Gerardo Moscoso Caamaño

Me pregunto constantemente si el hombre de nuestro tiempo es más agresivo que en otras épocas, si ahora, por ejemplo, un ejecutivo espléndido es más agresivo que un vendedor ambulante y yo mismo me respondo: 

Claro que hoy el hombre ejecutivo es más agresivo, de lo contrario no hubiera llegado a ser espléndido. ¿Por qué la “civilización” presente, la que va proporcionando al ser humano más comodidades, provoca un aumento de la violencia? 

Y no me refiero solamente a la irritación evidente, sino a la que más nos debería preocupar, a la agresividad oculta, la que está encubierta o enmascarada en personas que aparentemente, por ahora, no son peleoneras o provocadoras. 

Creo que la agresividad tendría que estudiarse a fondo. 

Se habla de darle a la agresividad una salida a través del deporte o competencias, de generar eventos “culturales” al estilo pan y circo; pero ese razonamiento suena trivial. Cabría partir del supuesto que la agresividad tan intensa del mundo actual nace de un cierto desamparo amoroso, muchas veces producido por las nuevas estructuras de la vida familiar, por la falta de tutela infantil, que aumentará más con la restricción de apoyos a las Estancias Infantiles, llamadas guarderías, aunque esto no está todavía comprobado del todo. Al Tiempo. 

El asunto es que la agresividad y el enojo aumentan y, al igual que ocurre con otros problemas cada vez más angustiosos de nuestro tiempo, crece con una velocidad muy superior a nuestra capacidad de comprensión. 

¿Será que la agresividad e irritación son necesarias? ¿Será que el problema más que biológico es sociológico? ¿Será que partimos de proyectos mentales correspondientes a tiempos pasados de escasez, de cuando había que ser agresivo para sobrevivir? 

En las culturas antiguas, sobre todo las originales, que poseen un gran espíritu comunal, siguen teniendo una identificación con la naturaleza. 

La antropología social ahora se pregunta si no sería una solución para nuestra civilización, volver a tomar contacto con nuestros orígenes, con aquello de que el hombre ha sido y que a fuerza de civilización técnica está dejando de ser. No destruyamos más a la naturaleza, exijamos un NO al Tren Maya. 

Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.