Héctor A. Gil Müller

La discusión es evidente, el discurso liberal enfrenta dilemas imposibles de solucionar, contra él hay evidencias suficientes para dudar del futuro que ha prometido. Imposible acercar a todos a un desarrollo que exige más y mayores competencias y especializaciones, en un mundo con menos fronteras se levantan más barreras. Contra esa desigualdad, que primero se observa con motivos económicos, porque aprendimos que la economía es más importante que la vida, también es social, moral y política. Una desigualdad que ha creado diversas castas, regiones apartadas, no del progreso, sino incluso de apreciaciones de la realidad. Como si el tiempo y las expectativas son diferentes.  

El mundo natural, que no es racional, y quizá no lo sea nunca, emprendió el camino populista, como reacción, que históricamente surge cuando no sabemos qué hacer, y se deriva como una combinación de poca atención a los problemas, y una embriaguez consecuente de tiempos de abundancia. Es decir, el populismo de Pericles cargaba a cuestas las tragedias sociales, pero también la soberbia de las conquistas, porque siempre es más fácil romper los muros fortificados de adentro hacia afuera que de afuera hacia adentro. Ese populismo que ha crecido rampante y con prontitud, ha servido para tranquilizar una ola de protestas y apetitos ocasionados por los muchos atrasos y descuidos que se han cometido.

El populismo ha llenado un vacío, se antoja que no es la solución, pero entonces, ¿cuál es?, el modelo neoliberal, al menos en lo económico, y en general el capitalismo no alcanza a dimensionar como sumar al desarrollo a sectores completos de población que han quedado al margen de intercambiar su esfuerzo por otros bienes. Conforme el futuro se vuelva más agresivo, en términos de competencias y destrezas, exigiendo una especialización, serán más los grupos que se marginarán. Si agregamos a este panorama la búsqueda humana, instintiva y gremial de encontrar mensajes, con una red de información como las redes sociales, un gran potencial de influencia.

A mayor necesidad los límites se aceptan y no se cuestionan, en las crisis tendemos a tolerar mucho más, me parece que por ello existe el término “sin crisis no creces” porque una crisis tolera los cambios, que de manera racional, aquellos virtuosos deberían mantenerse en el tiempo, la situación crítica del modelo está exigiendo la tolerancia exagerada a muchas cosas, entre ellas el rompimiento de paradigmas, la pérdida de contrapesos, la participación pública, en menor medida o en mayor medida, como las consultas nacionales o los “plebiscitos”.

Cuando Roma cayó, al igual que muchos otros imperios, se debió a crisis que impusieron tales límites que borraron los perfiles de la propia identidad imperial. Así el individuo queda libre de convertirse en alguien más.

Si la solución no es populismo, lo cual se antoja real, ¿cuál es?, ¿Dónde debemos buscar?, ¿en la política o en la economía?, ¿en la administración, que es la gestión de las cosas, o en el gobierno que es sobre las personas? complejas preguntas, pero si Hillary Clinton y Felipe Calderón, como muchos otros políticos, han escrito sobre decisiones difíciles, a muchos otros nos tocará hacernos preguntas difíciles.

Yo soy Héctor Gil Müller y estoy a tus órdenes.