Haidé Serrano

La denuncia de la saxofonista María Elena Ríos hacia el actor Tenoch Huerta ha puesto en las mesas de conversación el “stealthing”. El término se refiere a la agresión sexual cuando una persona se quita el preservativo sin el consentimiento de la otra. En este caso, el hombre se lo quita sin la aprobación de la mujer. Las consecuencias son muchas, especialmente para las mujeres, y van desde el embarazo hasta enfermedades de transmisión sexual.

En estos días, he escuchado diversos testimonios de mujeres que pasaron por este y otros tipos de “engaño furtivo”. Y van desde: “ni idea que fuera una agresión”, “sabía que estaba mal, pero no podía reclamarle”, “sí me quejé, y él me contestó que no exagerara”.

El consentimiento, el “sí es sí” y “no es no”, parece seguir siendo un concepto nuevo para muchas personas. Especialmente para los hombres machos, acostumbrados a relaciones de supra-subordinación con las mujeres. Sobre todo, en la intimidad, donde su poder, dominio y hombría son la cuestión a demostrar.

Mujeres valientes como María Elena Ríos se atreven a nombrar las agresiones. Las hacen públicas, so pena de la burla pública, amenazas de muerte y más violencia; como su propio caso porque ella sobrevivió a un intento de feminicidio.

En el comunicado donde denuncia a Tenoch Huerta, la activista por los derechos humanos aporta una lista que explica su modus operandi y que reproduzco textual:

• “Buscar a mujeres vulnerables emocionalmente.

• Hacerlas sentir admiradas (eres un mujerón, eres bonita, eres inteligente, te admiro mucho, siempre he soñado tener una novia como tú, etc).

• Enamorarlas.

• Ganarse su confianza.

• Utilizarlas como un trofeo sexual.

• De forma abrupta, dejar de comunicarse y desaparecer.

• En ocasiones volver a buscarla, pero solamente para tener sexo.

• Desentenderse y no hacerse responsable emocionalmente para después victimizarse, si lo buscan, para aclarar las cosas”.

Esta “forma de enamorar” es muy común y ha sido parte del repertorio de los narcisistas y machos. Recientemente se identifican estas características y formas de relacionarse, donde la manipulación y el engaño son las principales herramientas. Quienes han padecido las consecuencias de relaciones así de violentas no se han recuperado del todo o están en vías de ello. Son víctimas no reconocidas como tales, en la mayor parte de los casos. Y sin posibilidades de denunciar, ¿cómo para qué? Si como bien señala, María Elena Ríos, el 94.8% de las denuncias quedan impunes.

Vemos el mundo según lo que creemos. Much@s, no “creíamos” que la violación sexual dentro del matrimonio “existiera”. También creímos que las mujeres estaban obligadas a tolerar relaciones sexuales al gusto de los hombres. Ya fueran violentas, insatisfactorias y obligadas. Porque el matrimonio lo exigía. Y también sin condón ni protección; esta es justo una de las razones por las que miles de mujeres fueron contagiadas de SIDA por sus esposos, que tenía relaciones extramaritales también sin protección.

Sí, sí, ya sabemos que las cosas están cambiando. Y qué bueno. Y no ha sido gracias a los hombres. Sin embargo, aún persisten estas prácticas, que están normalizadas y que es preciso nombrarlas, examinarlas, señalarlas como violentas, faltas de respeto y de igualdad.

Escuché decir a una de mis maestras que el feminismo es la revolución social y política más importante de las décadas recientes; y sí, ¡y lo que nos falta!