Mauricio Vega Luna
"Debemos aceptar la decepción limitada, pero nunca debemos perder la esperanza infinita". Martin Luther King, Jr.
La toma de posesión de Trump parecía la puesta en escena del funeral del neoliberalismo institucional estadounidense. Contrastando con el júbilo de los partidarios de Trump, estaban las caras largas de los y las integrantes del antiguo establishment político. Ese establishment que operó a sus anchas en los 80s, 90s y principios del siglo XXI. Y si bien el enterrador no es de mi agrado, no puedo evitar sentir satisfacción al ver a esas élites derrotadas.
Cada fracaso, cada promesa rota, cada abuso de poder llevado a cabo por esta hueca élite fue pavimentando el paso para que llegara un movimiento antagonista y populista al poder. Esos cómplices de los expoliadores de nuestro pueblo. Ese Bush cuyo padre pactó con el espurio presidente Salinas un tratado que benefició por mucho a las élites económicas y desfavoreció al campo mexicano. Un tratado cuyos beneficios nunca fueron palpados por quienes más lo necesitaban en México ni en Estados Unidos. Ver los rostros demacrados de los Clinton, representantes de las peores prácticas corruptas e hipócritas del partido demócrata. Ver solo al deportador en jefe, Barack Obama, una otrora joven promesa de occidente, convertido en un millonario político perdedor cuya atractiva retórica nunca se convirtió en una transformación profunda de las políticas públicas en su país. Y el más reciente, Biden cuyo mandato será recordado por la incapacidad de frenar un genocidio en Palestina así como su inhabilidad de llevar a cabo una comunicación efecetiva de sus logros económicos.
Pero esa apertura de un momento populista que dejaron sus fracasos no tenía que ser llenada por un movimiento de extrema derecha. Recordemos que en 2016 apareció como opción progresista el movimiento pro-derechos de Bernie Sanders, pero fueron las élites del partido demócrata quienes le cerraron el paso. Prácticamente le dejaron el camino abierto a un populismo anti-derechos, encabezado por el magnate caricaturesco que hoy asumió el poder. Lamentablemente, serán otros y otras quienes más sufran los estragos de la llegada al poder de la extrema derecha, pero me reconforta la esperanza de que este sea el entierro definitivo de las élites neoliberales y que lo que venga después de Trump sea una respuesta verdaderamente progresista a las desigualdades que ha generado el modelo económico estadounidense.
Mientras Estados Unidos lidia con las consecuencias de su cambio político, en el resto del mundo enfrentamos los caprichos de esta nueva élite política. En sus alianzas con el poder económico, se parecen bastante a las pasadas, pero tienen un estilo diferente. Son más cínicos. Ya no disimulan querer ser el ejemplo mundial de lo que debería ser el buen hacer en la política internacional. Abiertamente aceptan ejercer su poder militar y económico para su propio beneficio y el de sus oligarcas. Abiertamente aceptan la inequidad del poder en el mundo diciendo que el resto del mundo los necesita más a ellos que al revés. Es cierto que esto es retórica, como era retórica aquello de que eran el modelo a seguir del mundo, y que en realidad la interdependencia entre los países está más presente de lo que a ellos les gustaría. Y tocará a cada país utilizar sus fichas para negociar de forma efectiva con el nuevo líder del imperio en decadencia.
Para fortuna de nuestro país, tenemos un liderazgo fuerte, capaz y con mucha legitimidad al frente de nuestro gobierno. Un gobierno con proyecto económico, político e ideológico a largo plazo. Un gobierno aliado del pueblo más politizado del mundo. La respuesta de la Presidenta ha sido sensata y estratégicamente adecuada. Cada exceso retórico del presidente estadounidense ha sido respondido con un mensaje de dignidad y de no subordinación. Y las políticas que Trump ha llevado de la retórica a la práctica relacionadas con México hasta el momento han sido bastante parecidas a las de su mandato anterior. La mayoría han sido más estridentes que contundentes. Las que sí tendrán consecuencias prácticas sobre nuestro país se han buscado atajar prontamente con medidas como el programa México Te Abraza, que busca dar apoyo a quienes sean deportados. Esto muestra que tenemos esperanza pero también preparación para los escenarios negativos.
Por lo demás, que la transformación siga avanzando. Y en cuanto al estado de la política dentro del país vecino, solo nos queda esperar que eventualmente el mensaje del humanismo llegue a esas latitudes y, dentro de su soberanía, elijan a un gobierno que rechace a las viejas élites, sí, pero que no busque en su lugar poner otras que huelen igual de rancio.