Mauricio Vega Luna
“Ofrecer disculpas por agravios del pasado permite resolver heridas históricas y libera tanto a quien ofrece perdón como a quien lo otorga”
- Claudia Sheinbaum Pardo
Hoy más que nunca, la corona y el gobierno español deben reflexionar. La institución monárquica ofende al pueblo de México y al pueblo de España. Pese a que el presidente español, Pedro Sánchez, menciona que las acciones del gobierno mexicano “no representan el sentir de la sociedad española”, sus aliados en el gobierno piensan diferente. Todos los partidos aliados de Sánchez comparten la convicción de que la corona debe pedir disculpas y reconocer abusos cometidos en la llamada conquista. De hecho, hoy en día solo la derecha española reivindica la monarquía, lo cual no sorprende pues han sido aliados desde hace siglos. Lo que llama la atención es la decisión política de Sánchez, político de izquierda, de ubicarse del lado de una institución vieja y en decadencia. Si bien esta movida va acorde a lo que ha hecho antes su partido, los tiempos de hoy exigen avanzar hacia la democracia, hacia el progresismo y hacia la hermandad entre todos los pueblos. Si no se dan cuenta de esto, su gobierno solo será uno más en su larga historia de gobiernos regulares.
Es claro que el presidente del gobierno español está pensando en el corto plazo y piensa que le sale más barato, en el corto plazo, abrir una crisis con un país latinoamericano más (sumadas a las que tiene con Argentina y Venezuela) que abrir una crisis interna con la monarquía. Sin duda sería más complejo tener una crisis interna pues la oligarquía española respondería con fuerza para proteger a su gran aliado, el ciudadano Felipe VI. Y conllevaría un proceso largo de reflexión y pedagogía para convencer a la parte de su población que cree que no hay nada de qué disculparse acerca de la llamada conquista en América. Parte de esa población votó por él y esto lo hace tener que ser muy cuidadoso. Es entendible su cautela, pero no deja de ser lamentable su falta de arrojo.
Como presidente tiene la legitimidad democrática para encaminar a la corona a posiciones más actuales y menos decadentes y autoritarias, sin embargo, cada vez parece más claro que es la corona la que atrae al gobierno a sus posiciones políticas conservadoras. Claro, pedirle a una “institución” hereditaria y patriarcal que se actualice a los tiempos puede parecer ingenuo. Pero ¿no es aún más ingenuo pretender terminar con esa institución autoritaria y elegir al jefe de estado democráticamente? Es el sueño de gente dentro y fuera de españa, que ese oaís se convierta en una república como la mayoría de las democracias del mundo pero, en lo que esa transformación es posible, lo mínimo que podría hacer un gobierno progresista es empujar a su jefe de estado a llevar una mejor relación con América Latina y con sus pueblos. Empujarlo a tener una posición más actual, una posición que comparte tanto la mayoría de la población española como mexicana.
Esa opción nunca se consideró por parte del gobierno español y no se hizo la reflexión pertinente sobre lo que implica pedir disculpas y reconocer abusos del pasado. Como bien ha recordado la Presidenta de México, Claudia Sheinbaum Pardo, cuando el Gobierno de México solicitó las disculpas lo hizo ofreciendo también las suyas por los abusos que el Estado Mexicano ha cometido contra los pueblos indígenas, pueso como ha repetido la Presidenta, pedir disculpas enoblece. Además, esta solicitud se le hizo también al Vaticano y el Papa Francisco respondió pidiendo disculpas, como era de esperarse. Y como demostró la Presidenta en su mañanera del viernes, muchos otros países han hecho este gesto de buena voluntad de pedir disculpas a los pueblos de países que invadieron como Alemania, Francia, Bélgica, Italia, Portugal y Reino Unido. Quien desentona en este siglo XXI es el monarca de España.
Si tanto la corona como el gobierno español pensaran en el largo plazo, sabrían que es más sostenible políticamente hacer el gesto y pedir disculpas. Pero la corona ha demostrado que su plan es atrincherarse en el derecho divino y permanecer eternamente intocada como institución autoritaria en su país, pase lo que pase. No solo no buscan rectificar sino que cada vez se vuelven más intransigentes. Esta necedad es secundada por los medios oligárquicos que defienden a capa y espada a su “majestad" y a su derecho a no reflexionar sobre su pasado. Ante esta cerrazón, quien tiene la responsabilidad de abanderar el progreso es el presidente del gobierno. Con esto se distanciaría claramente del sector más conservador de su país y representaría mejor a la gran mayoría del pueblo español. Debería reconocer que esa mayoría parlamentaria que lo sostiene en el gobierno es plural y diversa. Es una mayoría que no piensa de forma autoritaria y casposa, que ya han superado esa visión racista de la conquista y que quieren un país más solidario y democrático.
Dice Pedro Sanchez que México y España somos países hermanos. Y tiene razón, por eso no se entiende porque nos han faltado al respeto de esa forma. No solo por negarse a la disculpa, sino que ni siquiera tuvieron la cortesía de responder directamente la petición del Presidente de México. Ni el jefe de estado ni el presidente del gobierno mostraron fraternidad para con nuestro pueblo. ¿No era más de hermanos dialogar y buscar acuerdos, como lo hizo el Papa Francisco? Dice también Pedro Sánchez que México y España ambos tenemos gobiernos progresistas. Y tiene razón, por eso no se entiende que un gobierno progresista no vea condenable la violencia, el abuso y las injusticias perpetradas en nombre de la corona.
El presidente Sánchez es un gran estratega, una tras otra ha logrado sortear las trampas que le ha puesto la derecha y ha conseguido sumar aliados para permanecer en el gobierno. Pero no tiene un proyecto de nación. No busca hacer Historia. Es un político eficaz, quizá un hombre de estado, pero no un Hombre de Nación. Una persona que busca hacer política transformadora y dejar huella en su país y en el mundo pensaría más allá, escucharía a sus aliados, escucharía a su pueblo y lideraría una nueva etapa en la vida democrática de España y de sus países hermanos. Espero equivocarme pues aun estamos a tiempo de inaugurar una etapa nueva entre México y España, reescribir la historia en conjunto y desde el humanismo del siglo XXI. Si en cambio Sánchez prefiere escuchar a las élites, tanto aristócratas como oligárquicas, y no escuchar tanto a la mayoría parlamentaria como a la mayoría de su pueblo, será recordado como un gran estratega, pero sin principios, sin ideales, sin rumbo. Todavía está a tiempo de cambiar la historia y hacer Historia.