Haidé Serrano

No está mal ser bella, Lo que está mal es la obligación de serlo. - Susan Sontag

Las niñas y las mujeres hemos estado expuestas a la violencia estética toda la vida. En diferentes niveles, siempre hemos tenido representaciones de cómo deben ser nuestros cuerpos: jóvenes, delgados, blancos; más recientemente, estilo “Kardashian”, es decir, con varias cirugías de transformación para lograr lo “naturalmente” imposible.

Los disfraces para Halloween son un reflejo de la moda. De lo viral y lo que ocupa nuestras conversaciones, claro está que son un reflejo de nuestra cultura. Pero también hablan del machismo y el sistema patriarcal en el que vivimos.

Esta festividad es motivo de creatividad para los disfraces, de humor, diversión y numerosas fiestas. Es también una celebración adoptada por miles de escuelas del país, que “invitan”, por no decir que obligan, a las niñas y niños a ir disfrazados para tal ocasión.

Uno de los disfraces que mayor polémica causó fue el de una niña de alrededor de seis años; el disfraz refiere a una mujer en recuperación de varias cirugías estéticas. En la fotografía y videos tomados por su familia, se ve a la niña con fajas, vendas, rellenos en glúteos y senos y una porta suero con ruedas, que ella toma con la mano mientras avanza hacia algún lugar. Un claro ejemplo de violencia infantil y, por si fuera poco, violencia estética.

La Dra. en Ciencias Sociales, Esther Pineda, autora del libro “Bellas para morir. Estereotipos de género y violencia estética contra la mujer”, publicó el siguiente hilo en su cuenta de Twitter:

“Una de las formas de violencia que más afecta a niñas y a mujeres desde sus primeros años de vida es la violencia estética, es decir, la presión por responder al canon de belleza y la discriminación cuando este no se satisface. No son simples disfraces; disfrazar a las niñas de mujer operada, "tuneada", "buchona", es violencia estética y violencia infantil.

Disfrazar a las niñas (como se ha visto este año con motivo de carnaval, día del niño/a o Halloween) de mujer operada, "tuneada", "producida", "buchona" o como sea que se ha popularizado llamar a este tipo de corporalidades modificadas a través de la cirugía plástica, envía un mensaje errado a las infancias; convierte en sus imaginarios las operaciones y la modificación estética en algo "normal" y cotidiano, instala la idea de que es algo por lo que necesariamente deben pasar las mujeres como ritual de feminidad y adultez, además que hipersexualiza los cuerpos de las niñas al añadirles partes corporales como senos y glúteos prominentes. No son disfraces, no son simple juegos, las niñas no son juguetes de los adultos, no son un medio de entretenimiento ni un instrumento para ganar más likes en las redes sociales; exponer sus cuerpos con este tipo de "disfraces" es violencia estética y violencia infantil.”

La gravedad de la normalización de la violencia estética toca niveles inaceptables al violar los derechos de las niñas y los niños. Les expone a la representación de una realidad trastocada de su cuerpo que, además, pone en peligro sus vidas. El peligro de estos mensajes, banalizados y viralizados por los medios de comunicación, deriva que las infancias padezcan inseguridades, rechazo de los cuerpos, depresión y hasta el suicidio. Además de la hipersexualización que contribuye a la pedofilia y a su industria.

Como refiere la Dra. Pineda, los cánones de belleza han sido creados por los hombres y no son inofensivos, por el contrario, son mortales, pues llevan a las mujeres al complejo, al miedo, al pánico, a la ansiedad y a la depresión por su aspecto físico, es decir, las aniquilan simbólica y físicamente.

@HaideSerrano conduce y produce Feminismos en Corto sin Tanto Rollo, una plataforma sobre feminismo, perspectiva de género, igualdad, derechos humanos y paz. Es autora del libro “Mujeres líderes en la pandemia”. Es licenciada en Comunicación y maestra en Género, Derecho y Proceso Penal.