Iván Garza García

Tras ser ácidamente criticado, el INE mostró al respetable buenas hechuras en la organización de la llamada elección más grande de la historia de México. Más allá de los incidentes de la jornada que siempre se hacen presentes como prietitos en el arroz, varios aspectos positivos dejan los resultados comiciales. Por un lado, la participación ciudadana supero la barrera del 50 por ciento y, aunque fue menor a la registrada en 2018, aquella se cuece aparte por la expectativa que generó la elección presidencial y el inminente advenimiento del tres veces aspirante. Por otro lado, como suelen decir los enterados en estas lides “ganó la democracia”, al tiempo que el mapa geopolítico nacional tuvo importantes variaciones en cuanto a su configuración. Además, las mujeres ahora ocupan los espacios que en derecho les correspondían. Por vez primera, seis candidatas a la gubernatura de sus respectivos estados se perfilan para alzarse con el triunfo; “haiga sido como haiga sido” (me refiero específicamente al caso de Guerrero), la presencia femenina será notoria en la mesa de gobernadores (gobernadoras) y lo que otrora era poco menos que un “Club de Toby”, hoy por hoy abre sus puertas a la paridad de género. Por si fuera poco, el balance final del proceso electoral también ocasionó certidumbre entre los inversionistas, lo que permitió un extraordinario comportamiento del peso frente al dólar y el reforzamiento de la bolsa mexicana.

Si bien, los pasados comicios fueron una especie de referéndum para la gestión presidencial y, por esa razón, la polarización jugó un importante papel, debemos afirmar que “tras la tormenta viene la calma”.  Así, parafraseando el viejo y conocido refrán, a las tierras del águila y la serpiente, después de la elección llega Kamala.

La primera mujer - siendo además afroasiática americana - en ser ungida Vicepresidenta de la nación de las Barras y las Estrellas, pisó suelo mexicano para reunirse con el Presidente López, después de hacer lo propio en Guatemala con el mandatario de aquellos lares, Alejandro Giammattei. 

Al respecto, mi amable y única lectora se estará preguntando: ¿a que viene Kamala Harris a México? (seguramente habría una maldición incluida en el enunciado). La respuesta se antoja sencilla; por más vueltas que se le de al asunto, los güeros  quieren a toda costa mantener a los centroamericanos alejados de la frontera estadounidense y, para ese propósito, la cooperación de nuestro país es fundamental (o “copelas” o cuello, dijera el tristemente célebre Zhenli Ye Gon) . Varios temas ocupan la agenda de la famosa abogada y política californiana: seguridad, drogas, desarrollo económico, corrupción y varios etcéteras; sin embargo, el éxodo de connacionales y vecinos del sur hacia los feudos del Tío Sam es el prioritario.

Como papá luchón posteando en Facebook que Dios le da las peores batallas a sus mejores guerreros mientras agrega una fotografía cargando a su bendición en la madrugada, la señora Harris puede presumir que el Presidente Biden le encomendó dos de las tareas más importantes para la viabilidad de su incipiente gobierno, siendo una de ellas precisamente la de ofrecer mecanismos de solución al tortuoso problema de la migración ilegal. El encargo no parece sencillo y hay que convencer sea como sea, de ahí que para que se sienta el siempre necesario “calorcito gabacho”, la vicepresidenta anunció la decisión de la Casa Blanca de asignar 25 millones de dosis de vacunas contra el COVID – 19 a los dos países de Latinoamérica considerados en la visita de Estado (así si baila “mija” con el señor).

Aquí en confianza, no debemos olvidar que el macuspano favorito se decantó abiertamente por el adversario del ahora mandatario norteamericano y que, adicionalmente, tardó lo que parecía una eternidad en reconocer su triunfo, hecho que encendió los focos amarillos en las relaciones mexicanas con Washington. Por ello, la estancia de Kamala Harris en territorio azteca puede convertirse en la oportunidad idónea para reforzar los menguados lazos con nuestro principal socio comercial  y país en el que radican millones de compatriotas (actualmente más del 10 porciento de la población de Estados Unidos es de origen mexicano). 

Atentos estaremos sobre las resultas que ofrezca la mentada reunión bilateral; por lo pronto, la protección y defensa de los Derechos Humanos de las personas migrantes no debe quedar de lado en los protocolos de entendimiento que hayan de firmarse entre ambas naciones, porque una cosa es que le pidan a México echarse a cuestas el trabajo duro de contener la migración hacia los Estados Unidos y otra muy distinta es que para cumplir tal objetivo, se vulneren las prerrogativas fundamentales de nuestros hermanos latinoamericanos. Dijera el buen Humberto Marines: “al tiro con eso”. Ahí se los dejo para la reflexión.