Mauricio Vega Luna
A raíz del éxito del trumpismo en EE.UU así como de otras opciones ultraconservadoras en Europa, ha surgido un debate en el pensamiento progresista occidental sobre qué hacer para enfrentar esta ola reaccionaria que parece imparable. En mayo pasado, dos intelectuales prominentes se sentaron para tener un diálogo al respecto. De un lado el francés Thomas Piketty, uno de los principales economistas de Europa, un socialista que ha estudiado los efectos de la desigualdad. Y del otro, Michael Sandel de Harvard, uno de los filósofos políticos más actuales de Estados Unidos.
Ambos académicos coinciden en que la extrema derecha ha logrado atraer a la clase trabajadora al enfocarse en sus problemas materiales y darles una dimensión identitaria, mientras que los demócratas en EE. UU. han quedado asociados a las élites. En Europa, destacan el crecimiento del voto a la ultraconservadora Marine Le Pen en ciudades pequeñas, donde la migración es baja pero el descontento es alto.
Sandel menciona que los progresistas deberían meterse de lleno en los lugares escabrosos del debate público. Primero con una crítica a la postura progresista de promover la educación como única vía de movilidad social, pues esto refuerza la idea de que los "perdedores" de la globalización son responsables de su fracaso. Y segundo con la migración, un tema que la ultraderecha ha capitalizado enormemente. Para Sandel la falta de un discurso patriótico de parte de la izquierda ha dejado el campo abierto para que la derecha impulse su agenda xenófoba.
Piketty sostiene que el voto por Trump o Le Pen se debe más a la pérdida de empleos en el sector manufacturero que a la inmigración. Sandel objeta que la preocupación por la inmigración es alta incluso en lugares con pocos migrantes, a lo que Piketty responde que la izquierda ha ignorado los problemas de comercio y empleo. Según él, los progresistas no pueden competir con la derecha en discurso identitario; deben centrarse en las preocupaciones materiales de los votantes.
En síntesis, ambos advierten que el progresismo no está ofreciendo respuestas efectivas a la frustración de la clase trabajadora, lo que deja espacio a la ultraderecha para capitalizar ese descontento.
Ante este interesante intercambio, surge un tercer participante desde España. El comunicador político Pablo Iglesias escribe un comentrario al debate que titula “Es la Ideología, estúpidos”, en un clara alusión a la frase “Es la economía, estúpido” que proviene de la campaña electoral que enfrentó en 1992 a Bill Clinton y George Bush. Para Iglesias, el debate que la izquierda tenga sobre qué debe ofrecer a sus votantes es importante pero no tanto como piensan Sandel y Piketty. Señala que ambos omiten un factor clave en el auge de la ultraderecha: el papel de los medios de comunicación y el ecosistema cultural: no basta con evaluar los programas políticos, ya que la identidad no se activa solo a partir de las ofertas partidarias, sino a través de dispositivos mediáticos que configuran el sentido común.
Continúa su argumento destacando que la ultraderecha no se caracteriza por la coherencia de su discurso—ejemplificando con las contradicciones entre Trump, Milei y los partidos europeos—sino por su capacidad de dominar el entorno mediático y cultural. En EE. UU., el fenómeno Trump no se entiende sin la influencia de FOX News y del mismo modo . recuerda que Clinton no ganó solo por tener razón, sino porque tuvo los medios para imponer su discurso.
En resumen, por un lado Piketty y Sandel ponen el énfasis en el contenido del discurso del centro-izquierda y por el otro, Iglesias lo pone en el poder mediático como generador de identidad.
Ante estas interesantes reflexiones sobre cómo ganar desde el progresismo en un ambiente mediático hostil y ante unas élites políticas desdibujadas, vale la pena recordar las lecciones del caso de éxito que ha sido el humanismo mexicano.
En 2018, teniendo todo el ecosistema mediático en su contra, AMLO y su movimiento lograron contra todo pronóstico contrarrestar la fuerza de ese ecosistema, volver su narrativa la dominante y lograr una victoria electoral histórica. Apunto algunas de las claves de aquella hazaña para reflexionar sobre el deber del progresismo.
Coherencia narrativa: El discurso de AMLO no solo fue sólido en su estructura, sino también congruente con sus acciones y propuestas. Su honestidad y compromiso con la lucha contra la corrupción fueron clave para ganar la confianza de la población. Si su honestidad se hubiera visto comprometida, su principal herramienta se hubiera descompuesto.
Estructura del mensaje: A diferencia de discursos vagos como el de Trump ("Make America Great Again"), AMLO reconoció la grandeza histórica y cultural de México, no como una nostalgia del pasado, sino como una base para construir un futuro mejor. Su discurso aludía a los grandes momentos de nuestra fecunda historia política y a nuestros orígenes milenarios llenos de valores morales y espirituales. Ambos pilares nos ubican a los mexicanos como sujetos en una posición de valor frente a la historia pasada pero sobre todo frente a la historia futura. No es una nostalgia por un pasado glorioso, es una remembranza de que hemos sido, somos y seremos siempre una potencia cultural y espiritual. Solo hacía falta vencer a las élites corruptas y llevar esa grandeza a las instituciones.
Trabajo de calle: AMLO dedicó años a recorrer el país, escuchando a la gente y difundiendo su mensaje de cambio. Esta labor física y metodológicamente ardua le permitió conectar directamente con la población. Además, fundó el movimiento Morena y el periódico Regeneración, que llegó a distribuir 2 millones de ejemplares, convirtiéndose en una herramienta clave para contrarrestar la hegemonía mediática. Este periódico, sencillo pero efectivo, resumía la actualidad, denunciaba los abusos del gobierno en turno y proponía una alternativa al régimen neoliberal. Estas herramientas modestas en costos pero gigantes en penetración lograron contrarrestar la hegemonía mediática de los grandes medios y junto con las redes sociales, se logró poner en boga un nuevo sentido común humanista, patriótico y esperanzador.
En conjunto, estos factores permitieron a AMLO y su movimiento superar la narrativa impuesta por los poderes políticos, mediáticos y económicos, generando una ola democrática que puso fin al periodo neoliberal en México en 2018.
A la luz de estas claves, creo que los tres participantes del debate tienen algo de razón. La coherencia del mensaje, su componente identitario, así como la cercanía del mensaje con la gente que busca interpelar son elementos importantes para garantizar el éxito del discurso. Pero también es cierto que para que ese discurso logre contrarrestar la infraestructura del poder mediático es necesario crear estructuras propias, canales, programas, periódicos y sobre todo la comunicación a pie de calle, puerta a puerta. No solo para mantener siempre aceitada la narrativa sino para nunca perder la conexión con la gente. En palabras de Andrés Manuel López Obrador: Es el Pueblo. Pueblo, Pueblo, Pueblo.