Iván Garza García

En este espacio lo adelantamos: el oficialismo en América Latina está haciendo agua; ejemplos los hay y varios, pero el caso de la tierra que vio nacer lo mismo a Borges que a Sábato, igual a Messi que al Diego, es digno de mención aparte.

Apenas el pasado 19 de noviembre se llevó a cabo el llamado balotaje o segunda vuelta de la elección presidencial en Argentina; contra todo pronóstico o encuesta publicada, el autodenominado liberal – anarco – capitalista, Javier Milei, se alzó con la victoria al obtener el 55.95 por ciento de los sufragios; ello, frente al lejano 44.04 por ciento que registró su opositor Sergio Massa, quien - tras asegurar que lo peor de la crisis económica estaba por pasar - resultó ser el candidato más votado en la primera vuelta; sin embargo, la referida ventaja no le fue suficiente para la jornada comicial definitiva.

No pocos han tratado de desmenuzar las razones que llevaron a las y los argentinos a inclinar la balanza a favor del controvertido político, economista y docente. Hay quienes afirman que la ira pudo más que el miedo. No les falta razón. El enojo de millones se tradujo en votos a favor de Milei o tal vez, mejor dicho, en contra de Massa y el oficialismo. Es cierto, el abogado y político integrante de la Unión por la Patria no pudo liberarse de la sombra del kirchnerismo, ni del estigma que le representó el haber dejado un terrible 140 por ciento de inflación interanual a su paso por el Ministerio de Economía. De hecho, tan solo 28 naciones registraron tasas de inflación de dos dígitos en 2023, siendo la tierra del tango y el churrasco el tercer país con el mayor aumento en el índice de precios al consumidor, tan solo detrás de Venezuela y Zimbabue. Como si faltara una cereza al pastel, de acuerdo con el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos de la República Argentina, 29.6 por ciento de los hogares se encuentra por debajo de la línea de la pobreza; en ellos reside el 40.1 por ciento de las personas.

Por su parte, los jóvenes jugaron un papel fundamental. En una elección que registró más del 76 por ciento de participación ciudadana, Milei obtuvo 69 por ciento de votos en el grupo de 16 a 24 años; mientras que, en el segmento de 25 a 34 años, alcanzó 54 por ciento de los sufragios. El disruptivo candidato logró conectar con las nuevas generaciones a través de un discurso de ácido ataque en contra de lo que denominó “la casta” (acá se le llamó la mafia del poder). Así, los jóvenes – hartos de la situación económica y la falta de oportunidades – dieron su respaldo a quien les significaba un cambio de rumbo; un salto al vació, pero salto, al fin y al cabo.

Ferviente admirador de los Rolling Stones, el liberal fue vocalista de la banda Everest y tuvo un fugaz paso por el futbol profesional en donde se desempeñó como portero del Club Chacarita de la segunda división. Por lo demás, Milei es altamente conservador; rechaza el aborto y la educación sexual en las escuelas. Sus propuestas son tan radicales como esperanzadoras para millones de argentinos; entre ellas destacan la eliminación del Banco Central; la dolarización de la moneda; la supresión de los ministerios de Salud, Educación y Obras públicas, para ser sustituidos por inversión privada y la disminución drástica de los impuestos, el gasto público y los programas sociales. Al respecto, al menos un centenar de connotados economistas vaticinan que las propuestas del ultraderechista son “potencialmente más perjudiciales para la economía y el pueblo aregentinos”; pese a las advertencias, la moneda está en el aire.

Aquí en confianza, Javier Milei es todo menos un político convencional; está hecho para los medios de comunicación y saca provecho de ello. Su provocadora campaña fue altamente eficaz; prometió cortar amarras con el pasado y quienes lo representan. Goza el protagonismo lo mismo que el aplauso; es estridente y radical. Pero, como no es lo mismo ser borracho que cantinero, el hoy presidente electo de la República Argentina se ha visto obligado a moderar su narrativa y a tender puentes con diferentes actores políticos. Para muchos, aunque aún no toma protesta, Milei ya está dando pasitos de la derecha hacia el centro. El “León” - como le gusta que le llamen - tiene dos opciones: seguir enfundado en su papel de Rockstar de la política o ponerse a gobernar para sus compatriotas. Surge entonces la pregunta obligada, ¿es Javier Milei un peligro para Argentina o realmente representa una nueva oportunidad? Veremos y diremos.

 

Nota. Lo antes expuesto representa

 la opinión personal del autor