Flor Rentería

Amigas y amigos, ser joven es un tesoro de la vida; es la etapa en la que comenzamos a experimentar con virtual plenitud las posibilidades que este mundo nos ofrece, y en la que hacemos esa transición de la niñez a la edad adulta.

Dice un dicho que ser joven y no ser revolucionario es una contradicción hasta biológica, y efectivamente tienen razón; el joven por naturaleza buscará siempre dejar una marca en un sistema preestablecido, pero a su vez, tratar de encajar en su entorno. La juventud es una etapa de mucho aprendizaje, el cual naturalmente se obtiene de las instituciones educativas, pero sin duda, el más importante de todos, es el que se obtiene a través de los círculos sociales.

La convivencia familiar, los amigos, los compañeros, todos tienen la capacidad de hacer una influencia en la vida de un joven, y esto es en parte una oportunidad, pero también un grave riesgo: un joven debe de saber que es necesaria la prudencia, la autocritica y el discernimiento, para saber que no cualquier conducta es aceptable solo por tratar de encajar; la juventud indudablemente es astucia, pero nunca debe de significar arriesgar innecesariamente la integridad.

Y es que amigas y amigos, la fuerza de la juventud es absolutamente maravillosa; su ímpetu, su entrega, su capacidad de transformar al mundo, la convierten en un preciado recurso que nos obliga como sociedad a cuidarla, apoyarla y también, hay que decirlo, a encausarla cuando sea necesario. Los adultos y la sociedad en general tenemos la obligación moral de estar ahí para nuestros jóvenes, puesto que ellos son la razón misma de la sociedad.

La vida de cualquier persona es preciada, pero la de nuestros niños y nuestros jóvenes debe de serlo aún más, porque son ellos las futuras generaciones; como políticos y como ciudadanos, es para ellos el trabajo que se hace, y es a ellos a quien se busca dejar una mejor sociedad. ¿De que le sirve a un joven tenerlo todo, cuando su espíritu esta vacío? ¿De que le sirve a una sociedad tener cultura o economía, cuando sus jóvenes están en la pobreza ideológica y moral?

Como adultos, más allá de si trabajamos en la educación o no, o aún cuando seamos o no padres de familia, tenemos una responsabilidad para con nuestros jóvenes; si alguno de ustedes sabe de un joven que esta pasando por un mal rato, o que se encuentra bajo influencias negativas y puede corregir su rumbo, dedíquele unos minutos; les aseguro que este esfuerzo puede ser la diferencia entre una mala decisión y una buena.

Cuando un joven pierde su rumbo, nos duele a todos; Lo único que nos queda, es aprender de esa dolorosa experiencia para asegurar que no vuelva a repetirse, y enseñarle a nuestros jóvenes la importancia del tiempo, pues en la juventud el tiempo parece ser eterno, pero lo cierto es que este no se recupera, por lo que necesitamos hacerlo valer, y que nuestra vida sea una de bien para nosotros, pero sobre todo para la comunidad.

Dedico esta columna a mi querido Manuel García, joven ejemplar que lamentablemente esta semana se nos adelantó en el camino. Manuel fue un chico solidario y tenía absolutamente toda su vida por delante; su ausencia deja un vació irreparable en su familia y amigos. Descanse en paz.