Rubén Aguilar Valenzuela

A lo largo de mi vida uno de los hombres que más me ha impresionado es el padre Pedro Arrupe, S.J. (1907-1991), que fue general de la Compañía de Jesús (1965-1983). En 1979, asistió a la Tercera Conferencia General del Episcopado de América Latina, que se celebraba en Puebla.
 
En esa ocasión nos reunimos con él siete jesuitas de la Provincia de México, que participábamos de un movimiento al que dimos el nombre de "Jesuitas en Acción Popular". El encuentro fue tenso e intenso.
 
La discusión se prolongó por casi cuatro horas en la casa de los jesuitas del Colegio Oriente en Puebla. Ese intercambio de ideas, pero sobre todo la actitud del padre Arrupe, me marcaron y ha han sido fundamentales en mi vida.
 
El padre Arrupe (Centro Monseñor Romero / UCA, San Salvador, El Salvador, 2007) se integra a partir de un texto de Martin Maier, S.J, y otro de Ignacio Ellacuría, S.J. La Introducción es de Jon Sobrino, S.J.

"Pedro Arrupe, testigo y profeta", el texto de Maier, se divide en seis apartados. El primero, Vida de Pedro Arrupe, ofrece datos de su infancia, juventud y estudios de medicina; de su ingreso y formación en la Compañía de Jesús; de sus años como misionero en Japón; de su desempeño como superior general de los jesuitas y de su credibilidad como distintivo personal.

En Fe y justicia, el segundo, presenta la forma en la que el padre Arrupe entendía la fe y la justicia, pero sobre todo cómo las vivía. Se adentra en la manera que el general de la Compañía de Jesús pensaba que los jesuitas deberían de promover la fe y la justicia. Se trata también el tema de la injusticia estructural, de la pobreza y los pobres, de la política y de la persecución a causa de la lucha por la justicia.

El tercero, Inculturación, desarrolla un tema central en el pensamiento del padre Arrupe, que por 27 años vivió en el Japón. Es la inculturación del Evangelio, pero también entre las culturas. Conflictos, el cuarto, destaca la manera en que el padre Arrupe entendía el conflicto y se destacan algunos de los más importantes conflictos que el general de los jesuitas vivió al interior de la Orden, pero también en su relación con los papas. Se esboza la intervención que el papa Juan Pablo II hace de la Compañía de Jesús en 1981-1983.

Universalidad, el quinto, el padre Arrupe entendía que desde su nacimiento en 1540, la Orden de los jesuitas había nacido con una vocación universal que se traducía en estar presentes en todo el mundo y trabajar en los más diversos frentes de acción. Para el general de los jesuitas era muy importante la causa de la construcción de un nuevo orden internacional y también la de una "vida de lo suficiente", que rechaza la opulencia y la sociedad de consumo.

El sexto, El corazón de Pedro Arrupe, el autor propone lo que era fundamental en la vida de este extraordinario hombre y jesuita. 1) Su relación personal con Jesús, que es su guía en la vida y el hacer en la construcción de un mundo mejor. 2) La relación dialéctica entre lo contrarios (Oración y acción ...). 3) Lo que el general de los jesuitas llamaba la "gracia de la inseguridad". La inseguridad humana es un presupuesto para la experiencia de la seguridad en Dios.

Ellacuría escribe "Pedro Arrupe, renovador de la vida religiosa" que se estructura en dos partes. La primera, El padre Arrupe visto desde la crisis centroamericana, aborda  la tensión que se dio entre el general de la Compañía de Jesús y los jesuitas de la Provincia de Centroamérica.  En esa tensión, que implicó una nueva manera de entender la realidad de la pobreza y la injusticia y de definir cuál era el papel de los jesuitas frente a ese mundo, surgieron nuevas maneras de entender la vida religiosa. Esa tensión fue fundamental, para que los jesuitas centroamericanos definieran el papel que debían jugar, y también para que el padre Arrupe visualizara los cambios que deberían de hacerse en la vida religiosa.

La vida religiosa en renovación, la segunda, plantea los ejes que guiaron el cambio que el padre Arrupe propuso para la vida de los jesuitas, pero también para las y los religiosos de las más diversas congregaciones. El primero, que la renovación debe verse como obra del espíritu. El segundo, que hay que vivir abierto a la historia y a los signos de los tiempos. El tercero, que la evangelización es el anuncio de la buena nueva, que bebe ser llevado a los pobres. Evangelización y liberación son lo mismo.

El cuarto, que la misión es ir preferencialmente a los pobres. Hay que aliviar a la humanidad de las cadenas del pecado de la injusticia y de sus causas. El quinto, que la vida religiosa debe conservar su talante profético y por eso mismo implica un cierto sentido de confrontación de parte de las y los religiosos. El sexto, que es necesario situar en su justa medida la relación entre autoridad y obediencia. La autoridad debe ejercerse de modo evangélico y no como expresión de poder. El séptimo, que la vida religiosa está vigente hoy y que también lo será en el futuro.

Ellacuría subraya que el padre Arrupe fue un gran renovador de la vida religiosa a partir de los siete ejes a los que se hace mención. En su propuesta era indispensable, no se entendía sin ella, la relación dialéctica entre una intensa y profunda vida espiritual, donde Jesús es el centro, y la acción en el campo de las "realidades terrenas". Es una tensión permanente que anima la vida de las y los religiosos.

El texto de Maier ofrece una visión general de la vida del padre Arrupe y se adentra en su pensamiento espiritual, teológico, filosófico y social. Es una buena guía, para profundizar en ambas direcciones. El texto de Ellacuría, aunque se centra en la vida religiosa, ofrece un panorama muy amplio de un punto central de la tensión del padre Arrupe con los papas y que fue la manera de entender cómo debía vivirse la vida religiosa en la realidad de hoy, en particular en la realidad de la pobreza y la injusticia.


El padre Arrupe

Martin Maier, S.J. e Ignacio Ellacuría, S.J.
Centro Monseñor Romero / UCA
San Salvador, El Salvador, 2007
pp. 100