Mauricio Vega Luna
“El objetivo es seguir haciendo de México el mejor país del mundo. Nuestro país es una potencia cultural y nuestro objetivo es disminuir desigualdades; pero que cada uno de los mexicanos y mexicanas sepa que hay plan, que hay desarrollo, que frente a cualquier incertidumbre que venga hacia el futuro próximo, México tiene un plan y está unido hacia adelante”
- Claudia Sheinbaum Pardo, Presidenta de México.
El inicio de 2025 trae consigo desafíos importantes para México, marcados por la llegada del segundo mandato de Donald Trump. Mientras el pesimismo predomina en los análisis de muchos expertos, la confianza del pueblo mexicano en el proyecto de transformación nacional brinda una perspectiva esperanzadora. Para todas las personas es claro el enorme reto que representa Trump. Donde creo que la mayoría de los mexicanos nos diferenciamos de la intelectualidad es en la confianza con la que vemos la actual situación política en nuestro país. Si bien tanto intelectuales como no intelectuales sentimos la incertidumbre sobre lo que sucederá en el mundo, la diferencia es la certeza que nos da la mayoría saber que nuestro país cuenta con un plan anual, un plan sexenal y un proyecto histórico de transformación profunda. Un proyecto cuyos avances son palpables para la mayoría de la gente. Me parece que la intelectualidad subestima, una vez más, la fuerza que puede tener nuestro país cuando su gobierno está en plena sintonía con su pueblo. Rara vez en la historia de nuestro país hemos visto esta sintonía, y eso explica su desconcierto.
Lo cierto es que contar con una adversidad externa no es necesariamente una condena al pesimismo y la desdicha. Los desafíos que pueda significar el trumpismo 2.0 en este 2025 serán una gran oportunidad para continuar reforzando esa alianza entre pueblo y gobierno y seguir avanzando en el proceso de transformación de nuestro país. El nacionalismo mexicano que recuperó el Presidente Andrés Manuel López Obrador al llegar a la presidencia y que la Presidenta Claudia Sheinbaum Pardo continúa fortaleciendo será nuestra mejor herramienta para atravesar cualquier periodo de incertidumbre que se avecine.
Históricamente han sido los tiempos de guerra en los que se ha consolidado nuestra identidad y donde se ha fortificado más el nacionalismo mexicano. Hoy afortunadamente las guerras no nos aquejan, sin embargo siguen existiendo las amenazas extranjeras y es ante éstas que podemos continuar reafirmando nuestra identidad nacional. Esta lógica de consolidar identidad nacional a través un adversario ajeno, de un "afuera constituyente", ha sido una constante en nuestra historia, como se evidencia en las tres transformaciones previas de nuestra nación.
Virginia Aspe, en su análisis sobre los dilemas de las cuatro transformaciones de México, señala que en todas se ha identificado un adversario a la transformación como parte del discurso de la misma. Esto tiene mucho sentido al analizarlo desde la teoría del discurso de Ernesto Laclau y Chantal Mouffe, pues ellos sostienen que siempre, para constituir un pueblo o una nación, es clave definir lo que ellos llaman el “afuera constituyente”. Ese “afuera” es lo ajeno, lo extranjero, lo otro que hace que nos constituyamos como grupo quienes nos encontramos dentro de una comunidad y no afuera. En los discursos de extrema derecha, ese afuera constituyente suelen ser los inmigrantes extranjeros, mientras que en los discursos más nacional-populares el afuera constituyente suele ser una oligarquía, una minoría rapaz frente a la cual se constituye el pueblo.
En la primera transformación, si bien ese afuera constituyente existía “fuera” de lo que se conocía como Nueva España, lo cierto es que para el pensamiento criollo, la unidad de la naciente nación mexicana dependía del desconocimiento de la exclusividad que ejercían los peninsulares sobre las funciones de gobierno, apoyados por la corona. Es decir, parte de ese afuera constituyente estaba adentro en términos geográficos, pero afuera en términos políticos.
En la segunda, los privilegios del clero, así como la organización de los conservadores en torno a ellos, los hacían ser el enemigo de la república. Esto se hizo más patente cuando los conservadores buscaron a un monarca extranjero para dominar, lo que unificó la respuesta en favor de la república. No solo porque se viera a Maximiliano y su reinado como parte del afuera constituyente, sino porque se hacía notable el antipatriotismo de la facción conservadora y del clero quienes, aun cuando pertenecían a México, actuaban en contra de los intereses de la nación.
