Susana Cepeda Islas
Le aseguro, mi querido lector, que en algún momento de su vida se ha preguntado ¿Cuántas veces ha dejado pasar una gran oportunidad? Hablo de las oportunidades que se presentan solo una vez y no vuelven nunca más. Le comparto que, en alguna ocasión en mi juventud me ofrecieron ir a estudiar al extranjero con una buena beca. La rechacé sin pensar en las consecuencias, pasaron los años y aquella oportunidad nunca regresó. No me arrepiento, porque afortunadamente he tenido otras, pero a veces pienso que quizá hubiera alcanzado mejores horizontes. Aunque también creo que el “hubiera” es un verbo inútil: no vale la pena pensarlo, ¡ya para qué!
La palabra oportunidad tiene su origen latín opportunitas, que significa ventaja o situación favorable. El Diccionario de la Real Academia Española la define como el “momento o circunstancia oportunos o convenientes para algo”. Por ello, es importante estar atentos, pues una oportunidad es también un estado mental, es una interpretación de la realidad: existe la posibilidad de tomar la decisión de aprovecharla y así poder conseguir algún tipo de mejora. No cabe duda de que, como dice el refrán popular: Las oportunidades son como los amaneceres: si uno espera demasiado, se los pierde.
Es frecuente que las oportunidades suelen presentarse en varios escenarios de la vida: en la política, con la invitación a participar en un puesto público; en lo comercial, al ofrecerte iniciar un negocio; en lo personal, cuando conoces a una pareja compatible, por mencionar algunas. También aparece la idea de que "Dios nos da oportunidades todos los días". Esta creencia se sostiene en que, a través de su amor y misericordia, cada día se nos brinda la posibilidad para iniciar un camino nuevo, para remediar caídas, para buscar una ruta que nos lleve a mejorar la vida.
Es más sencillo identificar las oportunidades si procura adquirir conocimientos, valora las cualidades de las personas que le rodean, busca el desarrollo de sus habilidades, cuando se mantiene en constante crecimiento, se ocupa por esforzarse por un desempeño laboral, se adapta a las nuevas tecnologías, cuenta con un proyecto de vida que lo lleve a un desarrollo integral y por supuesto a estar dispuesto a entregar su tiempo, dinero, energía, valor y coraje.
Si no estamos atentos, corremos el riesgo de dejar pasar las oportunidades, ya sea por miedo o por indecisión. Esto puede provocar en nosotros arrepentimiento, pérdida, fracaso, amargura, entre otros sentimientos, pues reconocemos que: la vida, por lo general, no ofrece segundas oportunidades. Muchas veces nos justificamos afirmando que: “No quería arriesgarme”; “no era para mí”; “no lo consideré necesario”. En fin, buscamos excusas para no culparnos por haber dejado ir una buena ocasión.
La impresión de sentir de haber desperdiciado una gran oportunidad suele ser amarga y duradera. Dependiendo de la situación, puede rondar en nuestra mente por muchos años. Sin embargo, no todo está perdido; esa experiencia nos puede ayudar a no volver a desaprovechar la siguiente que se nos presente. Paul Auster decía que: "Las oportunidades perdidas forman parte de la vida igual que las oportunidades aprovechadas, y una historia no puede detenerse en lo que podría haber sido". Hay que tomarlo como aprendizaje y seguir adelante.