Mauricio_Vega_Luna_Nuestra_Revista.jpgMauricio Vega Luna

Hoy se pone un clavo más al ataúd neoliberal. Y no cualquier clavo. Hoy se materializa en una sentencia lo que desde hace años sabíamos todas y todos los mexicanos: el gobierno de Felipe Calderón se alió con el crimen organizado a través de su secretario de seguridad pública Genaro García Luna. Esta colusión es emblemática del llamado periodo neoliberal pues pinta de cuerpo entero al conservadurismo como una ideología deshonesta, dañina y corrupta. Con esta sentencia se sepulta la visión inhumana de que la seguridad pública se consigue con más violencia. Se confirma que el fuego no se apaga con más fuego. El mal no se combate haciendo el mal. Al mal se le combate haciendo el bien. Ante esta lección histórica, los partidos opositores, sobre todo el partido que gobernaba mientras García Luna cometía atrocidades, deben entrar en una profunda reflexión.  

Siguiendo la visión humanista del presidente Andrés Manuel López Obrador, tenemos que el conservadurismo tiene 3 características principales: autoritarismo, corrupción e hipocresía. El ejemplo del secretario de seguridad pública de Calderón es paradigmático de este pensamiento conservador pues ilustra claramente las 3 características.  Autoritarismo: en el sexenio de Calderón se llevaron a cabo ejecuciones extrajudiciales, violaciones a los DDHH de quienes protestaban, de quienes investigaban, de quienes luchaban por disminuir la violencia. Corrupción: García Luna es la prueba viva de lo arraigada que estaba la corrupción en el poder ejecutivo pero también en el judicial pues todavía en el sexenio del presidente AMLO hubo sentencias a favor de proteger los intereses económicos del hoy convicto y de sus familiares. Autoridades de los 3 órdenes de gobierno se corrompieron durante su mandato. Hipocresía: Mientras en la práctica el encargado de la seguridad pública estaba haciendo negocios con el crimen organizado y utilizaba su poder para beneficiar al cartel con el que pactaba, en el discurso se buscaba convencer a la gente de que en realidad se estaba “en guerra” contra el crimen organizado y que se buscaba eliminar a los cárteles para garantizar la seguridad. Inclusive se llegó a decir que valía la pena violentar civiles llamándoles daños colaterales pues el fin último era erradicar la violencia generada por el crimen organizado. Este doble discurso es característico del conservadurismo. 

Ante esta podredumbre, el PAN debe renovarse. Empezando por aceptar que se equivocó, reconociendo que cualquier estrategia falla si no la llevan a cabo personas íntegras, honestas, verdaderas servidoras públicas. Ante este acontecimiento que cimbra los pilares del partido de Gómez Morín, existen hoy dos visiones: la corregible y la incorregible. La primera busca reconocer que la estrategia de Calderón falló y que al corromperse su gobierno nos falló a todas y todos.  Independientemente de cuál de estas visiones se imponga y tenga más preponderancia en el futuro del partido, todas y todos los miembros de ese partido deberían asumir que la visión del belicismo inhumano fracasó. En contraposición, la visión humanista resultó triunfadora. 

Aunque fuera solo por razones estratégicas, los opositores deberían buscar aprendizajes derivados del éxito de la visión humanista de la Cuarta Transformación. Primer aprendizaje: La seguridad, la paz y la tranquilidad social son fruto de la justicia social. Cualquier estrategia de seguridad se queda corta si no busca combatir la pobreza y las desigualdades pues la violencia sistémica de estos lastres agudiza la violencia de las conductas antisociales. El énfasis en la atención a las causas como los programas sociales dirigidos a la juventud, llegó para quedarse. Este debe ser un pilar de cualquier acción política pues un gobierno que no procura la justicia, no es más que una banda de malhechores. En este caso los malhechores trabajaban en conjunto con el crimen organizado, de modo que no se sabía si era el crimen organizado quien gobernaba o era el gobierno quien delinquía. Se difumina la línea entre autoridad y delincuencia. 

Lo que nos lleva al segundo aprendizaje: La buena fama no es un accesorio en el ejercicio del poder público, sino que es una condición necesaria si lo que se busca es gobernar con éxito. Cualquier estrategia por buena que sea fallará si quienes la aplican son personas deshonestas. Desde el primer día del gobierno del presidente AMLO, el contraste con las secretarias y secretarios del neoliberalismo fue dramático no solo por los pésimos resultados de los anteriores sino por la pésima fama que tenían. 

Tercer aprendizaje: para vencer hay que convencer. La nueva propuesta política de un partido opositor debe iniciar reconociendo el apoyo popular con el que cuenta la visión del gobierno actual. Si lo que buscan es volver a gobernar algún día, deberían empezar por reconocer que la estrategia actual tiene más apoyo que la anterior y no echar en saco roto los aprendizajes que ha dejado la primera etapa de la Cuarta Transformación.

Ojalá tanto el PAN como la oposición en general aprovechen este momento para hacer una verdadera autocrítica y retomen desde la humildad los principios bajo los cuales algún día lograron convencer: la democracia, el cristianismo, la ejemplaridad. Si en cambio se montan en su macho y continúan culpando de todo al gobierno actual, están condenados a desaparecer junto con el neoliberalismo que representaron.