Gerardo Moscoso Caamaño
El optimista no posee una naturaleza definida, no puede definir su generación ni su edad, tampoco habla lenguas ni necesita viajar de un lado a otro para sentir cualquiera que sea el corazón que tiene enfrente, sea de la orientación sexual, religión, raza o partido político que sea.
Al optimista también lo define su capacidad de adaptación, su universalidad, su rapidez para ofrecer soluciones en las circunstancias más variadas y con la gente más dispar.
Siempre genera una solución posible, y a diferencia del charlatán o del pesimista, cada decisión tomada va acompañada de la persistencia y la conducta íntegra y congruente al precio que sea:
El optimista no se detiene hasta encontrar la mejor solución posible; la planea, la sigue y la persigue hasta obtener resultados satisfactorios.
El optimismo no depende de nada ni de nadie; es, por su propia esencia, una actitud de libertad.
Nuestra mente necesita hoy, generar esperanza, ilusión y unas cuantas descargas de felicidad que puedan producir la lucidez necesaria para no resbalar y partirse la madre en estos tiempos cívicamente menesterosos.
El optimismo también tiene la habilidad para transformar con lo mínimo espacios cerrados y obscuros en amplias habitaciones llenas de aire fresco.
Reparte y comparte por igual éxitos y puede disminuir el impacto del fanatismo ciego y temible que polariza a la sociedad.
Al sufrimiento le otorga la atención necesaria, pero ni un milímetro más; no se deja vencer por la adversidad porque tiene la certeza de que nada es para siempre.
El optimista es agradecido, recuerda todas las ayudas recibidas, a los amigos leales, las situaciones divertidas, los techos donde refugiarse durante las tempestades.
Sin embargo, extrañamente olvida con sorprendente facilidad aquello que ensombrece el horizonte, los pasados y las traiciones que pueden afligir su presente.
Y singularmente en este olvido selectivo, el optimista no padece ansiedades ni angustias: transforma el veneno en medicina.
Se ríe constantemente de sí mismo, y también de aquellas cosas consideradas serias en esta vida.
Se carcajea hasta de sus contradicciones, de sus defectos, casi sin problema, por ello y más, el optimismo es una medicina milagrosa.
Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.