En la tercera transformación el afuera constituyente es clarísimo: el régimen de privilegios y de injusticias encabezado por el dictador Porfirio Díaz. Su negativa a dejar participar a diferentes facciones o grupos en el ejercicio del poder público, así como su negativa a dejar poseer tierra a quienes la trabajaban, unificó la respuesta frente a su gobierno e hizo que diversas facciones revolucionarias encontraran en el derrocamiento de su régimen el mejor pegamento para luchar juntos.
En esta Cuarta Transformación de la vida pública de México, el afuera constituyente es aún más claro. El discurso de AMLO desde que estaba en la oposición y durante todo su mandato ha tenido clarísimos puntos nodales, uno de ellos los adversarios: el conservadurismo, la mafia del poder, los neoliberales. Un clarísimo afuera constituyente que separa a las identidades en dos: una minoría corrupta vs una mayoría honesta.
En la segunda etapa de esta Cuarta Transformación, al tener adversarios cada vez más pequeños dentro del país, parece ser que un viejo adversario se nos propone como un nuevo afuera constituyente: el gobierno estadounidense. Un adversario formidable no solo por su poder, sino porque es a la vez un aliado necesario en la construcción de un futuro económico. ¿Cómo construimos nuestra identidad contra el racismo, imperialismo e individualismo estadounidense, pero al mismo tiempo con un proyecto económicamente alineado con el de Norteamérica? ¿Cómo combatir lo más dañino de la estrategia de EE.UU. sin renunciar a ser sus aliados? La respuesta ya la delineó en su momento el Presidente AMLO: “ante la imposibilidad de tomar distancia de la gran potencia, buscar generar aliados con intereses semejantes en el resto de América” (en palabras de Lorenzo Meyer).
Y esta estrategia tiene su siguiente etapa en el Plan México de la Presidenta Claudia Sheinbaum. El Plan México propone un desarrollo integral basado en la industrialización sustentable y el fortalecimiento de los mercados internos y regionales, articulando políticas de bienestar social que beneficien directamente a las comunidades más vulnerables. Es un ambicioso plan que busca continuar la prosperidad en el país, pero también en la región y en definitiva en el continente entero. En palabras de la Presidenta: “nuestro objetivo es ampliar el desarrollo a todo el Continente Americano, esa es la visión que queremos tener para ser la región con mayor potencial y desarrollo del mundo. El objetivo es fortalecer estos mercados locales, el mercado nacional, el mercado interno y los mercados regionales”.
Si EE.UU. será la oposición, la mejor manera de hacerle frente es con un buen gobierno, muy legitimado, con gran control del territorio, con una mayor soberanía en todos los sentidos y con un discurso cohesionador. En ese sentido, la mejor política exterior será la interior, pues si continuamos mejorando en seguridad, economía y democracia, tendremos una posición mucho más cómoda cuando toque negociar con la gran potencia vecina. Ya de por sí contamos con un escenario interno sumamente favorable y tan solo hay que comparar la diferencia entre la confianza que la gente le tiene a su presidencia en México y en EE.UU.: Donald Trump arranca con un 55% de aprobación, mientras que nuestra Presidenta tiene el impresionante apoyo del 80%.
Por último, y para nada menos importante, recordemos que contamos con un elemento crucial para este reto: nuestros hermanos y hermanas migrantes. No es casualidad que el nuevo himno al migrante que debutó en la mañanera de la Presidenta sea también la canción con la que terminó su evento de los primeros 100 días de gobierno. Ellas y ellos representan lo mejor de nuestro pueblo: el trabajo, la solidaridad, el valor de la familia y el patriotismo. La comunidad migrante representa un puente entre México y EE.UU., no solo por sus contribuciones económicas y sociales, sino también como una demostración tangible del valor de la unidad y la resistencia mexicana en contextos adversos. Un nacionalismo méxico-americano que bien puede ser la mejor representación de la superación de la contradicción que se nos presenta este 2025.
Con un gobierno legitimado, un pueblo unido y una estrategia bien definida, México no sólo está listo para afrontar los retos del 2025, sino para erigirse como un ejemplo de transformación histórica y liderazgo en la región, reafirmando su identidad y soberanía frente a las adversidades.