Rubén Aguilar Valenzuela
El pasado 11 de octubre se hizo público el nombre de quien recibe el Premio Nobel de la Paz 2019. En México la noticia pasó desapercibida y ocupó solo algunas líneas en los medios de comunicación.

Quien lo obtiene es Abiy Ahmed Ali (43), primer ministro de Etiopía, que asumió el cargo apenas en abril de 2018, pero en año y medio ha realizado cambios de enorme importancia, para su país y la región.

Recibió el gobierno en medio de protestas en distintas regiones del país en contra del régimen autoritario que encabezó Hailemariam Desalegn, su antecesor en el cargo.

Desde su llegada al poder, Ahmed Ali ha encabezado un amplio proceso de reformas políticas, sociales y económicas que le han valido el Premio Nobel.

Con Eritrea, país vecino, reanudó las conversaciones que estaban rotas, negoció un acuerdo de paz y aceptó la resolución de la comisión internacional que en 2002 fijó las fronteras entre los dos países. En julio del año pasado se restablecieron las relaciones.

En estos meses ha desarrollado una intensa actividad diplomática en búsqueda de que, en Sudán del Sur, las partes en conflicto se sienten a dialogar. Ha ofrecido a Etiopía como cede de futuras conversaciones de paz.

A su llegada al cargo liberó a más de ocho mil presos políticos opositores detenido por los regímenes anteriores y abrió las puertas, para que regresen todos los exiliados políticos que tuvieron que salir del país acusados de "terroristas" por los gobiernos que lo antecedieron.

Se ha propuesto la liberalización progresiva de la economía, ahora altamente monopolizada por el gobierno, y propuesto una reforma constitucional que reformule el actual sistema federalista étnico que es causa de tensiones permanentes en Etiopía.

El primer ministro busca la transición hacia una plena democracia multipartidista y el aumento de la participación de las mujeres en la política. Se ha propuesto alcanzar la paridad de género en su gabinete.

La presidenta de Etiopía, Sahle-Work Zewde, única mujer que ocupa ese cargo en África, después de conocer que Ahmed Ali había ganado el premio invitó a todos los etíopes a seguir luchando por la paz de su país y de África.

El secretario general de la ONU, Antonio Guterres, reconoció que el acercamiento de Ahmed Ali a Eritrea marca un hecho histórico y es "un ejemplo maravilloso", para otros gobernantes de África y del mundo.

Ahmed Ali, es hijo de un oromo musulmán y una cristiana ortodoxa amhara. Los oromo son la minoría étnica más grande y es la primera vez que uno de ellos ocupa el gobierno de Etiopía.

El inicio de su gobierno ha provocado reacciones muy positivas en la región y en el mundo. Hay expectativas muy grandes sobre su gestión y el impacto que esta pueda tener en otros países africanos.