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Cápsulas Saraperas: Peluquería Palacio

En esta ocasión te platico de un lugar que tiene 42 años de dar servicio a los Saltillenses, de una peluquería muy peculiar ubicada en la de Acuña pasando, hacia el sur, la emblemática calle de Victoria.

Don Fidel comenzó este negocio junto a don Jesús de la Cruz en 1972. Sus pinitos, es decir, sus primeros cortes de pelo, costaban 20 pesos, pesos de aquellos. El servicio que se ofrece, como desde el principio, es de primera, y ejemplo de ello es que hoy muchos de sus clientes siguen siendo los mismos de antaño; además, entre ellos ya se encuentran hijos, nietos y hasta bisnietos de esos primeros clientes. Una peluquería donde grandes personajes se han cortado el pelo, como Óscar Flores Tapia, el Zorro Plateado (sin máscara, por supuesto), don Adrián Rodríguez, don Paco de la Peña, entre muchos otros más Saltillenses que hemos pasado por esas tijeras, navajas y peines.

Anécdotas hay muchas, pero la que recuerda con mayor frecuencia don Fidel es cuando en una ocasión estaba rasurando al Capitán Lemuel y en eso llegó un doctor medio tomado, quien empezó a gritar y decir de cosas. El capitán se levantó, para llamarle la atención al galeno, quien guardó silencio y poco a poco se acercó a la puerta del negocio para salir. Imaginemos cómo estuvo el regaño que el doctor malhablado jamás se volvió a parar en la peluquería Palacio.

Hoy lamentablemente don Jesús ya no nos acompaña y su lugar lo ocupa Nora Hilda Viera, quien durante 20 años ha acompañado a don Fidel después de la partida de don Chuy.

Este negocio del que les hablo es un lugar que da atención y servicio a niños menores de 1 año hasta clientes de 98 años, como don Santos, quien después de décadas sigue sacándose punta en la Peluquería Palacio.

Don Fidel recuerda con orgullo que sus primeras tijeras fueron marca barrilito, como las que aún utiliza, y que todavía rasura de acuerdo a los cánones de la vieja usanza.

En la Peluquería Palacio, se revive el pasado. Pese a ocupar ahora un local un poco más al sur del sitio original, pero sobre la misma calle de Acuña, sigue siendo un lugar muy Saltillense que ha visto pasar el tiempo, y que cuando uno a él entra pareciera que la época se detuvo: están ahí los mismos sillones, los mismos espejos.

Seguramente muchos de los Saltillenses recordamos que a un costado de la peluquería original se encontraba hace años el negocio de las tortas Palacio, atendidas por su propietario, el boxeador profesional “Kid Monterrey”, cuya especialidad era la torta de pierna con aguacate.

Un lugar mágico donde cortar el cabello es un arte y la rasurada una artesanía. Don Fidel y doña Nora son maestros de la tijera, la navaja y el peine.

Amigo Saltillense: vaya a la Peluquería Palacio, lugar que vale la pena visitar. Además, una rasurada o un buen corte de cabello a nadie nos cae mal.

Cápsulas Saraperas: Panteón como baño

Francisco Tobías

En esta ocasión te platico que a mediados de 1920, el 4 de agosto para ser precisos, los vecinos del sector oriente de esta bella ciudad se quejaron ante el ayuntamiento de Saltillo por el uso indiscriminado de lo que fue el panteón municipal, clausurado a finales del siglo xix, ya que era utilizado como retrete.

El abandono del camposanto fue total, pues se volvió lugar donde los pillos y ladrones se escondían, además de que la gente que tenía ganas de ir al baño dejaba algún recuerdo cerca de su muertito favorito.

Las quejas aumentaban día a día. Los vecinos estaban sumamente molestos, pues les resultaba bochornoso ir caminando y de repente toparse con alguien en cuclillas con las caras deformadas por el esfuerzo. Adicional a que se había vuelto un problema de salud pública, causaba desagrado en demasía ver profanadas las cruces de las tumbas de quienes ahí descansaban. A eso le sumamos que en cualquier momento podían toparse con el grotesco escenario, ya sea a la hora que iban o venían los niños de la escuela, o cuando se acudía al llamado de misa: la sorpresita era latente.

