Xavier Díez de Urdanivia

Las presiones del secretario de Gobernación, cualesquiera que hayan sido sus “elementos de negociación, fueron eficaces y el oprobio de pasar un paquete de leyes con notorios vicios de inconstitucionalidad estuvo a punto de consumarse en la semana anterior, y sólo la voz mañanera del presidente motivó un cambio en el texto que hizo necesario regresar los bártulos a la Cámara de Diputados, introduciendo incertidumbre al proceso. 

Es temprano para calibrar la magnitud final de los cambios y para poder evaluar la capacidad efectiva del sistema judicial diseñado, precisamente, para contener los abusos de poder y los caprichos de quienes lo detentan, pero no para percibir que esta descomunal aberración acabará por sumarse a los agravios presidenciales y las ya significativas señales de resquebrajamiento en el seno de MORENA. 

Respecto del tema, Porfirio Muñoz Ledo, otrora ferviente lopezobradorista, se ha constituido en acre crítico del presidente por su iniciativa electoral, de la que dijo, literalmente, que “significa un golpe de estado”, y que el Senado no debe aprobar. El disenso llega al grado de que el antiguo promotor de AMLO afirma que “el Presidente (sic) debe ser procesado ante la Corte Penal Internacional”, rematando su tuit del 11 de diciembre próximo pasado.

Por otra parte, el senador Ricardo Monreal, “motu proprio”, se ha infiltrado abruptamente en la lista morenista de aspirantes a la presidencia, cuando ya los tiempos electorales están encima y el presidente, sin recato alguno, ha mostrado sus preferencias, que no lo incluyen. Además, en un acto de clara rebeldía -aunque él lo niegue- ha adoptado la conocida actitud de oposición, razonable y razonada, a la voluntad manifiesta de AMLO relativa al malhadado “plan B”.

La actitud de Monreal puede poner en riesgo la solidez de la mayoría básica de soporte, no sólo legislativo, sino también electoral, que necesitará el líder del movimiento para que fructifiquen sus planes.

Adicionalmente, en el seno del senado mismo se ha generado un grupo opositor al presidente, integrado por legisladores que fueron simpatizantes -y no poco- de AMLO, como Germán Martínez, quien es su coordinador, y que a pesar de no tener un peso numérico suficiente para preocupar a nadie, son una voz crítica, y generalmente razonable, que supone resistencia a los designios palaciegos.

La temprana “voz de arranque” del presidente con la intención evidente de depurar la lista de pretendientes a sucederlo y tomar el control del proceso electoral, parece estar produciendo el efecto contrario: lejos de ello, lo que ha tenido lugar es un desgajamiento severo de la disciplina monolítica que López Obrador había conseguido construir y que, a la postre, constituyó un factor relevante para su triunfo en las urnas, y la operabilidad política de su gobierno posteriormente.

Ese llamado ha hecho surgir claros diferendos entre los propios aspirantes de ese partido a la presidencia de la república que tienen la venia presidencial para participar en la contienda, especialmente entre Sheinbaum y Ebrard. El antagonismo entre ellos crece y tiene visos de ser propicio para rupturas que podrían ser irreparables.

Todas esas son señales de resquebrajaduras que, me parece, serán agudizadas, no restauradas, por la imposición a los senadores del sentido de la votación en la claramente inconstitucional reforma electoral en curso, especialmente entre sus partidos aliados, que algunos llaman “satélites”.

Trascendió que numerosos senadores se oponían en su fuero interno, a pesar de lo cual cedieron a las presiones ejecutivas. Ese tipo de presiones no generan simpatías, sino, al contrario, fuerte aversión en quienes conserven un ápice de amor propio y auto respeto. 

La descomposición es obvia ¿Se convertirá en cisma? ¿Bastará para debilitar el liderazgo de AMLO y dificultarle los comicios próximos? ¿Será capaz la oposición de aprovechar la coyuntura para recuperar los espacios perdidos?

Veremos, pero la democracia requiere de cupo holgado para la reflexión y el debate, la participación abierta y el respeto pleno que sólo un marco jurídico adecuado puede proporcionar. Si sólo eso resulta, será para bien.