Haidé Serrano
Vivimos en una sociedad que ha dividido el trabajo entre las personas dependiendo de su sexo. A esto, se le llama división sexual del trabajo. A las mujeres se les asignan, principalmente, las tareas del hogar y de cuidados de la familia, labores que no son reconocidas como trabajo y que no reciben remuneración alguna.
En numerosos casos, las mujeres llegan a la adultez mayor sin propiedades, ahorros y solas. Han dedicado toda su vida a cuidar a su familia. Han trabajado sí, pero no lo pueden poner en un currículum si quieren ocuparse fuera de casa. Es decir, no tienen “experiencia laboral”. Tampoco tienen afore o pensión. Sus posibilidades de insertarse en el mercado son escasas y de vivir dignamente la vejez también son mínimas.
¿Por qué? Porque la sociedad actual ha definido roles de género que generan desigualdades y perjudican especialmente a las mujeres. En muchos casos, así se generan diversas violencias. Una de ellas es clave: la violencia económica. Las mujeres que no tienen recursos económicos difícilmente pueden escapar de la violencia física o psicológica a manos de sus parejas o de sus familiares. No son las principales proveedoras del dinero y por ello no lo controlan.
Es cierto que los hombres están asumiendo las responsabilidades que les tocan en la crianza de sus hijas e hijos, el cuidado de las y los adultos mayores, las personas enfermas y las tareas del hogar. Pero aún es insuficiente. De acuerdo con el Inegi, las mujeres se hacen cargo de estas ocupaciones en un promedio de 40 horas a la semana, mientras que los hombres solamente 15.9.
La presidenta electa de México, la Dra. Claudia Sheinbaum, dio a conocer hace unos días la pensión para mujeres de entre 60 y 64 años, que será también un derecho constitucional y que comenzará a entregarse en el 2025. Es la primera vez en la historia del país que las mujeres de este rango de edad tendrán una pensión.
Las mujeres adultas mayores son un grupo vulnerable, pero su precariedad se acentúa si son indígenas, afromexicanas y si tienen alguna discapacidad. En México hay 1 millón 138 mil 670 mujeres mayores de 60 años con alguna discapacidad, y 22 mil 916 tienen más de 4 limitaciones. En muchos de estos casos viven solas.
La pensión para las mujeres de 60 a 64 años, dijo Claudia Sheinbaum, será de 3,000 pesos bimestrales (se depositará cada dos meses) en una tarjeta bancaria, es decir, no habrá intermediarios. Este monto equivale al 50 por ciento de la Pensión Universal de Personas Adultas Mayores de 65 años y más, que se otorga por igual a hombres y mujeres.
En México, las mujeres adultas mayores representan el 53.7%, es decir, que se presenta “un fenómeno de feminización del envejecimiento: son más las mujeres que los varones que llegan a la vejez”. De ese porcentaje, el 7.9% son mujeres hablantes de alguna lengua indígena; además, hay 1 millón 138 mil 670 mujeres mayores de 60 años con alguna discapacidad y 22 mil 916 tienen más de 4 limitaciones (Inegi, 2020).
Por lo anterior, la pensión que se otorgará a las mujeres de entre 60 y 64 años de edad es un acto de justicia, pero también un avance en asumir que el trabajo del hogar y de cuidados ha sido feminizado y, sobre todo, que debe reconocerse y pagarse, así como democratizarse en lo familiar y comunitario, lo que implica insistir en el Sistema Nacional de Cuidados.