Xavier Díez de Urdanivia

Lo que empezó como un movimiento de disconformidad con las participaciones financieras ha derivado en una confrontación que se está aproximando a un punto crítico.

En un principio se dio una evidente confusión entre “pacto federal” y un mal llamado “pacto fiscal” (que deriva de previsiones, constitucionalmente establecidas, que permiten otorgar convenios con los estados concediéndoles participación en impuestos federales cuando asumen funciones recaudatorias en colaboración con tal fisco), se convirtió pronto en un frente político que ha dado pasos cada vez más delicados -y se diría que riesgosos- en una ruta que crecientemente pareciera querer alejarse de la integración federal.

¿Es una posición táctica para enfrentar al gobierno de la unión con una realidad de la que se han desentendido todas las instancias, pero ahora afecta en el bolsillo a los estados? Sería temerario.

Esa postura se acercaría mucho a la escisión advertida inicialmente por la llamada “Alianza Federalista” que, como se recordará, consistía en “abandonar el pacto federal”, lo que sólo podría darse dejando de ser parte de México ¿Es esa la intención de los gobernadores involucrados? ¿Habrán medido las consecuencias al emprender esa ruta?

La comunicación que lo gobernadores aliancistas dirigieron a J. Biden para felicitarlo por su triunfo, si por la forma puede ser fuente de más tensión con el poder federal (que se ha negado a hacerlo), lo es más por los términos del comunicado que ellos mismos circulan en Tuiter, porque no se limitaron a eso, sino que también expresaron su deseo de trabajar con la nueva administración para “construir lazos competitivos, seguros y prósperos, bajo el impulso y las oportunidades que brinda el T-MEC”, ejercicio que, si no invade de plano, cuando menos linda con atribuciones propias del presidente, en tanto que las relaciones internacionales son un campo reservado constitucionalmente a él, con intervención del Senado.

Más se interna en ese terreno la invitación que formulan al presidente electo de los Estados Unidos, en el mismo comunicado, para construir una “agenda bilateral” que incluya cuestiones de migración y seguridad, y que lo haga de manera que se “apueste con audacia y decisión hacia nuevos objetivos, como la protección al medio ambiente en el contexto del cambio climático, energías limpias y renovables, la certidumbre jurídica a las inversiones, la democracia y los Derechos Humanos (sic) como principios compartidos de convivencia política”. Si eso no es política exterior, no se qué lo sea.

Seguramente no han medido los gobernadores -algunos de ellos, al menos- las consecuencias de su empresa. Así lo corroboran los términos de la controversia constitucional planteada por el gobernador de Chihuahua contra la decisión federal de “alejarse y abandonar la mesa de seguridad del Estado de Chihuahua”, que podía parecer a algunos más una lastimera queja que una promoción judicial.

¿De modo que se quiere abandonar el “pacto” porque se redujeron las participaciones, pero se demanda que continúen los apoyos federales en aquellos renglones en los que la capacidad local no alcanza? Si no fueran asuntos tan serios y situaciones tan delicadas las que se rozan con estas actitudes, la crónica de este infausto acontecer parecería más bien una comedia de enredos.

Pongamos las cosas en perspectiva: tomar la política en serio es un deber primordial de los gobernantes y la congruencia es indispensable para ese propósito.

Cuando se asumen funciones de tal envergadura como la presidencia o una gubernatura, se asumen también las responsabilidades de liderazgo que les son inherentes.

No es permisible escamotear recursos a las cuestiones fundamentales ni dilapidarlos en cosas que no lo son, pero tampoco es válido responder con advertencias que no se pueden cumplir.

Acaba de conmemorarse el aniversario del natalicio de Sor Juana Inés de la Cruz. La muy seria situación descrita evoca una de sus redondillas: “¿Qué humor puede ser más raro / que el que, falto de consejo, / él mismo empaña el espejo, / y siente que no esté claro?”.

¿Será oficio político lo que está faltando?