Susana Cepeda Islas
¿Por qué escogemos el camino corto en lugar del largo? Esta interrogante tiene varias respuestas: puede ser para realizar un esfuerzo menor, obtener la recompensa de forma rápida, por la urgencia de llegar a nuestro destino o, peor aún, por flojera. Creemos que al hacerlo de esta manera tendremos éxito, porque demostramos nuestra habilidad para ganar ipso facto.
También influye el hecho que vivimos en un mundo que nos obliga a ir de prisa, todo con tal de ser productivos y exitosos. Esto provoca miedo a que otros nos arrebaten las oportunidades, nos mantiene constantemente ocupados para evadir nuestra realidad y nos satura de actividades. Otro factor importante es que la tecnología, que aparentemente nos resuelve aparentemente la vida de manera expedita. Olvidamos el refrán popular que dice: “La prisa es mala consejera” lo que significa que nos lleva a cometer errores al no reflexionar y analizar lo necesario.
Varios filósofos han reflexionado sobre el tema de la prisa, entre ellos se encuentran Séneca que decía: “Sin prisa, pero sin pausa”, Sócrates apuntaba al “vacío de una vida ocupada”. Leí en algún documento que somos la sociedad de las prisas. Desafortunadamente, nos invade la falta de paciencia, por algo Nietzsche la consideraba “indecorosa”, debido a que “la prisa es universal porque todo el mundo está huyendo de sí mismo”. Por ello, es mejor correr a enfrentar.
En cambio, sí transitamos por el camino largo, éste nos ofrece mayores recompensas y, sobre todo, más duraderas. Tenemos la oportunidad de aprender de las lecciones que nos da la experiencia; también nos fortalecemos al desarrollar la capacidad de enfrentar los desafíos que se nos presentan, adquirimos la habilidad de esquivar sin problemas las piedras del camino y disfrutar la belleza del entorno. Obviamente es más tardado, es cierto, pero es seguro.
Algunos estudiosos del tema sugieren que, para obtener creatividad e innovar, las ideas nacen en el momento que tomas el camino con tranquilidad. Así, nos conecta con el entorno y nos da la oportunidad de obtener grandes descubrimientos. El camino largo requiere tiempo, esfuerzo y reflexión, otorgando grandes gratificaciones al cultivar el carácter. El resultado es la fortaleza y la templanza; además, es duradero y profundo y, permite adaptarse a las experiencias.
¡Piénselo! El camino largo es lento, pero seguro y, sobre todo, honesto. Por ejemplo: prepararse profesionalmente para poder obtener un trabajo que le permita vivir cómodamente, o robar y defraudar para conseguir rápido una fortuna; bajar unos kilos con una buena alimentación y haciendo ejercicio, o tomar pastillas para adelgazar; estudiar lo suficiente para un examen, o copiar; disfrutar la lectura de un buen libro, o leer aprisa y no deleitarse.
Le propongo querido lector, dejar a un lado la tentación de vivir con rapidez. Evitemos contagiarnos de quienes viven con prisa y optemos por tomar el camino largo, porque, como dice el refrán: “A camino largo, paso corto” es decir, disfrutar cada momento con paciencia y con gozo. Recuerdo que mi madre me decía: “lo que fácil se obtiene, fácil se va”. Hay que trabajar en todos los sentidos para ser fuertes, tomar acertadas decisiones, ser justos, honestos y, con ello, lograr nuestro bienestar y el de los demás.


