Haidé Serrano

La expresión “la peor enemiga de una mujer es otra mujer” sale a relucir profusamente en conversaciones, talleres o encuentros donde se explican y abordan la discriminación y violencia en contra de las mujeres. La mencionan todo tipo de personas. A veces, para argumentar que el machismo es, también, culpa de las mujeres. Otras, para sentir que se defienden si se sienten aludid@s. Algunas más, para retrasar el avance en la eliminación de las desigualdades.

Sin embargo, en la mayoría de los casos, esa expresión está enfocada en preservar el sistema patriarcal. Un entramado cuya visión androcéntrica ha determinado un orden social donde las mujeres existen en subordinación a los hombres.

Y la frase, tramposamente, desvía el foco de la clave: el patriarcado; pone en el centro de la inconformidad de las mujeres a otras mujeres, haciendo creer que las mujeres son las únicas portadoras del orden social que juega en nuestra propia contra.

Como el caso reciente del periodista Joaquín López Dóriga, quien dio una clase de misoginia y violencia política en contra de la invitada a su programa, la candidata Clara Brugada. Y en la que expresó “Yo soy producto de la educación de mi madre” para tratar de justificar su violencia, pues la llamaba “señora” en lugar de candidata. Además de la insistencia de López Dóriga para denostar la paridad de género.

O el caso del ex presidente Vicente Fox, quien se refirió a Mariana Rodríguez Cantú, titular de Amor por Nuevo León, como “dama de compañía”, lo que es violencia política en razón de género.

Y lo expresado, hace unos días, por el Magistrado Presidente del Tribunal Superior de Justicia y del Consejo de la Judicatura del Estado de Quintana Roo, Heyden Cebada Rivas, en un foro en una universidad de Cancún: “Yo siempre lo he dicho (…), muchas veces, el obstáculo de otra mujer son ustedes mismas”, declaración que realizó en la inauguración, en tono paternalista, animando a las mujeres a “aprovechar el momento y capitalizarlo, porque <<es el tiempo de las mujeres>>”.

La fracción IX del Artículo 20 Ter, del Capítulo IV BIS relativo de la Violencia Política en la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia, señala que: «difamar, calumniar, injuriar o realizar cualquier expresión que denigre o descalifique a las mujeres en ejercicio de sus funciones políticas, con base en estereotipos de género, con el objetivo o el resultado de menoscabar su imagen pública o limitar o anular sus derechos». https://www.diputados.gob.mx/LeyesBiblio/pdf/LGAMVLV.pdf

Las mujeres hemos nacido y crecido en el mismo sistema patriarcal que el resto de las personas. Este orden masculino nos ha inculcado numerosos prejuicios en contra de personas de nuestro mismo género que es esencial desmontar y desvelar su origen para no continuar perpetuándolos.

Todas las personas tenemos esta tarea y responsabilidad, sin embargo, son obligaciones mayores cuando quienes las expresan tienen un megáfono, son personas servidoras públicas, periodistas y, más aún, si están encargadas de la justicia; por cierto, la justicia, la gran ausente cuando se trata de las víctimas de feminicidio y de todas las violencias en razón de género en México.

De acuerdo con la investigación de Valeria Durán para Mexicanos contra la corrupción y la impunidad: “En los últimos diez años se han registrado siete mil 246 feminicidios y menos del 25% de esos crímenes ha terminado en una sentencia condenatoria. En México, la impunidad en los delitos de feminicidio es del 76 por ciento.”.