Haidé Serrano

Hace unos días, una amiga me preguntó. “Y tú, ¿por qué no rehiciste tu vida?”.

Al tratar de responder, me di cuenta de que, primero, no tenía clara la pregunta y, segundo, mucho menos la respuesta. “Rehacer mi vida” parece significar que mi vida ha estado “desecha” en tanto la soltería ha sido mi “condición oficial” y no el matrimonio.           

Aún en estos días, cuando se cree que tanto se ha avanzado en cuanto a las relaciones entre personas, esta expresión es recurrente. Mujeres solteras, que alguna vez, estuvieron casadas, viudas o en pareja, o ninguna de las anteriores escuchan por igual esta pregunta. Hay una especie de fracaso implícito en ese cuestionamiento, que señala a las mujeres que no están en matrimonio.

No importan los títulos alcanzados, los premios, viajes, salud, crianza plena de les hijes, éxitos profesionales, competencias ganadas, avances científicos, logros políticos, estabilidad financiera, patrimonio, elecciones ganadas, y un largo etcétera, para una gran cantidad de personas, las mujeres fuera del matrimonio heteropatriarcal están incompletas.

En una presunción sobre su vida “des-hecha”, cuestionan las razones de una soltería sospechosa. La condición de las mujeres que no están en pareja pareciera amenazante particularmente para las que sí tienen la “vida hecha”, las que lograron el matrimonio, ese sueño realizado que se ha vendido como la panacea de la felicidad. Claro, el matrimonio patriarcal, heterosexual, como la medida de la perfección, el modelo aspiracional de las mujeres mexicanas.

El matrimonio ha sido considerado como el estado ideal. Ese lugar anhelado al que todas, todos y todes, nos dijeron, que había que llegar. Un lugar idílico donde reina el amor, la felicidad, la abundancia. Donde la realización viene con lxs hijxs, la casa y el perro. Donde las mujeres se contentan con la crianza, el hogar y el cuidado de la familia. Y los hombres trabajan en algún lugar donde son exitosos, estables y bien remunerados…

Y de repente, despertamos. Para muchas, el despertar fue abrupto, de una pesadilla. Para otres, darse cuenta de la estafa les tomó más tiempo. Es claro que este producto milagroso llamado matrimonio se parece mucho a los que prometen bajar de peso con poco esfuerzo y menos tiempo. Porque además viene con una gran advertencia: No te divorcies porque las consecuencias son nefastas. Entrarás al grupo de las “desechas”.

El matrimonio patriarcal y heterosexual dejó de ser hace mucho tiempo el modelo ideal. Seguimos creando nuevas formas de relacionarnos. Con valores que están en revisión y con otros que toman más preponderancia, como el respeto y vidas libres de violencia. Y las mujeres hemos comprobado que nuestra vida no está deshecha. Nos hemos demostrado que podemos hallar la realización, plenitud y felicidad más allá del matrimonio.