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Traductor de lo cotidiano

Arcelia Ayup Silveti

Se considera la poesía de Jaime Sabines como coloquial y exteriorista hispanoamericana. Se basa en lo cotidiano, adherida por una carga emocional estética. Su extraordinaria sencillez nos acerca a su sentir y hace una conexión inmediata con sus lectores. Sus poemas no son técnicos ni cultos, más bien, invocan a la conmoción del lector. Con este estilo, Sabines abrió una tradición poética en nuestro país, con nuevos modelos de representación y elementos no antes descubiertos. La soltura de su pluma, su sentido de lo concreto, su rabia irónica, su erotismo sin reservas y su originalidad, dieron pauta a una nueva edad dentro de la poesía mexicana moderna.

El poeta de origen libanés nos regaló su obra, que representa una significativa luz en el túnel de la incertidumbre de nuestros días, muchos de ellos, oscuros. He pensado que Sabines llegó a nuestro país para ser traductor de lo que en tenía ante sus ojos y los demás no podíamos ver. Valoraba profundamente pequeños detalles que engrandecía con sus palabras, con esa maravillosa y vibrante sensibilidad. Con palaras de diario, las que usamos a cualquier hora y en cualquier sitio, nos enseña su propia alma.

Valoro a través de la poesía sabiniana vista desde una dimensión actual lacerante en nuestro país escenas de confrontación, violencia, desesperanza, frustración e impotencia. El poeta es una de las últimas asideras para no hundirnos más. Por eso, Carlos Monsiváis afirmó que: “Al leer a Sabines, la persona se convierte en persona”. Sus poemas no tienen medidas perfectas, ni muestran las formas clásicas de la lírica española. Sabines rechaza todo tipo de formalismos y no le agradaba que lo encasillaran bajo ninguna etiqueta. No cabe duda, en la poesía de Sabines se encuentran las claves para formar una sociedad más sensible al ser humano, al corazón y a la naturaleza.

Tuve la fortuna de escucharlo leer su poesía, cuando aún estaba fuerte. El Teatro de la Ciudad en Saltillo Coahuila, abarrotó las localidades para ver al maestro. Lo admiré de pie. Comprobé su sensibilidad frente al micrófono. Su voz transmitió emociones, como si estuviese escribiendo en ese momento. Cerré los ojos, para imaginar que se dirigía a mí, que no había entre nosotros quinientas almas y un escenario iluminado.

Para Sabines, aceptar la muerte le da sentido a la vida, entiendió la muerte como la posibilidad más auténtica de la existencia. La muerte como manifestación de la vida plena, desbordante, de la vida que se derrama en la poesía y que nos abre los ojos del asombro como un hecho inevitable. Jaime Sabines convivió con el cáncer y con la muerte. Primero la trasendencia de su padre, luego su madre, su hermano, y su tía Chofi. Ese dolor profundo le sirvió para convivir con la desesperanza y trocarla de manera extraordinaria en dolorosa poesía, en una búsqueda para plasmar sus latidos, al sentirse alejados de los que más quizo, cercano del dolor punzante.

Muchas veces, me he preguntado, para quién escribía el maestro Sabines. ¿Para sí? ¿Para su amada Chepita? ¿Para su dolor ante la muerte de su padre y de su tía Chofi? ¿Para desnudarse ante él mismo? ¿Para su catarsis? De nuevo el cáncer lo persigue, se instala en su cuerpo y lo vence. Muere a los setenta y tres años en la Ciudad de México, el 19 de marzo de 1999. Poeta hasta el último estertor, pide su última voluntad, también llena de magia, que enterraran su cuerpo junto al de sus padres, el mayor Sabines y doña Luz, en el Panteón Jardín de la Ciudad de México. Su voluntad fue cumplida.

La poesía de Sabines contagia, emociona, enamora, su obra se basa principalmente, en sus propias experiencias reales. El amor en sus diferentes formas está presente en sus poemas, en las cartas de Chepita, en sus querencias con la tía Chofi, el amor y en la admiración hacia su padre. La tristeza por la ausencia de su padre se manifiesta en el poema Algo sobre la muerte del mayor Sabines. Su cotidianidad es tierna, violenta y apasionada. En lo personal disfruto las lecturas sabinianas, aunque algunos amigos poetas lo consideren primario. Sin duda, su sensibilidad y profundidad lo llevaron a ocupar ese transcendental lugar en la literatura de México y de Hispanoamérica. Sabines priista. Sabines fumador. Sabines diputado dos veces. Sabines para el pueblo. Sabines con lentes. Sabines amigo de Rosario Castellanos. Sabines peatón. Sabines traductor de lo cotidiano.

