La plantilla de profesores del Instituto Nacional de Administración Pública, en mi época de estudios de maestría, era realmente interesante: funcionarios públicos y Doctores de la UNAM y de la UAM, todos destacados sin lugar a duda. Recuerdo a Oscar De Lassé, Director General de Investigaciones Políticas y Sociales de la Secretaría de Gobernación, en la época de Manuel Bartlett como secretario.
Vestido de Englishman, el joven director se presentaba acompañado por una corte de subalternos encabezados por su secretario particular. Paseando por la tarima doctoral nadie paraba a De Lassé. Entre sus manos Staatslehre (empastado en piel, of course), el tratado de Teoría del Estado del riguroso alemán Hermann Heller. Caminaba de un lado a otro, mientras citaba y recitaba. Contrastaba la teoría con el ejercicio del poder, él tenía ejemplos de sobra de cómo el Estado mexicano y su gobierno se mantenían más campantes que Mr. Walker, a pesar de los pesares.

Partiendo de la premisa de que “La generación intermitente de las centrales eléctricas eólicas y fotovoltaicas afecta la confiabilidad del Sistema Eléctrico Nacional en suficiencia, calidad y continuidad en el suministro eléctrico”, el Centro Nacional de Control de Energía (Cenace) publicó un Acuerdo para garantizar la eficiencia, calidad, confiabilidad, continuidad y seguridad del Sistema Eléctrico Nacional, ante la emergencia sanitaria que ha paralizado al país.
En medio de la incertidumbre que ha generado la aparición y desarrollo de la COVID‑19, la enfermedad infecciosa causada por el coronavirus, el diseño de las políticas públicas coyunturales se ven inmersas en las disyuntivas e hipótesis que los lleven a explorar soluciones para lograr un equilibrio entre la salud y la economía de la población.