Flor Rentería
Estimado lector, a nadie debe extrañarle la obsesión del Presidente de la República por querer controlar la narrativa de los temas. Desde el inicio de su Administración, denomino a su Gobierno como la “Cuarta Transformación”, una idea que busca equiparar su gestión a los grandes sucesos históricos de nuestro país.
Ante el COVID, se presentó un personaje de caricatura como eje de la política del gobierno, y no me refiero al Subsecretario López-Gatell, que un día si y otro también habla al mismo tiempo de una curva plana de una crisis de pandemia, sino a “Susana Distancia”, que inclusive llegaron a promocionar la idea de un convenio con Disney para crear una serie animada sobre ella.
Así mismo, se hablo de “municipios de la esperanza”, como nuevo calificativo a ciudades que el Presidente quiso catalogar así, pero que su realidad es poco menos que esperanzadora: la mayoría de estas ciudades se encuentran alejadas de los grandes centros urbanos, y no se les proporcionó ningún tipo de presupuesto adicional por parte del Gobierno Federal. Eran municipios de la esperanza por la desesperanza habitual de sus habitantes, y abandonaron sin pena ni gloria la narrativa del Presidente.
Esta semana, el Presidente ha presentado un nuevo tema a la opinión pública: Un documento “confidencial” que le hicieron llegar de manera misteriosa, donde se anuncia una supuesta conspiración prácticamente transnacional, para derrocar su gobierno, y ante eso, valdría la pena hacer unas cuentas aclaraciones:
- Suena muy sorprendente que, en una conspiración de tan gran calado, se tuviera que hacer un documento para especificar puntos tan obvios, como si se buscara generar evidencias forzosamente.
- En México y en todos los países democráticos, el disenso político es un elemento de su vida diaria. El estar en desacuerdo no es algo motivo de conspiraciones, y buscar cambiar un gobierno no es sino una extensión del derecho básico a votar y ser votado.
Me queda claro que la intención del Presidente es curarse en salud, y tratar de inocularse ante un escenario hipotético: ante la perdida sorprendente de popularidad que ha conllevado el destruir la economía e ignorar las medidas básicas de prevención ante la pandemia del COVID-19, el Presidente confía en construir una mayoría artificial a base de grupos clientelares, y evitar a toda costa que todos sus disidentes consideren unirse en un futuro como mecanismo para exigir su salida a través de la vía democrática.
El Presidente no es docto en economía, en derecho, en turismo, en salud, en finanzas, en educación, o en muchas otras materias, pero si en algo no se le puede negar su tino, es en el área política:
1.- Con su nuevo tema, encausa a sus simpatizantes a creer que existe una conspiración contra todos ellos, para unirlos en torno a la noción de vencer a un enemigo, no a defender los logros de gobierno que simplemente no llegan.
2.- Obliga a sus detractores a distanciarse entre sí, y a enfocarse más en sus diferencias que en sus puntos en común, por temor a generar una profecía pigmaleonica, impidiendo la formación de una mayoría real.
3.- En el caso que sí llegue a conformarse una coalición opositora en algún modo u otro, el Presidente rescatará su tradicional discurso de víctima, buscando recuperar una legitimidad electoral.
Estimado lector, no hay que caer en provocaciones ni en los temas del Presidente, y tengamos presente las verdaderas prioridades. México nos necesita más que nunca.