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No hay pretextos

Arcelia Ayup Silveti

La semana pasada escribí sobre la necesidad imperante de plantar árboles en la comarca lagunera para abonar un poco a nuestro planeta. Me comprometí a plantar por lo menos tres árboles en mi casa, un par en la banqueta y uno adentro. Recibí muchos comentarios para unirse a esta acción y para seguir moviendo conciencias.

También me preguntaron qué tipo de árboles plantaría, así que hoy les comparto la respuesta. En la banqueta plantaré dos mezquites chilenos y en el jardín, un limonero. Las bondades ecológicas de los mezquites son colosales, mencionaré algunas: retienen mucha agua, sus flores son néctar para las abejas,  controlan la erosión, mejoran la fertilidad del suelo. Es refugio para aves, funcionan como barrera rompevientos, resisten a la sequía, a las termitas, al fuego, así como a temperaturas extremas.

Su vaina es comestible, recuerdo que de niña las rescataba del mezquite que tenía mi tío Agustín Silveti en su patio. Disfrutaba de masticarlas, ya que son de un sabor dulce. También se elabora pinole con estas vainas. Su madera es codiciada para elaborar muebles finos y carbón, cuyo uso agrega un sabor y aroma especial a las comidas.

Pensemos en los mezquites chilenos y los mezquites extranjeros que se gestan y crecen sin ayuda de nadie en terrenos baldíos y al lado de las carreteras. Estas maravillosas especies se desarrollan sin cajete, con la poca agua que cae del cielo, sin abono ni fertilizantes. Lucen erguidos sin que nadie les ponga una vara. Su copa es frondosa, como un paraguas abierto. A diferencia de muchos árboles, en poco tiempo regala una sombra generosa. En las banquetas, pueden llegar las ramas a dar sombra sobre la capa asfáltica y la cera de enfrente.

Por su parte, el limonero además de ser un bello árbol ornamental, tiene follaje verde casi todo el año. Es aromático y puedes disfrutar de estos citricos diez meses cada año. Esta especie puede durar hasta siete décadas y nunca detiene su producción frutal. Mi mamá tiene uno en su jardín y nos regala limones a todos quienes la visitamos. No recuerdo nunca haberla escuchado que debe comprar. En el piso y en las ramas del limonero de mi mamá siempre hay cítricos. Sus pequeñas flores blancas son bellas y despiden un agradable aroma. Los puedes plantar en macetas, no hay pretextos. Si le damos un trato digno a ambos árboles, nos lo regresa de manera generosa. ¿Cuántos sembrarás?

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Valor de uso contra valor de cambio

Arcelia Ayup Silveti

Me sorprende mucho el ingenio de algunas personas, que le dan un valor de uso a objetos que, para otros pudieran ser elementos de desecho. He visto en banquetas de Torreón trozos de troncos de palma que usan como bancos. Se trata de parte de los cientos de palmas que murieron hace años en La Laguna a causa de la plaga del amarillamiento letal del cocotero. Los laguneros vimos cientos de cadáveres de palmas por toda la ciudad.

Una amiga también me comentó que unos tíos de ella mandaron hacer unas esculturas de dicho material. Las colocó en su jardín y quedaron muy bonitas, me dijo. Otra persona, ordenó a hacer unos sillones y los cubrió de piel, que le quedaron tipo equipales. Con la piel evitaba lo áspero de las pequeñas fibras del tronco.

También vi en una casa cómo lo convirtieron en un depósito de agua. Respetaron la parte externa y cavaron en su interior de la palma. Por dentro le pusieron una olla de cobre y la llenaron de agua y flores naturales. Lo dispusieron al lado de la puerta principal, cerca del jardín, como un elemento vivo de bienvenida a los invitados.

En esta última casa, el jardín interior tenía varias macetas de este mismo material. Era una pequeña huerta con menta, hierbabuena, romero, perejil, albahaca y tomillo, entre otras aromáticas especies. Daba una vista muy bonita desde el comedor. Para mi sorpresa, la mesa de centro de la sala también era de palma. Ésta sí la pulieron y barnizaron, lo que le agregó un toque especial a la pieza.

El valor de uso contra el valor de cambio. No dudo que la mayoría de los troncos muertos fueron a parar al basurero y a confinamientos ilegales que abundan por la ciudad. El ingenio de los laguneros se presenta en el caso específico de esta palma, pero la verdad es un ejemplo diminuto, hay cientos de ejemplos donde se presenta este fenómeno en la cual la imaginación está presente para transformar cualquier elemento que de otra manera llegaría a la basura. Piensa por lo menos en un ejemplo de lo anterior y compártemelo, por favor.  Dime si crees que esto se presenta más en el campo que en la ciudad.

