Xavier Díez de Urdanivia

Mientras usted y yo prestamos atención a los señuelos que nos distraen de lo importante, la máquina del poder sigue trabajando en la función de limitar las opciones democráticas para México.

La semana concluyó con la renuncia, opaca como es habitual, de Tatiana Clouthier y el abrazo denegado por AMLO en la despedida de ella durante la mañanera del viernes.

Sustituyó esa anécdota los rumores generados en torno a la ampliación del plazo de permanencia del ejército “en las calles”, a cargo de tareas policiacas, que se alcanzó con el voto de algunos priístas y perredistas, a quienes unos llamaron traidores, mientras otros lamentaban que eso haya significado la ruptura de la frágil alianza que enfrentó, con algún éxito, a MORENA en los comicios anteriores.

Por si hiciera falta, entre Xóchitl Gálvez y Ricardo Monreal dieron la nota frívola al aparecer en público, como niños de primaria, intercambiando “estampitas” de un álbum relativo al mundial de fútbol que se aproxima.

Esos hechos, el indiscreto parloteo de guacamaya y algunas otras cosas que nunca faltan, han captado la atención del respetable, mientras aquellos que no lo son tanto se despachaban “con la cuchara grande”, sin que nadie pueda ponerles coto.

¿Qué más da que el ejército esté en el cuartel, y no en las calles, si va a ser empresario, a costa del dinero público, pero con beneficios privados y puestos a buen recaudo de miradas indiscretas?

Los pingües negocios que se vislumbran van a hacerse en la penumbra -de los cuarteles, de algún banco u oficina- a buen recaudo de miradas indiscretas, mientras en las calles permanecen algunos contingentes inútiles, pretendiendo dar abrazos, no balazos, a delincuentes, “in fraganti” o no, sin permiso de actuar como deberían.

Ahí es que se gesta una gran transformación, al grado de que saldrá del control, si no es que ya lo ha hecho, de su impulsor iluso que sigue pensando que los controla, cuando que sobran indicios de que es al contrario.

Dice el refrán que “entre broma y broma, la verdad se asoma”. Viene a cuento porque ha recorrido las redes un “meme” que dice: “¿Y si ya hubo un golpe de estado y sólo lo mantienen para guardar las apariencias?”.

A juzgar por lo que la densa bruma deja percibir, lo cierto es que los intereses del ejército, sus exigencias incluso, han sido bien servidos por el aparato civil del gobierno, que ahora abre una puerta nueva -portón de gran tamaño- para que la milicia incursione en el mundo de los negocios con muy buenos augurios.

Dueños de constructoras, tierras privilegiadas, con mano de obra calificada y muy accesibles costos, dueños de un banco y pronto de una compañía aérea, no les faltará mucho para establecer alianzas estratégicas para hacer negocios y volar muy alto en el firmamento empresarial.

De tanto criticar a los emprendedores, el gran critico de la iniciativa privada está imitando muy bien lo que ella hace, con una sola excepción: sus emprendimientos los efectúa con dinero ajeno, pareciendo imitar a China, donde ha dado buen resultado incursionar en los mercados con mentalidad liberal, pero manteniendo internamente regímenes de organización y métodos de producción propios de la economía de Estado.

Mano de obra barata, financiamiento subsidiado y apoyo presupuestal dan ventaja innegable a la hora de competir.

Los señuelos continúan funcionando y sigue en camino, para convertirse en ley, otro proyecto que permitirá, si prospera, ampliar los controles gubernamentales: la reforma electoral, que podría llamarse más propiamente “desaparición del INE” y, seguramente, modificación del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación.

Sin quererlo, la centralización en el control de los comicios le dejó a punto para eliminar de un plumazo el escollo que para los caprichos ha representado ese instituto. Vamos a ver cómo reaccionan los valientes federalistas que están en las gubernatura y congresos de los estados.

Ojalá no se amilanen. Ellos son la única línea de contención que va quedando.