a por lo menos diecisiete entidades federativas y que representen, como mínimo, el tres por ciento de la lista nominal de electores de cada una de ellas.

Para el Presidente Andrés Manuel López Obrador, “El mejor método para resolver diferencias es el método democrático, en la democracia es el pueblo el que manda”. Además de que, como está escrito en la Ley, el ejercicio de revocación de mandato se debe realizar y así sentar precedente.

Sin embargo, ya que los principales promotores del ejercicio revocatorio no lo encabezan grupos opositores a López Obrador, sino, al contrario, son sus simpatizantes quienes lo solicitan, me permitiré plantear algunas hipótesis.

López Obrador se mantiene así en el ambiente que le es más cómodo, el que más se le da: la campaña política. Y, con ello, logra activar a sus seguidores para que en los espacios públicos en los que se mueven, tanto mediáticos, redes sociales, etcétera, sigan con ese plan de campaña.

 

La premisa de su estrategia, según se deduce, es:  los pueblos no están gratis ni por que sí con ningún movimiento. No es un capricho colectivo, masivo. No se trata de una reacción de simple simpatía, sino de algo mucho más hondo y significativo: la convicción de que se han alcanzado realidades que hace poco todavía parecían un sueño.

El paraguas de esta nueva campaña le permite recordar a sus electores el por qué optaron por él. Les recuerda lo que la gente decía en el 2018: ‘no sólo no voy a votar por ellos (llámese PRI, PAN, PRD, empresarios, líderes sindicales y jerarcas católicos), sino que además voy a votar por el que más les duele, por el que más afecte sus privilegios’.

Y a la vista de ellos, tan les están afectando las decisiones de López Obrador, que estos grupos privilegiados y sus personeros actúan con una feroz crítica hacia todo lo que haga y diga el presidente. Con lo cual se fortalece la percepción, ante ellos, de que está actuando tal y como lo prometió en campaña y respondiendo al sentimiento de los ciudadanos que en su mayoría se decían indignados por los abusos de quienes ostentaban posiciones de poder y la impunidad con la que actuaban.

Generar en la población un sentimiento de hartazgo hacia las élites, política, empresarial, sindical y religiosa, sigue siendo una de las estrategias exitosas en su búsqueda de legitimidad de su gobierno. Por tal motivo, a pesar de errores y omisiones, cada vez que reactiva su campaña, logra que la percepción de su actuar no caiga a niveles peligrosamente negativos para él, lo que le permite arriesgarse en un proceso de revocación.

Además de que cuenta aún con el apoyo de una mayoría silenciosa, algunos incluso beneficiarios de sus programas sociales, que no se manifiestan en ningún medio.

Y, otro activo más, una oposición pulverizada que no atina a organizarse para articular una opción viable en contraposición al actual mandatario.

José Vega Bautista

@Pepevegasicilia

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