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Planeta B

Arcelia Ayup Silveti

Tengo la firme convicción que el clima influye en el carácter reacio de los laguneros. El desierto chihuahuense nos ha cobijado ciento quince años. Inmigrantes de varios países han abonado con su cultura y gastronomía; hemos vivido algunas heladas y padecido calores infernales, como los de hace unas semanas, con el récord histórico de más de 45 grados centígrados a la sombra.
Se hablaba mucho de ello en las mesas de café, que a decir verdad se convirtieron en mesas de bebidas refrescantes o de cervezas. Más que charla, eran quejas de porqué los comarcanos tenemos que padecer estas temperaturas. Mis amigas debatían en cuál carro de ellas marcaba más grados externos o cuántos días continuos habían usado sus minisplits en sus casas u oficinas.
En las dos semanas de calorón bebimos agua sin cuota u obligación. Por algunos ajustes en mi domicilio, me vi obligada a sacar algunos días mi auto de la cochera. Fui consciente de lo poco arbolado que es mi calle. Confieso que en mi banqueta, sólo hay una palma que ya estaba cuando me cambié. Sólo hay dos casas con sombra decorosa en mi cuadra, ambas con un par de bellos mezquites, los otros árboles dan sombra escasa y regular.
Vi muchas publicaciones en redes que invitaban a sembrar por lo menos un árbol en nuestras casas. Me uno a esta propuesta y comparto los beneficios que éstos nos regalan. Lo tomo de una imagen que me compartió mi amigo el gran poeta Pablo Arredondo. Plantar un árbol amortigua el impacto de las ondas sonoras; mitiga cambios climáticos; libera vapor de agua que refresca el aire; transforman el dióxido de carbono en oxígeno; a través de la evaporación devuelve agua a la atmósfera; fertiliza el suelo; transporta agua de lluvia a los acuíferos y evita inundaciones; además, cada árbol es un microsistema que alberga insectos y animales.
Adhiero a lo que me mandó mi querido Pablo, que tener árboles se convierten en techos verdes ya que su sombra puede reducir el uso excesivo de energía eléctrica, con lo que apoyas al planeta y a tu bolsillo al pagar tu recibo de luz. Ahorran agua. Los árboles requieren 60 litros de agua a la semana para sobrevivir y liberan entre 800 y mil 800 litros de agua diarios. También reducen los efectos de la lluvia ácida. ¿Qué esperas para sembrar uno? Si no tienes espacio en tu casa, busca un lugar y hazte cargo de tu árbol. Es tarea de todos. No tenemos un planeta B. (Prometo sembrar tres en mi casa).
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Nuestra fiesta lagunera

Arcelia Ayup Silveti

Uno de los orgullos de los laguneros es pertenecer a la tierra en donde se producen los mejores melones y sandías del país. Es un gusto ver la gran cantidad de ambas frutas en Matamoros y Congregación Hidalgo, Coahuila. Los vendedores sonrientes se acercan a tu auto y te ofrecen un poco de fruta “pa’ que vea que está bien dulce”.

Los puestos se convierten en romería, alegra la vista tantas camionetas y camiones haciendo largas filas para descargar sus mercancías. Algunos puntos de venta tienen seleccionadoras de melones. El mecanismo consiste en una banda deslizante que transporta la fruta directo a la parte posterior de los tráileres. Mientras observaba lo anterior,  pensé en la derrama económica para nuestra región, en la generación de empleo coyuntural, pero también en las mesas a las que llegarán estas delicias. Es difícil negar que dichas frutas producidas en nuestra tierra son más dulces a los del centro de México. Esto se debe al sol, al clima y a la salinidad de la tierra lagunera, que la transforma en azucares y nos regala una fruta con sabor más agradable.

Recuerdo cuando era niña, mis tíos llevaban sandías a mi casa y les hacían un corte transversal. Salían enormes rebanadas y al terminar disfrutábamos el delicioso corazón de la sandía. En una sentada le dábamos fin. También la partíamos en rodajas gruesas y las congelábamos para comerlas como paleta.

Qué decir del melón, en rebanadas es un disfrute. Pero también los laguneros estilamos partirlo por la mitad y rellenar el centro con helado (mientras escribo, se me antoja con una nieve de Chepo de Lerdo, o “de don Panchito”, de Matamoros, Coahuila). Mezclado el melón con otras frutas, en agua fresca, como entrada envuelto en jamón serrano o hasta en una sopa resulta delicioso.

Disfrutemos este festín de verano solo o en cualquiera de formas y presentaciones. Además ambas aportan beneficios ya que tienen alto contenido de agua, vitaminas y fibra dietética que actúan como antioxidantes y previenen algunos tipos de cánceres, retardan el envejecimiento celular y son bajas en calorías.

La sandía, contiene vitamina A, B6 y C, con lo cual favorece el sistema inmunológico y la producción de colágeno. El melón, además de lo anterior contiene potasio y betacaroteno. Consumir estos productos laguneros genera derrama económica para nuestra región. Sé parte de la fiesta del melón y la sandía, compra a los vendedores de la calles, no regatees.

 

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