Francisco Treviño Aguirre

Vivimos rodeados de mensajes. Aparecen en nuestras pantallas cada vez que usamos el celular o la computadora, nos llaman la atención con frases hechas a la medida, nos hablan como si nos conocieran. Pero no es magia. Tampoco es adivinación. Es tecnología que aprende de nosotros. La forma en que las marcas se comunican en la actualidad ha cambiado completamente. Ya no se trata de gritar a todo volumen para que alguien escuche. Ahora, lo que hacen es susurrarnos al oído justo en el momento preciso. Pero eso nos lleva a una pregunta inquietante: ¿dejamos de tener el control o finalmente lo estamos tomando?

Hoy, casi todas las empresas usan esta tecnología para promocionar sus productos. Es rápida, precisa y cada vez más necesaria. Ya no basta con tener buenas ideas. Hoy hace falta entender cómo piensan las personas, qué sienten, qué buscan... y para eso están estas herramientas. Cada vez que damos un “me gusta” o compartimos algo, estamos contando una historia sobre nosotros. Y esa historia se usa para crear mensajes hechos casi a la medida, que nos llegan en el momento justo y con las palabras correctas. Incluso hay programas que cambian lo que dicen dependiendo de cómo nos sentimos: si estamos ansiosos, felices o nostálgicos.

Además, como cada vez más personas usan asistentes de voz, como Alexa, Gemini y cualquier otro a los que les hablamos para pedir direcciones o poner música, el contenido ahora se prepara para que ellos lo entiendan bien. No se trata solo de aparecer en internet, sino de ser la primera opción que estos asistentes recomienden. Las campañas de publicidad también se han vuelto más inteligentes. Se adaptan solas mientras están en marcha, cambian sus imágenes y hasta el presupuesto según lo que funciona mejor. Es como si un anuncio pudiera pensar y corregirse solo para tener más éxito.

Por otra parte, aunque la tecnología puede escribir textos, grabar voces y crear imágenes, la gente todavía prefiere ver a otras personas. Por eso, muchas marcas están animando a sus seguidores a compartir sus propias fotos y videos. Eso genera más confianza que cualquier anuncio elegante. Lo interesante es que también hay programas que ayudan a elegir cuáles de esos contenidos son los más útiles y llamativos.

Gracias a todas estas herramientas, los equipos que se encargan de la publicidad pueden atreverse más. Probar ideas locas ya no es tan riesgoso, porque ahora pueden ver antes si algo funcionará o no. Es como tener un mapa antes de lanzarse a lo desconocido. Las empresas grandes están comprando a otras más pequeñas que ya nacieron con esta mentalidad ágil y tecnológica. Quieren aprender de ellas, absorber su forma de trabajar y seguir liderando en este nuevo mundo. La tecnología ya no es solo una ayuda: es como tener un nuevo equipo de trabajo.

Pero no todo es bonito. Hay mucha gente que se ha sentido engañada al descubrir que su influencer favorito no era una persona real, sino una imagen creada con inteligencia artificial. También hay preocupación por el uso que se da a la información personal. ¿Quién se hace responsable si algo sale mal? ¿Cómo saber si lo que vemos es real? Por eso, es urgente que quienes usan esta tecnología lo hagan con responsabilidad. Que se pruebe poco a poco, que los distintos equipos trabajen juntos, que se diga claramente si algo fue creado con ayuda de una máquina, y que no se pierda lo más importante: la creatividad humana.

Hoy por hoy, lo que hace que una persona compre o confíe en una marca no es un número, sino una emoción. La tecnología puede adivinar mucho, pero solo una persona puede realmente conectar con otra. Así llegamos a la pregunta clave: ¿esta tecnología nos va a reemplazar o nos va a ayudar a ser mejores? En lugar de temerle, tal vez deberíamos preguntarnos qué tan humanos queremos ser ahora que ya no tenemos pretextos.

Y ahí está el verdadero reto: mientras más fácil se vuelve llegar a la gente, más evidente se hace lo difícil que es emocionarla de verdad. Tal vez la inteligencia artificial no vino a quitarnos el trabajo... sino a quitarnos las excusas.

X:@pacotrevinoag