En esta ocasión te platico de lo que sucedió el 12 de diciembre de 1941, cuando el joven Agustín Ortiz Sánchez fue puesto ante la autoridad en calidad de detenido, ya que los policías Julio Rangel y Eustaquio Rocha consideraron que se encontraba en estado inconveniente diciendo de manera literal que andaba “mariguano”. Además, cuando trataron de aprehenderlo en la Zona Roja, se les echó encima y forcejeó con los guardianes del orden.
Ante el delegado en turno, Agustín respondió a las acusaciones que le imputaron los oficiales, negando de manera categórica y contundente lo señalado. Argumentó que él nunca en su vida había fumado la hierba, esa llamada marihuana. Aseguró que jamás la había visto ni en “persona”, aunque lo que sí aceptó fue que había tomado, pero textualmente dijo que “tenía la infeliz suerte de volverse loco” cuando tomaba bebidas espirituosas y peor se ponía cuando la ingesta era en abundancia.
El joven Ortiz narró todos los lugares a los cuales acudió. Dio santo y seña de todo el mezcal y pulque que se había tomado, pero eso sí, nunca aceptó haber fumado mariguana.
En su declaración señaló que en el forcejeo con los dos policías perdió un reloj marca Elgin, y terminó relatando que no sabe por qué lo habían detenido y llevado tras las rejas, ya que gracias al estado en el que se encontraba no sabía ni se acordaba de todo lo sucedido.
Agustín, muy vivo, no recordaba lo que le convenía, pero sí recordó lo de su reloj.
Fue puesto en libertad, confundido y con resaca, sin su reloj, aunque sí con unos cuantos golpes por rijoso y con la llamada de atención para portarse bien. El joven Ortiz, quien siempre luchó por lavar su nombre, nunca aceptó ser “mariguano”. Parrandero sí, pero nunca “mariguano”. Eso sí, honesto lo fue.
Esta nota periodística fue publicada el 15 de diciembre de 1941 por el periódico El Diarioy es una historia más de nuestra hermosa ciudad de Saltillo, de esas historias que de vez en cuando hay que recordar.

En esta ocasión te platico de aquel viejo Santiago del Saltillo rondando por el año 1790, cuando la Nueva España dividía a la sociedad en castas, por lo que la justicia solo era conocida por el español y el hijo de él. En esta población, que hoy es una ciudad hermosa, vivió un General llamado Matías de Aguirre, quien era propietario de la Hacienda Santa María, hoy Ramos Arizpe, la misma donde la leyenda asegura que el cura Hidalgo ofició su última misa.
En esta ocasión te platico que en el Saltillo antiguo incluso hasta mediados del siglo pasado, pero antes de que contáramos con luz eléctrica y de los avances del día de hoy, la ciudad era alumbrada con faroles. Y a quienes se encargaban de encenderlos se les llamaba Serenos, que no solo se responsabilizaban de lo antes dicho, sino que también tenían la obligación de la vigilancia de nuestra hermosa ciudad.