Amigos y amigas Saltillenses, y los olores… ¿dónde los deja usted? Esas eran las quejas que más abundaban. Ay, qué feo, mejor ya no les cuento.

Así es, amigos y amigas, en Saltillo la última morada de sus habitantes fue convertida en baño público, lo que se convirtió no solo en un problema de moral, sino religioso, de salud pública y de pudor, y también en un problema de olor, un evento que ahora no vale la pena ni siquiera oler.

La madre que compró a sus hijos

Francisco  Tobías

En esta ocasión te platico de cuando una mala abuela, de esas de las que casi no hay, vivió en esta hermosa ciudad de Saltillo, cuando aún era la Villa de Santiago del Saltillo y transcurría aquel tiempo en el cual la esclavitud era practicada y permitida.

Allá por el año de 1793, el 11 de diciembre para ser precisos, fue cuando doña María Antonia de Cárdenas puso a la venta a sus propios nietos, quienes eran el fruto de los amores de su esclava mulata llamada María Bruna Fausta y su hijo. De esos amores forzados por el amo abusón.

Dos hermosas criaturas, una niña y un varón de diferentes edades. Cabe señalar que María Bruna había alcanzado la libertad, ya que su hermano José Antonio pagó por ella, pero las criaturas habían quedado bajo el dominio de la señora María Antonia.

Grande fue la sorpresa de María Bruna cuando se enteró de las intenciones de su ex ama. La niña de 14 años fue puesta a la venta por 170 pesos y el niño de 9 años por 125. Podría omitir sus nombres por ser menores de edad, pero seguro estoy de que ya debieron haber alcanzado la mayoría de edad, incluso tal vez ya no se encuentren con nosotros. La niña se llamaba María del Carmen y el varoncito, Ignacio de Jesús.

Lo que nadie había tomado en cuenta es que María Bruna, junto con su hermano José Antonio, habían trabajado muy duro para juntar dinero y con él poder comprar la libertad de los dos pequeños. Además, ella era conocedora del derecho de indias y reclamaba que eso que pretendía la señora María Antonia era contrario a la ley.

Así es, amigas y amigos, en aquel Saltillo virreinal cuando la libertad para unos tenía precio y para otros significaba ganancia, una madre tuvo que comprar a sus propios hijos, ya que una mala abuela, como las que no deben existir, puso a la venta a sus nietos.

Por último, dejen les presumo que las mejores abuelas del mundo fueron las mías y, claro, ese es un amor que vale la pena presumir.

Cápsulas Saraperas: San Esteban

Francisco Tobías

En esta ocasión te platico que en nuestra emblemática calle de Victoria, esquina con Padre Flores, se puede ver, incluso destaca por su sencillez y hermosura, el templo de San Esteban, que fue fundado en 1582 por Fray Lorenzo de Gaviria. Para el año de 1586 el templo fue destruido por los huachichiles y borrados, tribus nativas de esta región.

Los trabajos de restauración del templo se realizaron en 1591, cuando en aquellos años ese templo era conocido como la Capilla de los Indios, gracias a que era el lugar a donde los Tlaxcaltecas venidos de San Esteban de Tizatlán trajeron al patrono de su lugar de origen. Fue así como encontró su morada aquí, en lo que hoy es esta bella ciudad de Saltillo.

Al cumplir el templo 150 años, es decir, por 1732, el Padre Guardián y Ministro de Doctrina de San Esteban pretendió derrumbarlo, ya que alegaba, aseguraba y fundamentaba que estaba muy maltratado y casi en ruinas.

