En la agenda electoral de México en 2022 nos preparamos a vivir, el próximo 5 de junio, seis procesos de cambios de gobernadores, en Aguascalientes, Durango, Hidalgo, Oaxaca, Quintana Roo y Tamaulipas .

El PAN intentará mantener el poder en Aguascalientes, Durango, Quintana Roo y Tamaulipas; mientras, el PRI en Hidalgo y Oaxaca.

El escenario electoral de inicio le es adverso a los partidos que defienden, sobretodo si partimos de que el año pasado Morena logró ganar 11 de las 15 gubernaturas, 19 congresos y la mayoría absoluta en la Cámara de Diputados, además de que, en las elecciones intermedias, que suelen ser un referéndum para el mandatario en turno, los resultados le favorecieron al presidente López Obrador.

Asimismo, en las elecciones del 2021, el PAN perdió en todos los estados en los que se alió con el PRI. Con ello, Morena en lo local ahora gobierna al 45% de la población con gobernadores en 16 estados. Vale la pena apuntar que en 2017 Morena no tenía ni un solo gobernador.

En su estrategia, “Va por México”, la coalición electoral mexicana conformada por el Partido Acción Nacional, el Partido Revolucionario Institucional y el Partido de la Revolución Democrática para competir en las elecciones federales de 2021, ya definió que para el proceso electoral 2022 los partidos de la alianza contenderán juntos en Aguascalientes, Durango, Hidalgo y Tamaulipas, pero en Oaxaca y Quintan Roo competirán por separado.

 

Otros retos que tendrá que enfrentar la coalición Va por México son los conflictos internos derivados de la definición de sus candidatos, problema del que tampoco estará exento el partido Morena. Las ambiciones individuales siempre flotan en la competencia por ser el candidato único de las alianzas.

Otro ingrediente que conlleva la coalición de partidos es la carga ideológica de algunos de sus militantes y simpatizantes, que no coinciden en que el pensamiento único de Va por México sea derrotar al partido de López Obrador.

Incómodos porque la alianza no puede contar con un marco ideológico y programático común, ya que las posturas definidas en los documentos básicos de los partidos hoy aliados tienen algunas diferencias insalvables; tales como la forma de ver los derechos sociales, reflejada en la reciente discusión legislativa que, con el voto del PRI, permitió elevar a rango constitucional programas sociales en favor de diversos grupos vulnerables de la población. Estos militantes y simpatizantes no se podrán considerar un voto seguro para sus partidos sin una explicación ideológica convincente.

Por supuesto que el partido Morena también tiene sus vicisitudes. Después de poco más de tres años en la presidencia, el ejercicio del poder, la toma de algunas decisiones, la actual crisis económica y de salud derivada de la pandemia que estamos viviendo, así como temas aún no resueltos como el de la inseguridad pública, han desgastado la imagen del presidente y su partido. 

Por otra parte, el presidente López Obrador está viviendo lo que les ha tocado a muchos dirigentes: lidiar con presiones externas, resistir problemas internos y encima soportar a quienes al interior del país pretenden actuar como francotiradores, pretendiendo completar una labor destructiva contra su proyecto político.

Algunos de sus opositores se han propuesto como estrategia política crear un ambiente de intranquilidad permanente en la población. Para ello han aprovechado lo que consideran desaciertos del presidente; así como desvalorizando la idea de su política social, al adjetivar, por ejemplo, como “dádivas” los programas que llevan ayuda a los grupos vulnerables y tratando con desprecio e incluso de manera denigrante y clasista a los beneficiarios de esa política de justicia social, que de alguna forma, trata de corregir en algo las distorsiones de un modelo económico.

López Obrador ha señalado las causas de los ataques en su contra, responsabilizando a los “conservadores que están molestos porque vivían del erario, así como algunos medios y columnistas”.

“Que se serenen, qué ganan con estarse enojando, y esas campañas, ya está muy demostrado que somos perseverantes, no voy a dar un paso atrás en el combate a la corrupción ni para tomar impulso, que sean menos ridículos” ha señalado.

Los partidos aliados contra Morena, al parecer, por el momento sólo tienen claro que su adversario es López Obrador y su comunicación diaria, que, con un estilo coloquial lleno de refranes, dichos y palabras populares, siempre contiene dos elementos centrales:

a). Insiste que el monstruo sigue ahí, que no ha sido vencido y que para vencerlo se requerirá tiempo y sacrificios de todos; pide tener paciencia, pero mostrando y recordando los niveles de corrupción de los gobiernos anteriores, englobándolos a todos en uno solo.

b). Habla siempre de los programas sociales que vienen, de su objetivo y de su razón de ser, de la justicia social que los valida y de la forma en que se implementan para evitar la corrupción.

Hasta ahí el panorama general en el que inicia este año electoral. Pero como son elecciones locales y atienden también a las consideraciones y escenarios de cada estado, incluso a la verdadera evaluación de los gobernantes en turno en cada entidad, queda pendiente el análisis particular de cada caso.

@Pepevegasicilia

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