Mauricio Vega Luna
Esta semana, dos acontecimientos me llevaron a reflexionar sobre la transformación de la comunicación política en nuestros tiempos: el aniversario de las conferencias mañaneras y un debate entre Ciro Gomez Leyva y Epigmenio Ibarra. Ambos casos subrayan cómo la transparencia y la interacción moldean nuestra percepción de los líderes políticos y los medios de comunicación.
El pasado 3 de diciembre se cumplieron seis años de la primera conferencia mañanera del Presidente Andrés Manuel López Obrador, un ejercicio de comunicación, rendición de cuentas y acceso a la información sin precedentes en México y, probablemente, en el mundo. No sorprende que la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo haya continuado con este modelo, pues su eficacia trasciende en múltiples niveles.
Primero, porque convierte a la Presidencia de la República en un espacio verdaderamente público al que cualquier persona puede acceder. Esto ha mantenido la cercanía entre el pueblo y sus líderes, un vínculo que AMLO consolidó antes de asumir el poder y que Sheinbaum preserva en su mandato.
Segundo, porque representa un ejercicio de rendición de cuentas único. En un país donde la información política solía controlarse con rigor, estas conferencias permiten que cualquier periodista, simpatizante u opositor cuestione directamente al principal actor político de la nación.
Tercero, porque fija la agenda política desde el inicio del día y ofrece un contrapeso al discurso mediático conservador. Contrario a los medios tradicionales que suelen operar bajo una narrativa vertical y prefabricada, las mañaneras promueven un diálogo circular y horizontal, donde el lenguaje y los intereses del pueblo ocupan el centro del debate político nacional.
Esto enlaza directamente con el segundo acontecimiento que destacó esta semana: un debate en el programa de Ciro Gómez Leyva entre el conductor y Epigmenio Ibarra. La discusión surgió a raíz de una columna de Epigmenio en Milenio, donde cuestionó la falta de autocrítica de los líderes de opinión tras los resultados de las elecciones del pasado 2 de junio. Señaló que, a pesar de haber pronosticado un colapso nacional durante años, los hechos no han respaldado su narrativa.
La reacción de Ciro fue notablemente emotiva. Se mostró ofendido y exasperado, acusando a Epigmenio de que sus argumentos eran infundados y que con su crítica lo insultaba a él y a su equipo de trabajo. Esta respuesta refleja lo poco acostumbrados que están los comunicadores tradicionales a que su labor sea cuestionada, a pesar de que ellos mismos critican con dureza a los servidores públicos.
Este contraste es revelador. Mientras la Presidenta enfrenta preguntas directas y críticas en las mañaneras con normalidad y mesura, los comunicadores tradicionales parecen ser alérgicos al escrutinio, como si su trabajo estuviera exento de evaluación, cuando no debería ser así, ya que la información, su principal herramienta de trabajo, es un bien público.
En un mundo transformado por las redes sociales, la comunicación ya no es un monólogo unidireccional. Los receptores ahora exigen interacción, transparencia y cercanía, especialmente de quienes manejan información pública. Sin embargo, ciertos comunicadores parecen atrapados en una era donde sus mensajes podían difundirse sin esperar respuesta alguna.
Afortunadamente, la política en México ha adoptado un enfoque distinto. La cercanía con el pueblo, facilitada tanto por las nuevas tecnologías como por el modelo de gobernanza inaugurado por el Presidente Andrés Manuel López Obrador, se ha convertido en una condición indispensable para el ejercicio del poder. Las mañaneras son el mejor ejemplo de esta evolución: un espacio donde el diálogo y la rendición de cuentas son la norma, no la excepción.
En un mundo donde la comunicación fluye de ida y vuelta, quienes se aferren a los viejos paradigmas quedarán rezagados. La política ha entendido esta dinámica, y las mañaneras son un ejemplo claro de cómo la cercanía y el diálogo con el pueblo no solo fortalecen liderazgos, sino que también marcan una nueva era en la comunicación pública, donde el poder del pueblo se refleja en la forma en que se transmite la información.
El autor estudió Relaciones Internacionales en el Tec de Monterrey y Política en la Universidad de Essex.