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Magia a tu alcance

Arcelia Ayup Silveti 

En la entrega anterior me referí al tema del yoga y la relajación y prometí escribir sobre meditación.  La he practicado durante algunos años por lo que te comparto los grandes beneficios recibidos. 

Quienes me conocen saben que tengo mucha energía, y me distraigo con facilidad. Esos fueron los principales motivos que me llevaron a meditar.

Cuando inicié, la sola palabra me provocaba aburrimiento y flojera.  Fue muy difícil al principio tener la mente sin pensamientos, me desfilaban culpas, miedos y deberes pendientes, sentía que perdía el tiempo “sin hacer nada”. Empecé por investigar que es una práctica de desarrollo mental que consta de varios pasos: el dominio de la postura, la observación y respiración, así como la interiorización y la concentración. 

Estabilizarla atención es uno de los elementos claves para meditar y los soportes para lograr la concentración además de la respiración, son las visualizaciones y los mantras. La meditación es un proceso de limpieza interior, de vaciarte de todo lo que no eres. Cuando la practicas conoces el proceso de morir y renacer; aceptas y encaras tus emociones y miedos; descubres que no hay puerta donde creíste que sí había; te enseña que somos parte de un todo. Cito a Pablo d’Ors en su libro “Biografía del silencio”, en las páginas 81 y 82: “Casi todos los frutos de la meditación se perciben fuera de la meditación. 

Algunos son, por ejemplo, una mayor aceptación de la vida tal cual es, una asunción más cabal de los propios límites y de los achaques o dolores que se arrastren, una mayor benevolencia hacia los semejantes, una más cuidada atención a las necesidades ajenas, un superior aprecio a los animales y a la naturaleza, una visión del mundo más global y menos analítica, una diversa creciente apertura a lo diverso, humildad, confianza en uno mismo, serenidad…

La lista podría alargarse.”(Editorial Siruela Libro del tiempo, México, 1996) Además, si meditas con frecuencia, se suavizan tus facciones y aprendes que no puedes cargar el mundo en tu lomo. Esta magia está a tu alcance, además es gratis. Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo. 

Método de análisis interior

Arcelia Ayup Silveti

Estoy convencida que el ser humano tiene la capacidad de reinventarse permanentemente. Cada día es posible. 

No somos los mismos que fuimos de niños, ni los de hace dos décadas, incluso, ni los de ayer.

Puedes observarte en cualquier vieja fotografía y preguntarte qué elementos que percibes permanecen hoy.

Soy una mujer sumamente dispersa e inquieta. Me cuesta mucho trabajo mantener la atención en un tema específico. 

Me he ejercitado físicamente gran parte de mi vida justo como una manera de gastar energía y lograr concentración en mis actividades y proyectos. 

Empecé a practicar yoga en 2008 en un gimnasio local. Confieso que estaba escéptica porque era lo diametralmente opuesto a lo que había hecho antes.  Sin embargo, noté muchos cambios positivos, entre ellos, la relajación.

Al terminar una práctica de yoga, que consiste en realizar una serie de posturas corporales o asanas, se toman unos minutos de relajación. 

Ésta última es un estado de reposo, cuyo fin es restablecer el equilibrio cuerpo-mente. 

El instructor de yoga te guía para quitarle tensión a los músculos y órganos que se trabajaron. En dicho proceso, se busca además, bajar el ritmo de la respiración y reducir el nivel de actividad mental. Durante la relajación te mantienes desconectado de ti mismo y de tu entorno, estás consciente del trabajo físico, mental e incluso espiritual que se logra en cada sesión. 

Es común apoyarse con soportes tales como visualizaciones, música, sonidos y/o palabras para guiarte y procurar que no te disperses. 

Es posible que el yoga y la relajación te ayuden a concentrarte más en tus actividades. Se puede empezar con pocos minutos y aumentar el tiempo a tu propio ritmo. Esta técnica me llevó a otra igual de interesante que me ha ayudado a enfocarme y descubrir un método de análisis interior, un sistema de desarrollo mental: la meditación. 

Mi intención inicial era referirme a los beneficios de meditar, pero el preámbulo era imperantemente necesario. 

Hay gran diferencia entre ambas prácticas. Continuaré con el tema de la meditación en la siguiente entrega. 

Regalazos

Arcelia Ayup Silveti

Disfruto enormemente los baños forestales, es decir el contacto con la naturaleza en cualquiera de sus formas, estar en el desierto o en el bosque, ir al parque o pasear a mi perro Tírolo. 

Como por ahora eso no es posible, lo compenso con algún tiempo en el jardín. Ahí tomo mis alimentos bajo el cobijo del sol o las estrellas, abrazada por silencios antes no vividos. Durante tres días seguidos me acompañó a desayunar un tortolito. A decir verdad, no estaba conmigo porque se mantuvo enfocado en una misión muy importante. 

Ya había notado un hueco entre la tupida buganbilia y con frecuencia escuchaba ruidos que venían de ahí, que resultaron aleteos de una enamorada pareja de prototipo de amor fiel. 

Desconozco la dinámica familiar de esta especie, pero uno de ellos, me dejó admirada con su dedicación y constancia. Desde muy temprano, este tortolito, salía de su refugio una y otra vez. Se detenía en la barda a echar un ojo, volaba directo a su objetivo y tomaba con el pico alguna rama de la propia buganbilia.  Las regresaba a su casa, una y otra vez durante varias horas. 

