Francisco Tobías

En esta ocasión te platico que el 11 de febrero de 1868, en esta bella ciudad de Saltillo, don Jesús Escobedo acudió ante el Juez Tercero de lo Social para quejarse de un embrujo que según esto tenía su hijo, quien estaba completamente perdido y enamorado de una mujer.

El juez, al escuchar dicha querella, se sintió confundido por lo que solicitó al señor Escobedo que fuera más explícito y que declarara con más precisión su demanda. El padre detalló: “Mi hijo tiene una relación ilícita con una mujer de nombre Ysabel Flores”. Don Jesús aseguraba que ella le había dado de tomar una infusión conocida como toloache en alguna bebida, ya que su hijo Marcelino se la pasaba acostado en la cama y solo hablaba de matrimoniarse con Ysabel. Afirmaba que su hijo estaba embrujado por beber de tal brebaje.

Es por ello que decidió ir ante la autoridad para que se hicieran las diligencias necesarias y convenientes, para así castigar a la mujer que mantenía a su hijo en tal estado y se deje en libertad la voluntad de su querido Marcelino, pues había perdido el juicio y la razón.

Al ver la pena que embargaba a don Jesús, el juez no dudó en ir al domicilio de la familia Escobedo, percatándose que el joven Marcelino no encontraba juicio, ni razón, tanto que no podía responder a las preguntas que le hacía la honorable autoridad.

Ante tal situación, el juez giró orden de aprehensión contra Ysabel, ya que era imperante que explicase qué sucedía y si ella era quien efectivamente había embrujado a Marcelino, cosa que fue negada por la dama, quien solo aseveró declararse culpable de amor y que lo único que ella le había dado a Marcelino fue su corazón.

Un caso que estremeció a todo aquel pequeño Saltillo: había voces encontradas, unas pedían castigo por enamoramiento forzado y otras pedían perdón, pues enamorarse no era, y hoy sigue sin ser, delito.

Amigos y amigas, una anécdota más de aquel viejo Saltillo donde para algunos estar enamorado era considerado cosa de embrujos y brebajes. Bueno, dicen, que hoy en día todavía hay quien embruja y quien se deja embrujar por amor. Esta es una anécdota más de esta hermosa ciudad.