Salvador Hernández Vélez

La mayoría de las veces que he sendereado ha sido en zonas semidesérticas. Por ejemplo, en la Sierra del Mármol en Viesca, Coahuila, en algún sitio hasta donde llega un viejo camino hecho hace varios años, por gambusinos o campesinos que explotan candelilla o lechuguilla, le echamos la vista a un arroyo para andarlo y generalmente es un sitio que no está previamente trajinado. No tiene vereda. No sabemos si esta transitable en todo el camino.

Y nos hemos encontrado lugares que tienen una vegetación xerófita muy cerrada. Espinosa y con arbustos de ramas gruesas. A veces es posible abrir sendero con un machete. Pero si no lo es, optamos por salirnos del arroyo y buscamos otras alternativas que nos permitan avanzar. Esto nos posibilita toparnos con sorpresas muy admirables, por ejemplo, con piedras que tienen incrustado un caracol o una raíz de formas caprichosas, o un nido de alguna ave silvestre, siempre hay algo fascinante.

¿Por qué senderear en zonas áridas? Porque estas zonas nos proporcionan a la vista unos paisajes maravillosos que podemos apreciar al atrevernos a andar en esos lugares. Porque nos permite gozar de una de las mejores experiencias humanas que ejercemos casi inconscientemente: caminar, una actividad tan normal y natural, que no demanda técnicas especiales y tampoco se requiere comprar un material específico como en el caso de otras actividades que permiten ejercitarse. El andar es casi una actividad gratuita. Que solo exige voluntad para hacerlo. 

Senderear no es una ocupación consumista. Esta actividad solo exige un pago: esfuerzo personal y gasto de calorías que en general nos sobran. A cambio nos brinda un placer. Las montañas en el caso de Saltillo y de Torreón las sierras de Zapalinamé y de las Noas, nos proporcionan la altura que nos permite contemplar las ciudades a los pies de esas respectivas montañas. Al ritmo de cada paso, al ir subiendo contemplamos la naturaleza, los espacios en esas alturas y hasta los silencios, que solo se rompen al ritmo agitado de la respiración. Un amigo caminante expresaba que en las demás actividades deportivas, siempre le recomendaban que respirara, pero que en la acción de ir trepando la montaña, si no respiras no puedes andar.

¿Pero qué necesidad de sufrir, al subir y luego obligadamente bajar la sierra? Es una pregunta que me han hecho en diferentes ocasiones. Y les digo que la cima tiene un poder mágico difícil de describir, que bajas inmerso de energía, que es una forma de combatir el estrés y de cargar las pilas para continuar la vida. En la caminata vas conquistando cada tramo del camino, disfrutando cada vista que la altura te regala, y los descansos además de que te permiten compartir las emociones y las experiencias con los otros senderistas, te saben a “gloria”, porque relajarte en diferentes momentos de la caminata, al cortar la respiración y tomar aire te permite retomar energía.

La caminata en estos espacios áridos nos permite entender lo que son los desiertos y como aprender a convivir con ellos. Además a pesar de ser medios difíciles, hay que recordar que en los desiertos se han desarrollado grandes culturas, y caminando también sirve para dimensionar los códigos, normas, vestimentas, prácticas, rituales y creencias que se han desarrollado en estos entornos de escasez. El hombre a lo largo de su desarrollo, lleva miles de años conviviendo con el desierto y todavía no logra vencerlo, por el contrario cada vez hay más zonas que se desertifican. Las medidas que ha implementado el hombre para controlarlos no le han permitido dominarlos. En las zonas semiáridas en las que se han construido grandes presas los suelos cada día se vuelven más salinos, las tierras se degradan, se empobrecen por los métodos agrícolas que el hombre ha implementado. Todo esto lo puedes constatar en las caminatas.

Finalmente cabe señalar que debido al deterioro que le hemos hecho al medio ambiente, llueve menos, los suelos son más pobres y las posibilidades de conseguir los medios de subsistencia son cada día más escasos. Por eso debemos cuidar nuestros entornos áridos, lugares que padecen de escasez de lluvia, con una gran insolación, altas temperaturas y vientos secos, característicos de estos espacios porque a pesar de haber convivido por centurias en ellos, los humanos estamos poco preparados para vivir en condiciones extremas. 

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