Los moradores del pueblo de San Esteban se movilizaron y solicitaron a la autoridad detuviera tal pretensión. El Alcalde Mayor de la Villa de Saltillo, quien era la autoridad superior de las dos vecinas villas, conmovido por la petición, solicitó al Padre Guardián que no lo destruyera, ya que los moradores del pueblo de San Esteban juntarían los medios materiales y humanos para repararla.

La imagen de San Esteban fue cambiada en el año 1900. Nadie sabe a dónde se trasladó la original.

El templo de San Esteban es una edificación sobria y sencilla, construida por franciscanos. Testigo de la historia de nuestra bella ciudad de Saltillo, es una construcción que sigue en pie. Es un templo que ha soportado combates e incendios y ha sido objeto de muchas restauraciones. Un lugar que requiere cuidados, ya que está construida sobre un manto freático y corre el riesgo de hundirse, pero no solo eso. El templo de San Esteban aquí en Saltillo también logró sobrevivir a un Padre Guardián, que no era tan guardián, pues quería derrumbarlo. Indiscutiblemente, un sitio emblemático de nuestra ciudad y por supuesto que vale la pena presumir.

Cápsulas Saraperas: No andaba muerto, andaba en Laredo

Francisco Tobías

En esta ocasión te platico que entre los años de 1978 y 1980, la radio dio un anuncio que estremeció a la comunidad de Derramadero, municipio de Saltillo. Un hombre había fallecido en un accidente, atropellado por una maestra. Tres días después del suceso, familiares del occiso fueron a identificar el cuerpo, ya que esperaban a un tío que venía de la frontera de Laredo, Texas. Tres de sus sobrinas lo identificaron como Santiago García.

Familiar de la maestra del ejido, había sido atropellado por otra profesora aquí en la ciudad de Saltillo. A los familiares les preguntaron que si podían otorgar el perdón; manifestaron no tener nada en contra de la conductora, solo pidieron que se hiciera cargo de los gastos funerarios.

Quien fuera el Comisario Ejidal Manuel Ulloa, mejor conocido como Chelelo, se encargó de llamar a la parentela del atropellado, para informarles de la tragedia acontecida a Santiago. Los familiares empezaron a arribar. Los que estaban en la ciudad, acudieron pronto y, ya en el velorio, que fue en casa de la prima Luciana, como a las tres de la mañana, justo cuando todos rezaban el Rosario, llegaron los familiares que radicaban en Laredo.

Con ellos venía una persona. El silencio se apoderó del recinto. De repente se generó un murmullo, y hubo desmayados. Uno que otro de los asistentes, asustados, salieron corriendo de la casa como si hubieran visto entrar al mismísimo diablo. Algunos gritaban: “Ahí viene Chago”; otros exclamaban: “Se levantó de la caja”. Hubo quienes dijeron: “El muerto se levantó”, mientras que los familiares expresaban: “El tío Santiago se salió de la caja”.

Imperaba la confusión. El miedo se apoderó de todos. Cuando al fin la calma comenzó a asomarse, se dieron cuenta que efectivamente el que caminaba era Santiago, sí, Santiago, quien fue invitado a su mismo velorio. Señoras y señores, Santiago estaba vivito y coleando.

Había una explicación para la confusión: los familiares que acompañaban a Santiago habían entendido que el muertito era el tío Jesús, hermano mayor de Santiago.

Dicen que Santiago, ya cuando la situación se aclaró, le preguntó a Luciana: ¿También me lloraste tú?, a lo que ella contestó: “Anda, canijo, ni la llorada que te eché”.

En realidad nunca se supo quién era el muertito. A esa hora de la madrugada fue llevado nuevamente a la cabecera municipal de Saltillo para ser entregado a las autoridades, con todo y la caja de lujo que la maestra había comprado. Nadie reclamó el cuerpo: la incógnita sigue hoy en día. Nadie sabe cómo se llamaba el muerto.

Así es, amigos y amigas, una anécdota más de nuestro hermoso Saltillo, donde solo aquí, sí, solo aquí en Saltillo, los vivos son invitados a su propio velorio. Esta es una anécdota que vale la pena recordar.

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