Iván Garza García 

De nueva cuenta América Latina se convirtió en el ojo del huracán dentro del contexto global. La mirada del mundo se posó en la región debido a las crecientes tenciones sociales entre los pueblos y sus gobiernos. Esta vez la nota no la dio nuestro México lindo y querido, en donde el mismísimo señor López tuvo a bien recetarle al respetable una cita bíblica para referirse al ya de por sí polémico caso Bonilla y las consecuencias de la consulta pública, a través de la cual, se pretende ampliar el mandato del Gobernador electo en el estado de Baja California. “Nadie puede poner vino nuevo en odres viejos” (Marcos 2:22), dijo sin empachos - en su conferencia “mañanera” - el macuspano favorito y principal inquilino del Palacio Nacional. No, tampoco fue Venezuela el país que se colocó en el centro de la atención. Por aquellos lares, Nicolás Maduro sigue haciendo de las suyas al denunciar lo que llamo “la escalada guerrerista” de Colombia, por la que – según su dicho ­– desde esa tierra se conspira para mandar grupos terroristas que atenten contra su gobierno y generen una situación de caos. Frente a lo afirmado, Maduro ordenó el despliegue de tropas en la frontera entre ambos territorios y la puesta en marcha de un sistema de misiles, al tiempo que declaró una alerta en aquella zona. Si bien, el ambiente en la República Bolivariana se puede cortar con un cuchillo, no es tal nación la protagonista de los principales encabezados de estos días.

Ahora fue Ecuador; allá los ánimos se caldearon a tal grado que los disturbios derivaron en desgracia. El Presidente Lenín Moreno no vive el mejor momento de su relación con los ecuatorianos. Para el jefe de estado – parafraseando al ubedano universal Joaquín Sabina – no todas las noches son “noches de bodas”, ni todas las lunas son “lunas de miel”. La popularidad con la que arribó al poder, se ha ido diluyendo en forma por demás acelerada. Al inició de su administración, el gobernante de marras gozaba de una aprobación ciudadana superior al 77 por ciento; hoy, el panorama luce radicalmente distinto.

No obstante haber sido electo Vicepresidente con Rafael Correa, el actual mandatario se ha dedicado a culpar al anterior gobierno de muchos de los males que aquejan al país andino. ¡Esa película ya la vi!, repite insistentemente una voz en mi cabeza.

En su afán por implementar acciones contrarias a las políticas de su antecesor, Moreno lanzó lo que coloquialmente se conoció como el “paquetazo”, consistente en una serie de medidas financieras que se resumen en la reducción de salarios a empleados públicos; una contribución especial de las empresas que obtengan ingresos superiores a los 10 millones de dólares al año y, lo más importante, la eliminación del subsidio al combustible, el cual tenía una historia de 40 años. Como era de esperarse, el precio de las gasolinas y el diesel aumentó en forma inmediata hasta un 120 por ciento. Consecuentemente, los incrementos al transporte público y a los productos de la canasta básica no se hicieron esperar. La medida adoptada afectó directamente el bolsillo de los ecuatorianos, quienes salieron a las calles para manifestar su descontento. Primero fueron los grupos de indígenas que se han caracterizado por ser una fuerza de resistencia en aquella nación; luego le siguieron los transportistas, a los cuales se sumó una nutrida masa de estudiantes inconformes. Tan graves fueron las protestas, que las autoridades optaron por cambiar la sede del gobierno; de la capital Quito, a la ciudad portuaria de Guayaquil; incluso, se determinó un toque de queda parcial.

Ante la gravedad del conflicto, el originario de la provincia de Orellana dio su brazo a torcer. Tras once días de manifestaciones violentas, fue anunciada la elaboración de un nuevo decreto ejecutivo que permita una política de subsidios a los combustibles con un enfoque integral y criterios de racionalización, focalización y sectorización; es decir, que no afecte a las porciones más vulnerables de la población, para que mejor se entienda.

Aquí en confianza, el Presidente ecuatoriano cedió a la presión de sus connacionales; las consecuencias económicas que ésta acción acarreará aún no han sido calculadas. Mientras tanto, el saldo de la crisis política y social en Ecuador es realmente alarmante: 7 personas muertas; más de mil 300 heridos y casi mil 200 detenidos, 48 por ciento de los cuales apenas tienen entre 15 y 24 años. Pese a las anteriores cifras, al dar la noticia sobre los acuerdos que pusieron fin a las protestas, un optimista Lenín Moreno publicó: “Nadie pierde cuando triunfa la paz”, ¿será?. Ahí se los dejo para la reflexión.