Iván Garza García

Mientras mi única lectora busca afanosa entre las hojas del periódico esta improvisada columna (old school), el presidente de las y los mexicanos habrá de dirigirse al pueblo bueno y sabio para rendir lo que en teoría sería su tercer informe de gobierno; el número es lo de menos. Ahí se abordará a profundidad cualquier tema que permita dejar en el ánimo del respetable la sensación de que la pretendida transformación llegó para quedarse. Largo y tendido se hablará de los logros alcanzados por el actual régimen y , por supuesto, en cada rincón se pronunciará el nombre del hombre cuya mano dirige el timón nacional. Seguramente, la narrativa será la misma que le ha servido al grupo en el poder para mantener los índices de aprobación ciudadana. Así, la culpa de los grandes males que aquejan a este pedazo del mundo llamado México seguirá siendo del neoliberalismo y los villanos de la película aún serán los conservadores.  Lo demás tomará forma de vítores y loas.

El mensaje a la nación también servirá para abundar sobre las acciones que ha llevado a cabo el Gobierno de la República frente a la inclemente pandemia que aún tiene de rodillas a la humanidad y – como es de esperarse – no se dejará pasar la ocasión para mencionar los esfuerzos que hubieron de realizarse con el objeto de reanudar las clases en forma presencial.

Ciertamente, la enseñanza a distancia no mostró su mejor versión; al menos no en este país. Sobre las rodillas debieron diseñarse los programas para que las y los estudiantes pudieran migrar a los procesos de aprendizaje vía internet. Los menos favorecidos tuvieron que conformarse con sesiones de educación televisada, la cual llegó a ser considerada más un problema que una solución.   

Pero como no hay fecha que no se cumpla ni plazo que no se venza, tras diecisiete meses de no acudir a las aulas - sin contar algunas experiencias en sistema híbrido – el pasado lunes, 24 millones de estudiantes regresaron a clases presenciales en casi todo el país (en Coahuila se implementó un plan piloto desde el 23 de agosto y en Michoacán se continuará con sesiones a distancia).

Al respecto, el mandatario nacional había anunciado que el reinicio de actividades escolares con presencia de los alumnos se llevaría a cabo “llueva, truene o relampaguee”. “No vamos a mantener cerradas las escuelas. Ya fue bastante”, indicó el gobernante para luego sentenciar: “México es con Bangladesh el país que más tiempo lleva con las escuelas cerradas y esto no es bueno”.

Lo que no dijo el principal inquilino del Palacio Nacional es que mientras en otras latitudes la vacunación es permitida a partir de los 12 años, en nuestro país se niega sistemáticamente que el virus afecte a niños y adolecentes; incluso en publicidad oficial puede leerse: “en el mundo no existe evidencia de epidemia por COVID – 19 en menores de edad”. Obviamente tal afirmación no tiene sustento científico y es completamente errónea, por decir lo menos.

Lo que tampoco mencionó el político macuspano es que el mentado regreso a clases se produce precisamente mientras transcurre la tercera ola de contagios; actualmente se registran en el país más de 3 millones 300 mil casos activos y 258 mil decesos. Lo anterior, sin contar que – aunque se insista que el coronavirus no ataca a los infantes – desde el inicio de la pandemia, 8 mil 419 niñas y niños han sido hospitalizados a causa de este mal.

Finalmente, el jefe del Estado mexicano nada dijo respecto a las condiciones en las que se encuentran la mayoría los planteles educativos del país. Debemos reconocer que los salones de clases y las escuelas en general no están equipadas para cumplir las exigencias de distancia, ventilación e higiene de manos, necesarias para hacer frente a los embates del virus.

Aquí en confianza, ahora mismo las mamás y los papás nos encontramos ante una inquietante disyuntiva: ¿qué es más importante, estar educado o estar sano? Si bien, el regreso a clases presenciales produce júbilo en algunos, todos somos víctimas de la incertidumbre que se anida en la desinformación. De algo estoy cierto, el retoro de las y los estudiantes solo será positivo en la medida en la que todos, sin excepción, seamos conscientes de la problemática y nos responsabilicemos tanto de la salud propia como de la de nuestros hijos e hijas. Los filtros sanitarios deben comenzar en casa para que el “caminito de la escuela” sea tan colorido, alegre y productivo como en 1934 lo imaginó el nacido en Orizaba, Veracruz, Francisco Gabilondo Soler. Ahí se los dejo para la reflexión.