Iván Garza García

No obstante que la administración de la autoproclamada Cuarta Transformación presumió como un logro propio el cierre de las negociaciones por virtud de las cuales se aprobó y se puso en marcha el nuevo tratado de libre comercio ente México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC), el incumplimiento recurrente por parte de la nación del águila y la serpiente respecto de las obligaciones asumidas en el acuerdo, ha dado de que hablar en los últimos días.

Ciertamente, antes de concluir la gestión del hijo predilecto de Atlacomulco, Enrique Peña Nieto, el entonces mandatario electo Andrés Manuel López Obrador incluyó a  Jesús Seade Kuri como parte de la delegación mexicana que viajaba a Washington a ultimar los detalles del convenio que se encontraba en ciernes; el economista de origen libanés fue ungido con el rimbombante cargo de jefe negociador del equipo de transición del Presidente Electo y, con tal título, acompañó en la delicada encomienda al Canciller Mexicano Luis Videgaray y al Secretario de Economía, el neoleonés Ildefonso Guajardo.

Más tarde, a inicios del mes de diciembre de 2019, el fastuoso Palacio Nacional fue el marco idóneo para celebrar por todo lo alto que los países de América del Norte habían superado las diferencias respecto al clausulado del mentado T- MEC;  ahí, los representantes de cada nación firmaron el protocolo modificatorio correspondiente. El ya mencionado Seade, ahora en su carácter de Subsecretario, intervino por México; lo propio hicieron Robert Lighthizer, representante comercial de la Casa Blanca y Chrystia Freeland, vice ministra de Canadá. El flamante Jefe del Estado mexicano fungió como testigo de honor y  - fiel a su pausado estilo – al hacer uso de la voz aseguró que el acuerdo “nos ayudará a impulsar el crecimiento económico de las naciones”. Las imágenes que sobre el acto circularon en las benditas redes sociales y en lo medios tradicionales, eran por demás alentadoras; estas mostraban a los intervinientes optimistas y entusiastas (las sonrisas que engalanan cualquier comercial de pasta dental se quedaban cortas ante el júbilo ahí retratado). Hasta ahí, la cordialidad inundaba la escena, pero como sucede en las fiestas infantiles antes de la llegada del incomodo payaso que cuenta chistes subidos de tono, nadie vio venir los momentos de tensión que se avecinaban.

El 24 de octubre de 2020, apenas a tres meses y días de la entrada en vigor del T- MEC, un grupo de 43 congresistas norteamericanos (tanto demócratas como republicanos) acusaban al gobierno de México de violar el acuerdo comercial de marras. En aquella ocasión los sobrinos del Tío Sam dirigieron una carta a quien ocupaba la Oficina Oval, Donald Trump, en la cual expresaban su preocupación por los cambios regulatorios en el sector energético, los cuales – afirmaron – obstruyen las inversiones de empresas de la Unión Americana. Y, como cuando aparece el león de la Metro Goldwyn Mayer, la película apenas empezaba.

A principios del presente mes de mayo, el Instituto Estadounidense del Petróleo, que aglutina a más de 600 empresas del ramo, señaló que las recientes reformas a las leyes de hidrocarburos y electricidad mexicanas, plantean posibles incumplimientos a los compromisos adquiridos por el país en el tratado comercial.  Los vecinos petroleros expusieron que el Presidente López ha cambiado las reglas del mercado en franco perjuicio a la inversión privada. Pero ahí no acaba la cosa; allá por el multifestejado día de las madres, la Federación Estadounidense del Trabajo y el Congreso de Organizaciones Industriales, presentaron sendas denuncias por presuntas infracciones laborales al pacto de comercio, toda vez que en México han prevalecido los falsos convenios colectivos que se imponen sin la participación de empleados y establecen bajos salarios.

Como si lo anterior fuera poco, tres empresas norteamericanas promovieron la primera demanda arbitral contra el gobierno mexicano por las recientes modificaciones a la tan llevada y traída Ley de Hidrocarburos. Las instancias internacionales habrá de resolver si las referidas variaciones se apartan de las obligaciones contraídas por México en el T-MEC y las sanciones a las que eventualmente habrá lugar.

Aquí en confianza, ser el niño del salón que no lleva la tarea y se deshace en excusas para justificar su omisiva conducta, jamás producirá buenos frutos. Mientras esto escribo se lleva a cabo la primera reunión trilateral de la Comisión de Libre Comercio, en la que las irregularidades que ha venido protagonizando nuestro país serán el principal tema de discusión. Para orgullo de la galería, el encuentro será presidido nada más y nada menos que por la licenciada en lengua inglesa y Secretaria de Economía, Tatiana Clouthier; en ella habremos de depositar nuestra confianza (no nos queda de otra), pues si el gobierno mexicano no ofrece respuestas satisfactorias frente a los ya reiterados cuestionamientos, el güero Biden podría empezar a aplicar aranceles a productos de exportación mexicanos y, como es de suponerse, el horno no esta para bollos. Al tiempo.