Rubén Aguilar Valenzuela
Nayib Bukele (40) es el primer presidente de El Salvador que en los últimos 27 años no viene de los partidos ARENA, de derecha, y el FMLN, de izquierda. En 2019 los derrotó de manera contundente en la primera vuelta con el 53.2% de los votos como candidato de GANA.

Se hizo también de la mayoría calificada de la Asamblea Legislativa, integrada por 85 diputados de los cuales 64 son de su partido. Ya en el cargo esto le ha permitido cambiar todas las leyes que ha querido. Días atrás ha enviado a los diputados una iniciativa que reforma la actual Constitución.

Ahora el 86.5 % (junio) de los salvadoreños aprueban su gestión. Con el aval de los votos y su enorme popularidad ha realizado cambios que le han permitido concentrar en su persona el poder del Estado como ningún presidente después de que terminó la guerra (1992).

Así ha tomado decisiones unilaterales como disolver la sala constitucional y reemplazar a los magistrados por otros afines, cesar al fiscal general, jubilar a la tercera parte de los jueces que tiene el país, cambiar la ley para reelegirse y establecer el bitcoin como moneda oficial a la par que el dólar.

Ha anunciado también que el Ejército, que tiene 20,000 efectivos, va a pasar a 40,000. Como otros populistas en América Latina, mantiene una relación muy estrecha con los militares. Ha roto con las familias de la vieja oligarquía, para dar entrada a nuevos grupos de empresarios cercanos a él y su familia.

Su popularidad se basa en su gran capacidad de comunicación (es un publicista profesional), el descontento de la sociedad de los gobiernos anteriores y la supuesta lucha contra la corrupción. A esto se añaden los éxitos de su gestión en los primeros años de gobierno; un buen manejo de la pandemia, una reducción notable en los niveles de inseguridad y el inicio de grandes obras públicas.

En ese horizonte de gran aceptación a su gestión y de enorme popularidad, el pasado 15 de septiembre salieron a protestar en las calles entre 10,000 y 15,000 personas con consignas en contra del presidente. Antes solo se habían reunido grupos de no más de 200 ó 300 personas.

En la masiva manifestación, convocada por redes sociales, se hicieron presentes todo tipo de sectores entre ellos estudiantes, integrantes de la comunidad LGTBI y de organizaciones de la sociedad civil, sindicalistas y también militantes de ARENA y el FMLN. Un conjunto de personas muy diverso, unidas solo por su rechazo al presidente.

Bukele de inmediato, en cadena nacional, se manifestó contra los manifestantes. Dijo, en evidente mentira, que la protesta había sido violenta, con personas armadas y estaba financiada desde el exterior. Y añadió que en El Salvador no existe una dictadura como afirmaban los manifestantes. Y que no se había utilizado la fuerza pública, para reprimirlos.

En una evidente alusión al gobierno de Estados Unidos, con el que ha tenido frecuentes altercados, planteó que "vamos a ser aliados, pero no admito injerencia alguna (...) y a los que no les guste tendrán que aguantarse" y también que "nos condenan por depurar el sistema judicial. ¿Acaso han hecho algún bien los jueces corruptos al país?".

A estas protestas se añade que el pasado lunes, la embajada estadounidense en San Salvador dio a conocer que su gobierno había incluido en la lista de personas corruptas a los cinco actuales magistrados de la Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia, porque "socavaron los procesos democráticos al aprobar una controvertida interpretación de Constitución que autoriza la reelección del presidente a pesar de una prohibición expresa en la Carta Magna que prohibía mandatos consecutivos a la Presidencia".

¿La manifestación es señal de una nueva etapa en El Salvador? ¿Es solo una reacción espontánea? ¿ARENA y el FMLN podrán recuperarse del golpe que han sufrido? ¿Bukele seguirá actuando de manera vertical y unilateral? ¿Se abrirá al diálogo con los distintos sectores sociales? ¿Mantendrá la tensión con Estados Unidos? ¿Continuará conservando sus niveles de aceptación? Por ahora hay muchas preguntas. Antes no había espacios para éstas. En los próximos meses se habrán de responder.