Haidé Serrano

Imagínate un día entre semana, son las 7 de la mañana. Dejas a tus hijas e hijos en la escuela. Te vas a tu trabajo. Son las 5 de la tarde, es hora de salir de la chamba. Tienes el tiempo para recogerlos de la escuela. Estás tranquila(o) porque ya comieron, ya hicieron la tarea y tuvieron clases complementarias a las materias obligatorias.

Ha terminado una jornada donde las niñas, niños y adolescentes gozaron de algunos de los 20 derechos que indica la Ley General de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes: a la educación, alimentación, descanso y sano esparcimiento, a la igualdad sustantiva, al desarrollo y a la prioridad.

Ahora ya en casa, pueden gozar de otro derecho: vivir en familia.

 

Las tareas de crianza y cuidados de niñas, niños y adolescentes en un día como este las compartiste con el Estado; con el gobierno en turno, que destinó tus impuestos a ampliar el horario de la escuela, a dar alimentación de calidad, a contratar a más maestras y maestros, a generar un plan de estudios que complemente el desarrollo de las infancias.

¿Por qué un día como este no es posible en México? ¿Por qué en Quintana Roo salen de la primaria a las 12 del día? ¿Quién les busca a la salida en zonas turísticas donde sus madres y padres están cumpliendo jornadas de 12 horas? ¿Quién les da de comer? ¿Con quién hacen la tarea? ¿Quién les cuida de los peligros del internet? ¿Quién los protege de agresiones en la calle si regresan solos? ¿Quién renunció a su trabajo para cuidarles? ¿Cuál abuelita los cuida ahora, sin importar lo cansada o enferma que esté?

¿Por qué las niñas y niños no les importan a los gobiernos? Alguien me dio una respuesta demoledora: porque NO VOTAN.

Observar de cerca un día como cualquier otro en la vida del “futuro” de México, como suelen referirse las y los políticos a las niñas y niños, es darse cuenta de cómo sus derechos humanos están sólo en el papel y numerosas leyes “ejemplares” que no se cumplen.

Estos días de campañas políticas y que el 2 de junio podremos elegir quienes nos gobernarán los próximos años, incorporemos una perspectiva desde las infancias. Inspeccionemos si alguna de las propuestas de las candidatas y candidatos piensan en protegerles. Si alguna de esas promesas realmente cambiará algo de la terrible situación en la que se encuentran. Si alguna de sus ofertas considera lo que es su obligación: garantizar sus derechos humanos.