Paciente, con determinación y una meta más que definida, terminó su labor en menos de una semana. Por supuesto que me ganó la curiosidad y subí a ver cuando las aves dejaron sus constantes acarreos. Justo en la parte de mayor sombra, le construyó un hermoso nido a su compañera y su futura familia. 

Es una verdadera obra de arte: perfecta, funcional, única y bellísima, con una combinación de colores de nuestro semi desierto. Además, había un par de maravillas: diminutos huevos en el centro del nido. Tomé una fotografía mental para guardarla, celosa del momento solo para mi. No invadí su espacio, los tortolitos estaban en vuelo, buscando seguro sus provisiones. Agradezco compartir mi espacio con estos seres alados, porque me demostraron la importancia de la disciplina y la constancia, seguir sus instintos, vivir feliz y plenos con lo que poseen. 

¿Cómo no sorprenderme ante estos regalazos que me ofrece la vida?

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Vida venturosa

Arcelia Ayup Silveti

Infinidad de veces doña Arcelia Silveti Mejía afirmaba que el amor maternal es el más puro de todos.  Fue uno de sus mandatos que tatué en mi memoria genética. En efecto, mi mamá ha estado en todas y cada una de las veces que la he necesitado para cualquier tipo de apoyo. Me remito al lejano, pero presente beso en algún raspón con su respectivo “sana, sana, colita de rana.” 

También a mis constantes visitas médicas con especialistas, la compañía de un gato durante mi niñez y adolescencia, así como mi intervención en los bailables anuales en kínder y primaria: yo siempre levantaba la mano para participar, porque sabía que mi mamá me diría que sí me pagaría el vestuario en turno.  Lo mismo con los viajes escolares y los que no tenían ese nombre. La recuerdo en la antesala de cada operación que me realizaron, bendiciéndome y también a las manos de los médicos. 

Me cuidaba durante mi convalecencia, no importaba la edad que yo tuviese, dejaba su tienda para acompañarme en Ciudad de México, en Torreón, o en Saltillo. 

Desde donde yo radicara en cada coyuntura, ella atendía su mercería a distancia. Hasta el momento es fuerte, atenta, solidaria, lúcida y fiel a sus ideales. Creí que su labor con sus hijos era sencilla hasta que mi propia maternidad me demostró lo contrario. 

No es nada simple, pero sí la más gratificante de todas las que he tenido en esta vida. Escribir textos o libros es fácil, porque ellos hacen exactamente lo que yo les digo, no tienen sueños, ni voluntad. 

Cuesta trabajo saber que los hijos son seres independientes, que están de préstamo con sus padres y que su vida es solo de ellos. Mi hija Jimena desde muy pequeña me ha regalado cientos de elementos con los cuales ha enriquecido mi vida: la mirada más hermosa acompañada de una flor; escribirme una carta; ir juntas atrás de una ranita; pasear en bicicleta; verla equivocarse; compartirme su desbordante amor por los perros y ser mejor persona e hija cada día.  Soy bendecida de ser mamá de Jimena Hernández Ayup y también por ser hija de una extraordinaria mujer. Feliz día a las mamás. 

Baruchito

Arcelia Ayup Silveti

Tengo muchos bonitos recuerdos de mi tío Álvaro Ayup Sifuentes. Una gran persona que se preocupaba y ocupaba de sus coterráneos. 

Era común que médicos especialistas me preguntaran si tenía parentesco con él. 

Varios me dijeron que fue su maestro en la Facultad de Medicina de la Universidad Autónoma de Coahuila Unidad Torreón. Otros se acordaban de él como alcalde de nuestro Matamoros, Coahuila. Lo recuerdo desde mi niñez conviviendo con mi papá Jaime y el resto de sus hermanos. Daba gusto verlos tan unidos, siempre sonriendo y haciendo bromas. 

Viajaban con cierta frecuencia, regresaban más felices y con más anécdotas divertidas que contaban una y otra vez. Le decíamos Barucho, o el doctor Barucho. 

Fue el único de los Ayup Sifuentes que obtuvo un título universitario, se graduó como médico general y partero. Visité muchas veces su consultorio, en la Calle Alatorre en el mero centro de Matamoros. Atendía a todo el pueblo y por supuesto a la familia. 

Cada vez que iba, observaba con atención una pintura colgada en una de las paredes de la sala de espera. 

Mostraba a mi tío como un médico joven, de cuerpo entero con una paciente entre su brazo, arrebatándosela a la propia muerte

Creo que desde niña me pregunté cuántas veces se enfrentaría a esa situación. Y también cuántas veces lo hizo como presidente para impedir injusticias. Mi mamá me llevaba para que me atendiera y después yo llevaba a mi hija Jimena a consulta. Tenía especial conexión con ella. 

Desde que era pequeñita le hacía bromas, le regalaba golosinas y le daba su domingo. Jimena me decía desde entonces que su tío Barucho era muy parecido a su abuelito Jaime: que hablaban igual, estaban altos, flaquitos, se vestían muy parecidos y hasta usaban el mismo estilo de boinas.

El doctor visitó por muchos años a mis papás en su tienda de Matamoros y coincidía con mi tío Agustín Silveti, convivían sin prisas, dueños de su tiempo. 

Desde el pasado domingo 19 ya está abrazando a mi papá, a mis tíos y a sus papás. Hasta siempre, Baruchito, gracias por tu legado y permanecer a través de mi querida prima Tabata.

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