Xavier Díez de Urdanivia

Ha concluido un año azaroso y, contra todo deseo, cede el paso a uno nuevo que pinta para serlo otro tanto. En vez de haber “dejado hijos para el Año Nuevo”, como dice la tonadilla veracruzana tradicional en esta época, dejó problemas de no poca monta.

La herencia acumulada de desatinos es vasta: Inflación, inseguridad galopante, corrupción, descomposición estructural, engaños, y muchos más, a los que hay que agregar tres, destacadamente, que van dirigidos a asegurar la toma de la plaza electoral para hacerse fuertes en ella.

Las maniobras son claras y su naturaleza golpista evidente ¿Cómo justificar tanta torpeza, tanta decisión errada, tanta ineficiencia y tan notoria ineficacia? ¿Cómo hacerlo, sobre todo, con tal ausencia de moral y costumbres buenas como se ha mostrado?

Lo más reciente en esa constante de embates contra la razón, la ley y las buenas costumbres, es la imposición del “plan b” en la fracasada “reforma electoral”, pero hay que añadir la “reforma energética”, cuya resolución definitiva está pendiente en la Suprema Corte, instancia última del Poder Judicial que también ha sido puesta en jaque por la codicia, la torpeza y la ineptitud, aderezadas con altas dosis de muy desvergonzado tráfico de influencias. 

Las falacias no valen para ofrecer justificación alguna, pero siguen siendo sus armas preferidas en el debate. Ya su líder había dado muestras copiosas de sus preferencias sofísticas, por ejemplo, cuando evitaba replicar los argumentos de Fox, queriéndolos descalificar mediante réplicas claramente identificadas como “ad hominem”, porque sin referirse al argumento, sostenía que lo dicho por el entonces presidente era, por ese sólo hecho, indigno de tomarse en cuenta.

También cuando construía fantasmas a los que culpar por todos los males, incluso los yerros propios (la “mafia del poder”); cuando generaba “muñecos de paja” con los mismos fines, o daba vueltas como gaoneras para quitarle atención al meollo de las embestidas, mediante falacias de distracción múltiples. 

Lo sigue haciendo, y los protagonistas hoy son los “conservadores”, los “neoliberales”, los de antes, y la trama de su narrativa siempre, siempre, distractora.

Entre las maniobras de mayor importancia estratégica, y por consiguiente buscadas con mayor energía, está controlar el INE y el Tribunal Federal del Poder Judicial de la Federación, complementada por la que tiende a y la Suprema Corte misma, que tiene y tendrá en sus manos los temas clave para impedir que los obstáculos civilizados den al traste con la intención de perpetuarse en el poder y, por el contrario, puedan dar el espaldarazo de aparente legitimidad que de la convalidación judicial puedan obtener en los juicios de amparo, controversias constitucionales y acciones de inconstitucionalidad.

Súmese el sainete en curso que afecta la sucesión en la presidencia de la Corte, tan desaseada como ha sido y tan reveladora, porque lo que dejó al descubierto fue que existía -¿existe?- un impedimento para que una de sus integrantes, propuesto e impulsado por AMLO, pueda ejercer el cargo, por dos razones: Carecer de título válido de licenciado en Derecho al momento de ser nominada, si es que la UNAM lo invalida, como debería ser, y no “gozar de buena reputación”, si por tal cosa se ha de entender el juicio o valoración, fama o concepto que pueden formarse respecto de alguien, que no puede ser bueno respecto de quien plagia una tesis y la presenta como propia para recibir un título profesional, lo cual está, por decir lo menos, bajo cuestionamiento en el caso, aunque las muestras exhibidas públicamente parecen probarlo mas allá de toda duda razonable, especialmente si se tienen en cuenta los términos de la fracción IV del artículo 95 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos.

Lo dicho: Va a requerirse de atención muy dedicada y de más activa presencia social en el control de la gestión pública, porque los plazos se agotan y quienes se empeñan en conservar el poder a toda costa se ven apremiados.

Construyamos un buen año, no nos quedemos con el deseo.